Jorge Carrasco
CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- Con advenedizos al mando de la política exterior,
sin interlocución entre el jefe de la seguridad interior de México con
su par de Estados Unidos, y los jefes militares preocupados más en
obtener protección legal a sus operaciones contra el narcotráfico, el
gobierno mexicano se limitó a contemplar el ascenso de Donald Trump
hasta llegar a la Casa Blanca.
Por más que alegara riesgos y
amenazas para el país como el motivo de su invitación a Trump, el 31 de
agosto pasado, en plena campaña presidencial de Estados Unidos, Peña
Nieto se quedó en el desatino.
Por el optimismo con que reaccionó
ante el triunfo del republicano, el gobierno mexicano insiste en el
error: dejar la iniciativa en el declarado enemigo de México.
El
gabinete de seguridad nacional está ausente. La secretaria de Relaciones
Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, apenas balbucea; el secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien tiene todo el aparato de
seguridad en sus manos, ni siquiera tiene representante en la embajada
de Estados Unidos; el Ejército, carece de confianza en Washington por
los numerosos antecedentes de jefes y oficiales con el narcotráfico, y
la Procuraduría General de la República (PGR), está extraviada en
cambios y recambios.
En esas condiciones, con qué respaldo Peña enfrentará los ánimos antimexicanos de Trump.
El
mismo día de las elecciones, el presidente convocó a su gabinete de
seguridad. Para qué. A no ser para que se enteraran juntos del resultado
de la elección presidencial en Estados Unidos. ¿Era necesario que se
definiera un ganador para la creación de escenarios de protección para
el país?
Desarticulada la política de seguridad del gobierno mexicano, Trump lleva toda la ventaja.
Después
de estigmatizar en su campaña presidencial a México como un país que
sólo envía migrantes ilegales y drogas, el presidente electo de Estados
Unidos dejó en claro en su primera reunión con la mayoría en el
Congreso, el jueves 10, que su prioridad es la inmigración y la
seguridad fronteriza.
Es decir, el muro no sólo para controlar
inmigrantes, sino para evitar que entren terroristas a Estados Unidos
por la frontera de México, la misma fijación del expresidente George W.
Bush. La diferencia es que Trump se ha declarado de forma abierta en
contra de México.
Después de la valla fronteriza, que por cierto
comenzó a construir el gobierno de Bill Clinton en 1994, el nuevo
presidente de EU tendrá que definir si mantiene la Iniciativa Mérida o
da paso a lo que agentes de seguridad, militares y exmilitares
estadunidenses han planteado desde hace algunos años: tratar a México
como una nación narcoterrorista.
Considerar a los cárteles de la droga ya no como meras organizaciones
delictivas transnacionales, sino como grupos que utilizan el terror en
México para llegar al mercado estadunidense es uno de los enfoques en
los que incluso jefes y oficiales del Ejército y la Marina de México ya
han sido capacitados en Estados Unidos.
Las versiones de presuntos
vínculos de los cárteles mexicanos con organizaciones terroristas de
Medio Oriente, que se difundieron durante la “guerra a las drogas” del
gobierno de Felipe Calderón, apuntan a lo que analistas civiles y
militares han insistido después de una década de violencia que por sus
efectos mortales es similar a la de un conflicto civil interno.
Firmada
en 2007 por el gobierno saliente de George W. Bush y del entrante
Felipe Calderón, la Iniciativa Mérida fue sostenida por el gobierno
demócrata de Barack Obama. Su principal impulsora fue precisamente la
excandidata presidencial, Hillary Clinton, quien como secretaria de
Estado de la administración Obama hizo su primer viaje a México para
acabar de definir la política de ambos países contra el narcotráfico.
El
principal eje fue el combate al narcotráfico, el terrorismo y la
seguridad fronteriza. El segundo, la seguridad pública y la procuración
de justicia. El tercero, la construcción institucional y del estado de
derecho y el último, apoyo a programas sociales.
Después de más de
200 mil muertos y más de 20 mil desaparecidos, las miles de violaciones
a los derechos humanos y la creciente penetración de la delincuencia en
los poderes formales, así como del control de territorios, es claro que
la Iniciativa Mérida se centró en el componente represivo. El resultado
ha sido el descabezamiento de los cárteles del narcotráfico en una
confrontación sin fin de grupos cada vez más atomizados. Lo demás,
también ha sido un fracaso.
La Iniciativa Mérida ha sido mucho más
funcional para el gobierno estadunidense, pues con Calderón logró
alinear la información de inteligencia mexicana a su favor, instalando
agencias civiles y militares en México.
Si Trump le da a su
política de seguridad hacia México un enfoque de narcoterrorismo, sería
de esperar que aumenten las presiones de Washington para una mayor
intervención militar en el combate a los grupos de delincuencia
organizada. Es decir, más años de violencia en México.
@jorgecarrascoa
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