12/03/2022

La Lucha sigue.

 Parte II

 

Madre fundadora, guía, maestra, amiga, abogada, teóloga, defensora de derechos humanos, feminista no son sólo palabras, son definiciones que colocan cuando se les pregunta a quienes han colaborado con ella, como la definen, y que se repiten cuando ella misma se identifica. Lucha Castro es “una defensora de derechos humanos, así tal cual”

Es una mujer del norte, “del desierto, de lo árido y de la carne seca”, como es Chihuahua. Sus “manos piecito” que aprendió a colocar de niña para alcanzar la libertad y superar los muros de su escuela de monjas, los convirtió en un instrumento para que otras mujeres logren la libertad que los muros que el patriarcado les impone. 

Nacida en Villa Ahumada, Chihuahua un 29 de febrero de 1952. Su pueblo natal se ubica entre Ciudad Juárez y Chihuahua, dos puntas de su historia como defensora feminista. Lucha ocupa el tercer lugar de las cuatro hijas (Bertha Alicia, Ana María, Luz Estela y Martha Isela) que parió su madre, Bertha Rodríguez, a quien califica como “una feminista y empresaria increíble”, de ella conoció el valor de la autonomía económica de las mujeres y de la sororidad.

“A los cuatro años mi madre se va a Chihuahua para que pudiéramos estudiar. Yo empecé el kínder a los 4 años y a los 17 ya estaba en primero de Derecho, antes no se requería la edad mínima para entrar a escuela ni a la preparatoria. Cada vacación, me iba al rancho de mi abuela paterna, María, ella tenía una pequeña capillita y ahí iban todos los peregrinos a llevar los exvotos, que son esas pinturas que hacen, en donde la gente habla de los milagros. Me cuentan mis tías abuelas que yo en lugar de jugar con muñecas jugaba con el Santo Niño de Atocha y hacía peregrinaciones con las niñas de ahí, cantando, era un ambiente muy libre”.

Esos juegos infantiles sin duda perfilaron el legado que ha construido y compartido Lucha Castro con sus colegas abogadas. 

Para la actual directora del CEDEHM, el ejemplo que le dejó Lucha se resume en tres cosas concretas: “La congruencia, tenacidad y generosidad con la que se entrega a la causa del bienestar de las demás personas; la alegría con la que afrontaba el diario vivir, en medio de tantos dolores ajenos e injusticias, al final siempre sabe disfrutar, gozar, bailar, reír, amar, compartir…. Siempre pensaba que nadie se imaginaba lo alegre que es y lo divertido que es estar con ella y la profunda espiritualidad desde donde realiza su labor, es decir con un profundo sentido de vocación”.

“Cuando estábamos en Chihuahua nos inscribieron a escuela de monjas y recuerdo que mi primera memoria de libertad y cuestionamiento lo tuve cuando estaba en esa escuela. Era una escuela que tenía unos grandes muros donde las monjas preservaban a las niñas, honorables. Entonces convencí a mis amigas a que nos trepáramos encima de la barda, porque había un parque enorme donde se juntaban las parejitas y para ver qué estaba pasando en el mundo exterior. Entrelazábamos nuestras manos y una niña se subía y nos decía qué era lo que estaba pasando, la llamábamos “Operación piecito” y ese sueño infantil de libertad es el que me ha perseguido en mi vida, ahí aprendí a escuchar lo que la otra percibía desde su realidad y a sentirme también contenta cuando me tocaba explicar lo que yo estaba viendo, pero también cuando era la ‘niña piecito’ y ayudaba a otras. Es así, como decidí convertir mis ‘manos piecito’ para que las mujeres alcanzaran una vida libre de violencia y he puesto mis manos, mis brazos, mi regazo y mi voz para las mujeres.

Ella ha sido consejera para otras mujeres que han tomado en sus manos la defensa de la vida de las mujeres, por ejemplo, la defensora Lydia Cacho, quien conoce a Lucha Castro en los noventa recuerda, “me llamó tanto la atención su claridad para explicar los componentes de la violencia feminicida, de la tortura sexual y a la vez hacerlo con tanta calma y una especie de dulzura comprensiva. En esa primera reunión entendía que la violencia contra mujeres debía explicarse desde la calma y argumentarla con solidez para acceder a la empatía de quien lee o escucha. Lucha es una mujer sumamente espiritual y realista a la vez, ese equilibrio me ha impactad siempre, le aporta una solidez ejemplar a todo lo que hace. Hablando del refugio que yo fundé, Ciam Cancún, Lucha me dijo ‘no des asesoría legal, crea un equipo de defensa jurídica de principio a fin, es la única forma de proteger verdaderamente a las víctimas’, tuvo razón, era una pionera y una visionaria desde el inicio”.

La sororidad fue un legado de su madre “en mi casa mi madre acogió a 14 mujeres más, mi casa era prácticamente una comuna; porque como mayoritariamente la familia de mi padre era del sector rural, mi mamá que era una maestra normalista, tenía mucho la conciencia de mi abuelo que fue fundador del Partido Comunista, creador del primer ejido en Chihuahua, corredor de Flores Magón, era un hombre increíble. Bueno pues ese abuelo mandó a sus hijas a estudiar y mi madre entendió y comprendió la importancia de la educación para las mujeres y entonces todas las primas de los ranchos se fueron a mi casa porque era mi madre la que vivía en la ciudad y que tenía una posición cómoda. Imagínate, 14 primas, más nosotras, aquello era un internado, aquello era alegría, fiesta y también drama”. 

Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Cómo es que decides ingresar a las leyes, que era un mundo masculino, ajeno a las mujeres?

Lucha Castro (LC): En aquel tiempo solo existían tres facultades en la Universidad Autónoma de Chihuahua, una era medicina otra contabilidad – soy alérgica a los números- y la otra era derecho, pero me parece que fue por el tema de la capacidad de indignación. Viviendo en una comuna de puras mujeres y empoderadas, aunque todavía no nos llamábamos feministas, y las primas todas estudiaban carreras propias de las mujeres, ya sabes, enfermería, para maestras, etc.… Sin embargo, ese ambiente nos hizo ser muy sensibles al tema de la discriminación hacia nosotras y entonces fue ahí cuando descubrí poco a poco cómo el patriarcado estaba ensartado en las leyes y algo teníamos que hacer. Si tuviera que decir una palabra del por qué decidí estudiar derecho, la palabra sería indignación porque me indigna la injusticia, me indignó y me seguirá indignando.

LLH: ¿Cuándo te asumes que eres feminista, en qué momento dices sí soy feminista?

LC: Creo que la mayor contribución que yo me reconozco, que es poco conocida, pero que me da a mí mucha satisfacción, es el que hicimos con la compañera Alma Gómez en el 94 cuando. Las madres de Ciudad Juárez, se acercaron y me pidieron que fuera su abogada, en aquel tiempo no había abogadas feministas en Ciudad Juárez y ellas les decían a las autoridades y a quienes venían a visitarlas ‘es que el gobierno no busca a nuestra hijas’, pero no tenían manera de comprobarlo, era su dicho contra el Estado y entonces lo que hice fue algo tan sencillo como el ejercicio de la coadyuvancia, hacer un escrito en donde se le pide al ministerio público que se nos acredite a la madre y a mí, y a Alma Gómez, a solicitar la copia del expediente, solicitamos la copia del expediente y ahí nos dimos cuenta que, por ejemplo, en el caso de Erika Nohemí y Julieta Marlen, dos chicas que estaban desaparecidas desde hacía dos años, los expedientes tenían 7 páginas, o sea; la denuncia de desaparición, un auto de radicación y un oficio de búsqueda, el expediente estaba ahí tirado y a las madres que fueron durante dos años, el ministerio público les decía que ya habían hecho rastreos, que habían hecho cateos en casas, que habían llevado testigos, eran puras mentiras y entonces pudimos documentar eso. 

Lo que sucedió, es que vino Amnistía Internacional a Ciudad Juárez e hizo un informe llamado “Diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua”, escrito desde las madres y eso lo logramos desde la coadyuvancia y estamos hablando de que en esa época no teníamos la reforma del 2011(la reforma que reconoce los derechos humanos como el eje constitucional), pero existía por ahí un artículo constitucional, en donde se determinaba que podía haber coadyuvancia, recordemos que en aquel tiempo las víctimas eran las olvidadas del sistema; no solamente no tenían voz, si algo querían tenían que ir con el ministerio público y si el ministerio público le daba la gana incluía la petición o no. En cambio, con la reforma constitucional, la coadyuvancia en este caso, las representantes de las víctimas podrían incluso interponer el amparo y acusar por delitos diferentes de los del ministerio público. Ese fue un salto cuántico. 

Otra cosa, cuando iba yo a los tribunales llevaba los artículos de CEDAW para obligar a los jueces y juezas a que investigaran porque cuando tenían ellos que resolver se tenían que poner a estudiar los tratados internacionales y qué es lo que nosotras queríamos decir. Esas son de las cosas que me parecen que son importantes con el avance ya en los litigios y ahora están ahí, las madres empoderadas que llegan y piden expedientes, que participan, esos fueron los antecedentes. 

LLH: Fuiste construyendo la evidencia del no actuar de las autoridades. ¿Qué te dio el feminismo, Lucha?

LC: Otra vez tengo que volver a mis raíces. Cuando yo litigué el primer caso de tentativa de feminicidio en el 2007, porque nosotros transitamos, y Chihuahua, fue el primer estado que tuvo el sistema (penal) acusatorio,  yo tenía que entender por qué era tan difícil para un juez o para los operadores del sistema de justicia entender un tema como la violencia familiar, como el feminicidio. Lo entendí perfectamente cuando en un caso de acá, llega la madre y el juez determina que no le da mucha credibilidad al testimonio de la madre porque ella permanecía en mucho silencio y eso se traducía en que había sido aleccionada, lo que no sabía, el pinche juez, es que esta mujer, era una mujer campo, María, nunca había salido a la ciudad, mucho menos había estado en un tribunal y ella estaba en pánico.

El concepto de feminicidio nos lo enseñó Marcela Lagarde, cuando estábamos en Juárez en los litigios, llega Marcela Lagarde y nos explica el concepto, entonces entendemos la responsabilidad del Estado y ahí empiezo a buscar en jurisprudencia internacional, en sentencias internacionales. El bagaje cultural que me dio el feminicidio para el litigio es impresionante porque tú lo puedes verter y también en este caso de tentativa (de feminicidio) de Lolita, cuando le hablaron a la pareja sentimental, el ministerio público le dijo que firmara un acuerdo de no agresión, cuando él se levanta a la computadora para firmar el documento que acababan de imprimir, se levanta y le dice a Lolita ‘acabas de firmar tu sentencia de muerte’. Cuando él regresa, ella dice que quiere hablar y el ministerio público fue fiel a lo que te dice la escuela de derecho, (que) te enseña las circunstancias de tiempo y lugar, a mí dígame qué fue lo que pasó a las tres de la tarde cuándo usted le habló a la policía; significa que solo quieren ver una escena de la película, no la película completa. Si vieran la película completa se darían cuenta perfectamente de toda esta violencia y todas las herramientas que te da el feminismo y yo me asumí como feminista cuando tuve que estudiar más leyes, para llegar más preparada a los tribunales.

Fui, también, muy creativa en los casos de los tribunales, me acuerdo que en un caso que tuve, una mujer que se defendió de su pareja, entonces le daban una penalidad enorme por el homicidio de su pareja, cuando él había entrado a su casa drogado, amenazándola, a ella y a sus hijos de asesinarlos, entonces se volteó el cuchillo y lo mató, todavía ella se sube al carro, no sabía manejar, y lo lleva a la clínica y entonces cuando ya estaba detenida y la iban a sentenciar, cuando le digo al juez: “A ver; don Alejo, (que) es un hombre que enfrentó al crimen organizado cuando lo amanzanaron porque iban a quitarle su racho, sale y mata a todos. Tiene un corrido porque es un hombre chihuahuense bravo y valiente porque defendió como nadie a su familia y a su racho, pero como ella es una mujer y se defendió, ¿ella es una asesina? 

LL: El feminismo es también la vida cotidiana y en esa vida cotidiana, ¿qué te dio?

LC: Me hizo cambiar la forma de la crianza hacia mi familia, la forma de conceptualizarme y aceptarme a mí misma, por supuesto, la cuestión de la repartición del trabajo doméstico. El tema de no culpabilizar por no estar en casa y varias cuestiones que me ayudaron a construirme como una persona con derechos para ser feliz y sin sentimientos de culpa.

Me gusta muchísimo la música y según el estado de ánimo me gusta bailar, cantar, viajar muchísimo y me gusta la poesía, escribir también. La verdad que disfruto cada cosa que hago, nunca había cocinado porque en mi familia se dio una vida privilegiada porque mi madre fue la primera mujer que fue empresaria de la perforación de pozos en el país, así que ella tenía tres empleadas domésticas y teníamos una vida privilegiada, desde el punto de vista económico, pero ahora que vine acá (España), mis compañeros de toda la vida crearon un grupo de WhatsApp que se llama “La lucha sigue” y entonces ahí aprendí a cocinar. Ellos me mandan las recetas, pero me mandan la historia de la abuela, “mi abuela hacía esta receta, pero mi abuela vivía en tal lado” y me cuentan la historia, entonces ya conocemos a las abuelas, a las mamás de ellas y de ellos. Amo también meditar, me parece que esas son algunas de las cosas que me gustan.

LL: Si alguien escribiera tu biografía, ¿con qué frase te gustaría que iniciara y con qué frase cerrarías tu biografía?

LC: Ese es un ejercicio que aprendí. Soy teóloga, entonces me acuerdo que en las clases de escatología, el padre Martínez nos llevó al panteón para que leyéramos los epitafios, entonces, cada quien debía de escribir su epitafio y uno de los epitafios sería, por supuesto la palabra defensora de derechos humanos, pero aquí en el libro que tengo: “Mi horizonte es ser luz que fluya en el amor, desnudo mi consciencia para descubrir las relaciones conmigo misma y con los demás seres de la creación, Asumo el compromiso de reconocer y respaldar su dignidad, pido la gracia para desmontar el falso discurso de libertad; construido con miedos y apegos, para desenmascarar con honestidad mi soberbia, raíz de mi desorden. Confío en Dios padre y madre que abraza mi debilidad, anhelo aprender a ser compartida con mi prójimo a la manera de una buena samaritana, guíame clara luz, no me dejes volver a la madre Tierra con las manos vacías, amén”.

LL: Finalmente te pediría una frase ¿qué es la justicia para Lucha Castro

LC: Es el camino para ayudar a bajar a las crucificadas de la tierra, es el respeto a la dignidad de las personas. La injusticia es cuando pisoteas la dignidad de alguien, me parece que la palabra es dignidad, simplemente dignidad.  

Con lo que termino, hubo un juicio que fue emblemático, por supuesto que fui la abogada de Marisela Escobedo, pero este juicio es de Berenice, una chica que fue asesinada y entonces al terminar con el juicio dije esta poesía porque era una sobrina de Alma Gómez, mi compañera, ella la escribió y la quiero decir.

Nos queremos vivas para escribir poesía, música, historia, para conquistar el cosmos, las profundidades del mar y la cima de la montañas; para usar los espacios públicos para el arte, la cultura, la construcción de ciudadanía, para ocupar los bancos escolares, la curules, las sillas presidenciales y ejecutivas de las empresas. Nos queremos vivas para decirle a los niños, los jóvenes y los adultos que somos iguales en derecho y dignidad, que queremos transitar la vida con ello sin violencia, con amor y respeto, que somos dueñas de nuestros cuerpos y decisiones. Nos queremos vivas para tejer sueños…  

Lee la primera parte de la entrevista:

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