11/12/2019

México SA de Carlos Fernández-Vega


Bienvenido Evo Morales
México le concede asilo
Tras la toma de posesión de Evo Morales como presidente de Bolivia, el escritor uruguayo Eduardo Galeano celebró que en la nación andina ese 22 de enero de 2006 fue el último día del miedo; nunca más habrá de paralizarse el pueblo con la sensación de temor ante el poderoso, porque el racismo no es una fatalidad del destino, ni estamos condenados a repetir la historia.
Lamentablemente Galeano se equivocó, porque la execrable historia racista y golpista se repite en el país andino y, con el terror impuesto por quienes orquestaron la caída de Evo Morales, los bolivianos de nueva cuenta sienten miedo y se paralizan con la sensación de temor ante el poderoso.
Casi catorce años después de aquella toma de posesión y del vaticinio de que el miedo llegaba a su fin, Evo Morales fue víctima de un golpe de Estado y su vida corre peligro, y ante la fatalidad del destino aceptó el asilo político concedido por el gobierno mexicano por razones humanitarias y para salvaguardar su vida e integridad ante la crisis que se vive en Bolivia.Bien a bien no se conoce cómo y cuándo llegará a México, pero lo que sí se sabe es que contará con toda la protección del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
En materia de asilo, a lo largo de los años México ha sido generoso y ejemplar en la protección de los perseguidos políticos. No puede olvidarse al gran exilio español, como tampoco al chileno, argentino, uruguayo y de tantas otras nacionalidades víctimas de gobiernos genocidas. Nuestro país se ha caracterizado por su tradición en materia de protección a asilados a lo largo de su historia. Se ha mostrado como un Estado incluyente y solidario cuyas puertas han estado abiertas para quienes han tenido la necesidad de abandonar sus países.
Lo anterior contrasta diametralmente con la cínica actitud del gran orquestador de golpes, desestabilizaciones y asesinatos políticos en América Latina y buena parte del planeta, el gobierno de Estados Unidos, ahora encabezado por el supremacista Donald Trump para quien los tétricos sucesos en Bolivia equivalen a un momento significativo para la democracia en el Hemisferio Occidental.
Más allá del asilo concedido a Evo Morales, el gobierno de López Obrador debe estar atento a los acontecimientos en Bolivia, porque, como ayer lo detalló el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, tenemos 10 mil connacionales que viven en la nación andina y la instrucción que tienen nuestra embajada y el consulado es actuar diligentemente para protegerlos frente a cualquier situación de emergencia que puedan confrontar, sea hoy o los próximos días.
De igual forma, en la mañanera Ebrard explicó que hasta este momento no hemos tenido registro, afortunadamente, de ataques a la sede de la embajada de México o la residencia en la ciudad de La Paz, Bolivia; sin embargo, hemos estado pidiendo la solidaridad internacional por las circunstancias que se han dado. Ayer hubo ataques a otras sedes diplomáticas; entonces, estamos en alerta.
Lo sucedido en Bolivia lo vemos como un grave retroceso para la vida democrática de todo el continente; los golpes militares nunca han traído nada positivo, van en contra, suspenden la vida democrática, las libertades, los derechos de las personas; por consiguiente, estamos muy preocupados. Ese es el punto número uno, digamos, o esencial de la postura de México en esta coyuntura.
Un elemento adicional a destacar es el posicionamiento del gobierno mexicano, en voz de su canciller: podría hacer muchos comentarios sobre la Organización de Estados Americanos, pero México es miembro y hay otros países que seguramente coincidirán con nosotros en pedir una explicación de porqué el silencio de la OEA frente a un pronunciamiento del ejército exigiendo la renuncia del presidente en turno, electo legítimamente por un periodo que concluye en enero de 2020 (léase: Luis Almagro forma parte del golpe).
Las rebanadas del pastel:
Bienvenido Evo Morales.

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