1/03/2019

Impunidad, desafío para la transformación

La Jornada 

La impunidad está plenamente identificada como uno de los principales lastres para el estado de derecho y el desarrollo económico de México: si por una parte la falta de castigo a los crímenes de alto impacto ha permitido que se perpetúe la espiral de violencia que desde hace más de una década amenaza la integridad física y patrimonial de los mexicanos, por otra, la evasión de las consecuencias legales en los casos de corrupción hace que este abanico de ilícitos le cueste a la economía nacional la pérdida de entre 5 y 10 por ciento de su producto interno bruto.
En particular, la ciudadanía percibe como inaceptable la impunidad de la que suelen gozar los funcionarios de todos los niveles y órdenes del gobierno que incurren en actos de corrupción, tanto por el hecho de que son precisamente los servidores públicos los primeros responsables de cumplir y hacer cumplir las leyes, como por la indignación que genera el desvío de recursos provenientes de los bolsillos de los propios ciudadanos.
Debe recordarse que los interminables escándalos de corrupción y la nula voluntad de sancionar a los culpables constituyeron uno de los rasgos más acusados de la pasada administración priísta, así como una causa directa de la histórica debacle electoral que dicho partido político sufrió en los comicios de 2018.
La percepción ciudadana acerca de la impunidad reinante durante los años recientes se encuentra respaldada por las cifras; de acuerdo con información dada a conocer por la Secretaría de la Función Pública (SFP, dependencia federal encargada de vigilar el desempeño de los funcionarios públicos e inspeccionar el uso del gasto, entre otras atribuciones), de 11 mil 864 expedientes recibidos en 2018 por responsabilidades que involucraban a servidores públicos, sólo 901 casos se saldaron con una sanción, mientras 4 mil 696 concluyeron sin castigo y 6 mil 200 siguen en proceso de análisis. El altísimo grado de ineficacia en la persecución de las malas prácticas de los funcionarios resulta especialmente agraviante si se considera que la SFP recibe para su operación una ingente cantidad de recursos del erario: mil 191 millones de pesos, únicamente en año anterior.
Si por un lado queda claro que el gobierno entrante recibió de su antecesor una situación desastrosa en la materia, es en la misma medida evidente que las autoridades actuales no podrán dar por cumplida la Cuarta Transformación de la vida pública ofrecida en campaña por el presidente Andrés Manuel López Obrador mientras no se haya atajado de manera efectiva y convincente la impunidad que hasta hoy cubre los actos de corrupción cometidos por servidores públicos.

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