6/15/2017

Otro botón de muestra


Guillermo Almeyra

El fraude era previsible y había sido previsto y, si el PRI recurrió a él en el estado de México, es absurdo creer que no lo hará en 2018 si acaso llegamos a las elecciones presidenciales.
Es pues posible y necesario no ceder la conquista del voto y utilizar las elecciones pero, a condición de no ilusionarse con la vía electoral y de utilizarla, en cambio, como una ocasión para elevar el nivel de organización y la conciencia de los trabajadores-electores tal como propone el CGI-EZLN.
Ahora bien, este nivel es bajísimo ya que por tercera elección consecutiva el número de abstenciones y votos nulos o en blanco superó al de los votantes, de modo que el PRI, con fraude y todo, con su casi 33 por ciento no representa en realidad sino 16 por ciento de la población y Morena menos, a pesar de su campaña.
A eso se suma que el voto a todos los partidos es un voto, en el mejor de los casos, de apoyo al sistema capitalista al que algunos proponen moralizar (Morena) o, en buena medida, un voto clientelista por partidos cuyos programas no son considerados seriamente al momento de sufragar. Ese México ignorante, desorganizado es la base real de Peña Nieto y del PRI.
No sirve de nada acusar de fraude a la oligarquía, dispuesta a aferrarse al poder de todos los modos legales e ilegales posible. ¿Qué creen los acusadores? ¿Creían acaso que enfrentan a un puñado de Carmelitas Descalzas? ¿No basta con los crímenes de Estado, con la corrupción descarada en las gobernaciones y en el poder central?
Lo que hay que discutir es cómo intervenir en la crisis de disolución del Estado capitalista, cómo educar en la lucha a los que se desinforman y desorientan con la televisión de las grandes empresas proimperialistas.
La abstención tan grande es, sobre todo, la suma de la indiferencia y apatía, de la rabia y el asco impotentes, del atraso político, de la desorientación. Esa es la capa de plomo que hay que hacer saltar.
En uno de los estados con mayor número de indígenas, el CGI-EZLN no dio ni siquiera una orientación general de votos y en una campaña muy importante no participó. ¿Creen que la crisis va a esperar continuamente hasta que estén políticamente listos?¿O que basta con agitar y organizar (¿en torno a qué?) sin hacer circular ideas, objetivos, posiciones anticapitalistas para nuclear a los indígenas, los trabajadores de todo tipo, los estudiantes avanzados, contra el gran capital?
Quienes luchan contra la oligarquía son una minoría, la mayor parte de los cuales espera el triunfo de Morena y, una minoría de esa minoría está con la candidatura de Marichuy o con las organizaciones clasistas revolucionarias. ¿No llegó acaso el momento de unir en un solo frente a indigenistas, zapatistas, ecologistas, revolucionarios anticapitalistas? ¿No puede ser este frente el núcleo activo y pensante de una real campaña anticapitalista, clara, profunda, ligada a los intereses de la mayoría?
En Morena hay decenas de miles de luchadores que participan en los movimientos sociales, que tratan de reflexionar, que no están de acuerdo con cada una de las posiciones, cada vez más derechistas, de López Obrador. ¿Cómo influir sobre ellos y ayudarles a pasar de la esperanza en un caudillo a su independencia política basada en la adopción del pensamiento crítico?
No hay otra vía que los llamados fraternos, la eliminación del sectarismo y la confianza en su capacidad de comprensión y de evolución. Pero sólo la organización de luchas en común –como la de Anuee, o la lucha contra el gasolinazo o el rechazo a la infame contrarreforma educativa– puede abatir prejuicios y resquemores, crear las bases para que todos, en todas las organizaciones, comprendan qué es lo que deben superar para concentrar las fuerzas contra el común enemigo imperialista o capitalista nacional.
Los intereses de los indígenas son sagrados. Pero la mayoría de los mexicanos no son indígenas y éstos son, en su mayoría, también artesanos, campesinos, obreros y entre ellos hay estudiantes. Además de los derechos de cada etnia indígena es necesario dar soluciones a cada problema que tiene la población nacional: energía, derechos humanos, educación, necesidad de eliminar la militarización, supresión de las reformas a la Ley Federal del Trabajo, autodefensa, justicia, seguro social universal.
Todos estos puntos podrían confluir en la necesidad de convocar una Asamblea Constituyente que establezca quién y cómo debe gobernar el país.
En lugar que correr solamente hacia un nuevo y masivo fraude electoral en 2018, la enorme masa honesta que quiere en Morena un cambio social real, sin abandonar la campaña electoral debería hacer hincapié en las luchas sociales, políticas e ideológicas o sea en lo que es fundamental para fragmentar el frente burgués y para encontrar aliados en otros sectores de los trabajadores.
El capitalismo se asienta en las cabezas de los que explota. A esas cabezas hay que dirigirse, en la teoría y en la práctica, con brigadas de concientización comuna por comuna y organizando la lucha por las necesidades y las prioridades que la población indique como fundamentales.
Raúl Zibecchi, en su artículo en La Jornada, tiene razón en lo que respecta a la involución política provocada en la izquierda por el electoralismo, pero no muestra cómo superarla. Leopoldo Marechal decía que de los laberintos se sale por arriba. Eso es lo que hay que hacer, para salir de este brete.

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