Si las ciudades fuesen equiparables a personas, los tres principales núcleos urbanos del país podrían llamarse: la rupturista, la innovadora y la nostálgica. Los resultados electorales son poliédricos y, en consecuencia, admiten muchas lecturas, una de ellas, ésta, que asimila una disposición anímica con el sentido del voto.
En la zona conurbada de Monterrey se dio un voto masivo por El Bronco. Han corrido, en estos días, ríos de tinta sobre los límites y alcances de los candidatos independientes. No agregaré nada en esta columna a ese respecto, pero no hay duda de que el voto por El Bronco implica una combinación de hartazgo y esperanza. En Nuevo León se votó masivamente por abandonar una política tradicional y, con un alto nivel de incertidumbre, decidieron apostar por lo desconocido, por lo ignoto. No es ahora cuestión de anticipar fracasos, ni tampoco lanzar campanas al vuelo, pero cuando un pueblo decide apostar por la esperanza de un cambio estamos claramente ante una ruptura con el pasado.
La ciudad de México, por el contrario, decidió fracturar el sistema de partido hegemónico que había imperado desde 1997. Pero no lo hizo apostando a lo incierto ni tampoco a lo nuevo. Prefirió dar su confianza al equipo que gobernó la ciudad entre el 2000 y el 2006. Un voto que, más que esperanza, implica añoranza por un gobierno combativo que confrontaba a diario al gobierno federal y que satisfizo así esa cultura profundamente antipresidencialista de los capitalinos. No habrá sorpresa en gobiernos encabezados por un grupo que ha ejercido el poder en el pasado con un amplio soporte popular. Ahora en varias delegaciones del DF gobernará un grupo que disimula mal su aroma de religiosidad y se proclama nostálgico del nacionalismo revolucionario.
La ciudad de México se solaza presentándose a sí misma como una capital de vanguardia y el lugar común sugiere que Guadalajara era una ciudad conservadora y pacata. En contra del tópico, es precisamente en Guadalajara donde se da la mutación más importante. Lo conseguido por Enrique Alfaro y sus compañeros en la zona metropolitana habla de una transformación de gran alcance. Tal como lo hiciera la capital de Jalisco con su muy exitosa FIL, demostrando que puede ser la sede del evento bibliográfico más importante en lengua española, relegando a la capital a una posición secundaria, ahora una propuesta de gobiernos locales eficientes y con un signo vagamente socialdemócrata, da la nota de mayor frescura al sistema político, sin lanzarse a lo ignoto como lo han decidido los neoleoneses. Es interesante ver pues, cómo en estos tres corazones de la República el camino emprendido por los ciudadanos fue tan distinto, una optó por la nostalgia, otra por lo desconocido y Guadalajara por lo innovador. Son tres avenidas que claramente le recuerdan al PRI, al PAN y al PRD que la gente que se aglutina en las grandes urbes no quiere vivir en el marasmo de la política cortesana sino que quiere emociones fuertes.
Analista político.
@leonardocurzio
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