10/19/2016

Repunte de la inseguridad y presión de Rivera



Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre 

A pesar de que cinco de cada 10 mexicanos (53 por ciento), se opone a que la jerarquía católica, apostólica y romana –que no es lo mismo que remona– fije posturas sobre la inseguridad y la corrupción; así como seis de cada 10 ciudadanos expresen desacuerdo para que los mandamases de la más antigua y vertical institución de la aldea para que opinen sobre temas económicos, el semanario capitalino Desde la Fe sentencia: “México está en llamas” por la inseguridad.
No importa aquí elucidar la certeza o no del juicio de la Arquidiócesis Primada de México, escrito por el director Hugo Valdemar, quien todos los fines de semana hace esfuerzos más políticos que periodísticos para llevarse la nota principal de los diarios capitalinos –llamados nacionales en tiempos de la aldea global y en la que cualquier hoja parroquial, porque sale cuando Dios quiere, puede circular allende las fronteras de México y cualquier otro país y continente, salvo las limitaciones impuestas por el idioma.
Respaldados en que sólo tres de cada 10 encuestados por Parametría (ver nota del 12 de octubre), el muy influyente grupo religioso y sobre todo político de Norberto Rivera –del que pronto el papa Francisco liberará a los católicos–, encuentra en el repunte de la inseguridad pública en la Ciudad de México y el país, ocasión para presionar a Enrique Peña Nieto por su iniciativa de ley para establecer el matrimonio igualitario y el derecho de adopción de niños por parejas del mismo sexo.
El también vocero de Rivera, el afamado Valdemar editorializó que “los delitos más frecuentes son robo y asalto en vía pública, extorsión y fraude, levantones y secuestros exprés contra pequeños empresarios; en las zonas marginadas del valle de México son los feminicidios”. Pero no contempla lo planteado por Miguel Ángel Mancera a La Jornada: “Con el nuevo sistema de justicia penal muchas personas (10 mil) salieron de las cárceles. Antes teníamos 25 ingresos y 10 egresos, y ahora es lo contrario, salen muchos más de los que ingresan” (17-IX-16).
Por lo visto importa más el golpe efectista a Peña –ahora que faltan dos años para que concluya su gobierno, pues antes lo aplaudieron hasta enrojecer las palmas de las manos–, que el análisis de las causas que generan el repunte delictivo. Y en el que en todo caso la jerarquía católica no puede hacerse a un lado, lavarse las manos, ya que el supuesto 82.9 por ciento de mexicanos católicos después de cinco siglos en que la religión fue impuesta a sangre y fuego por los conquistadores, no se refleja en los valores que guían las conductas de muchos mexicanos abocados a conquistar el “éxito” por encima de cualesquiera referencias éticas y morales. Eso que Rivera enuncia que “por la ausencia de sentimientos morales y la pérdida del sentido de Dios, se han incrementado los males sociales, entre los que están la discriminación racial, el comercio de las drogas, las ganancias económicas ilícitas y la irracional destrucción de la naturaleza”.
O como apunta la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, “el país se incendia también porque la Iglesia está contribuyendo con sus campañas de odio, de discriminación; ahí están los asesinatos de integrantes de la comunidad lésbico gay”.
Y qué decir de la criminal y esa sí “antinatural” pederastia que, según diversos testimonios ministeriales radicados en tribunales de Los Ángeles, California, el cardenal Rivera protegió a un depredador sexual. Protección que, todo indica, es harto frecuente en México por autoridades religiosas y también civiles.

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