6/14/2008

TLCAN: sueños y realidades


Aída Mendoza Flores
aidamf2003@yahoo.com.mx

Los especialistas universitarios Luis Arturo Ortiz y Alberto Montoya Martín, el legislador Héctor Padilla Gutiérrez, los dirigentes de productores rurales Esther Terán
Velásquez y Cruz López Aguilar coinciden en que los beneficios han sido casi nulos y en sectores como el agropecuario las predicciones son francamente catastróficas. Pero el coordinador general del CAP exige: “Los mexicanos no debemos ser catastrofistas”.

Muy al contrario de las expectativas de rotundo éxito que se tenían hace 16 años cuando se firmaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), a 14 años de su entrada en vigor las evaluaciones están por debajo de ese presagio, es por ello que investigadores, especialistas y legisladores aseguran que los beneficios han sido pocos, casi nulos y en algunos sectores como el agropecuario las predicciones son catastróficas, lo que traerá, seguramente, un impacto negativo en la economía nacional.

Luis Arturo Ortiz, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) considera ante Forum que esa perspectiva ambiciosa de quienes propusieron el TLCAN se debió a los buenos resultados que han tenido tratados económicos establecidos entre países europeos, mismos que preveían una cuota financiera de los Estados más ricos para ayudar a los menos desarrollados como España, y de esa manera impulsar sus respectivas economías, pero en el caso del TLCAN no es así y el tiempo lo ha demostrado, pues desde su origen se mostró el dominio por parte de Estados Unidos.

¿Cuál ha sido la experiencia para México

—Mala. En México la experiencia se ha distinguido por la desaparición y el sometimiento de las pequeñas y medianas industrias frente a las trasnacionales. El caso más claro es el de la Coca-Cola, que ya ha absorbido a las refresqueras nacionales, y no sólo eso, también ha ampliado su mercado a la venta de agua y de frituras.

Ya desde hace dos años en el instituto hicimos una investigación en diversas áreas económicas y créame los resultados no son nada alentadores. Por el contrario, los datos revelan puntos negativos para el país. Por ejemplo, se derrumbó la producción de productos agrícolas, muchas empresas en la industria manufacturera quebraron y las que antes eran exitosas fueron compradas por empresas trasnacionales, como el caso de la industria del tequila que en su mayoría ya es de extranjeros, o de la banca, donde 80 por ciento está en manos ajenas a las de los mexicanos”, continúa el investigador.

Por otro lado, un estudio realizado por la Auditoría Superior de la Federación muestra que el TLCAN ha favorecido únicamente a 10 estados ubicados en el centro y en el norte del país con 93.9 por ciento.

Mientras que en materia de empleo, ningún estudio oficial muestra que haya algún beneficio para México. Hasta el momento la Secretaría de Economía no cuenta con una base de datos que permita disponer de la información sobre este rubro y la mejora de las remuneraciones de los trabajadores de las 19 mil 83 empresas registradas con inversión extranjera directa en el ámbito del TLCAN.

Impacto devastador

Para el investigador Alberto Montoya Martín, profesor de la Universidad Iberoamericana (Uia), de la ciudad de México, el impacto del TLCAN en el campo mexicano ha sido devastador pues ha generado pérdidas en la producción, en la capacidad instalada y en su desarrollo al propiciar la emigración interna y externa de los jóvenes.

Lo anterior, dice ante este medio de comunicación, es la consecuencia de firmar un acuerdo comercial con la mayor potencia agroalimentaria del mundo, Estados Unidos, que con subsidios desestabiliza los precios internacionales de los alimentos; también por no haber emprendido una política que capitalice con infraestructura a más de 800 mil pequeños productores mexicanos.

“Ciertamente, México tiene capacidad para producir sus propios alimentos, pero importar hoy 17 millones de toneladas de granos y tener un déficit comercial superior a los 20 mil millones de dólares, de la firma del TLC a la fecha, muestra que la estrategia de fondo ha sido la equivocada”, sentencia el investigador.

Alberto Montoya considera que la política que permitiría superar este problema es fomentar la producción, productividad y rentabilidad de los campesinos y trabajar con estrategias específicas para toda la cadena, desde el productor primario y de autosubsistencia hasta los grandes productores comerciales nacionales y exportadores. “Empero, México carece de una planeación agropecuaria pese a que en 2003 el gobierno se comprometió con el Acuerdo Federal para el Campo a proponer la Ley de Planeación para la Soberanía y Seguridad Agroalimentaria y Nutricional, aprobada por los diputados en marzo de 2006, no así por los senadores”.
Desgraciadamente, indica, el no haber actuado de manera preventiva y racional en materia agroalimentaria enfrenta ahora a México ante hechos que los mercados internacionales han vuelto más evidentes, donde la nueva realidad es el incremento en los precios del maíz, trigo, arroz y soya.

Entre los factores del aumento al precio de los anteriores granos, el académico de la Dirección de Investigación de la Uia recordó que se debe al mayor consumo alimenticio en el mundo y a la substitución de combustibles fósiles e hidrocarburos por energías renovables.

Estados Unidos –con reservas petroleras para cuatro años– se vio obligado a establecer políticas de sustitución del petróleo por etanol, y estableció programas con fondos de más de 6 mil millones de dólares con el fin de subsidiar la producción de maíz –base de este biocombustible–, más otro subsidio al consumo de etanol con el propósito de cambiar el paradigma de uso de energías.

“Eso indiscutiblemente afecta los precios internacionales que en promedio han aumentado 139 por ciento, al igual que en México, donde como muestra, el arroz Sinaloa pasó de siete a 12 pesos el kilo. Esto se agrava al considerar que el incremento salarial para el año 2008 fue de dos pesos por salario mínimo diario, de forma que los precios de los alimentos afectan especialmente a los 50 millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza”, finaliza con nuestra conversación.

Desventajas para México

Hoy, ante la total liberación de aranceles en maíz, frijol, azúcar y leche en polvo a partir de la entrada en vigor del capítulo agropecuario del TLCAN, organizaciones de productores rurales aseguran que será el primer paso para perder la soberanía alimentaria y llevarlos a la ruina, pues las condiciones de desarrollo de México frente a sus socios comerciales de Estados Unidos y Canadá son de desventaja.
Héctor Padilla Gutiérrez, presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados, califica como dramática la situación que vive el campo mexicano, ya que en 14 años de tratado sólo se han acumulado miseria y migración. “La improductividad y la migración fue apoderándose del campo, todo por dejarlo a la suerte del TLC, sin que el gobierno, de distintos signos políticos, instrumentara nada para ir construyendo el nivel de competencia que necesitábamos. Lo que no se construyó en estos 16 años puede explotar en este año”.

Durante las administraciones de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y lo que va de Felipe Calderón, denuncia el diputado federal, organizaciones de productores plantearon la necesidad de renegociar el TLCAN, pero los tres gobiernos decidieron no enfrentarlo, con el argumento de que no se puede eliminar del tratado el capítulo agropecuario. “Pero nadie planteó eliminar el capítulo agropecuario; renegociar es buscar condiciones mejores en las partes donde estamos en serias desventajas, y no se hizo y ahora la apertura total a partir del 1 de enero nos agarra en esta administración sin una política clara de lo que hay que hacer”.

Advierte el legislador del Partido Revolucionario Institucional: “México puede entrar en una etapa de improductividad de los alimentos elementales, como maíz y frijol, porque todavía la actual administración no instrumenta medidas concretas para enfrentar esta situación”.

Sobre advertencia no hay...

“Desde antes de la firma del TLCAN y su entrada en vigor ya sabíamos que en el artículo 302, titulado Eliminación Arancelaria, se establece que los tres países eliminarán progresivamente sus aranceles aduaneros, en un plazo de 15 años para los productos considerados sensibles, como el maíz, frijol, leche y azúcar, y con ello dar tiempo a México para afianzar esos rubros. Sin embargo, no se hizo nada al respecto”, revela ante Forum la presidenta de la Confederación Nacional de Propietarios Rurales, Esther Terán Velásquez.

No podemos decir, agrega la propietaria rural, que fue la ignorancia la que nos hizo llegar a este momento bajo estas condiciones, no, la propia Secretaría de Economía a través de la Subsecretaría de Negociaciones Comerciales Internacionales efectuó un estudio llamado TLCAN y el sector agropecuario, donde se afirma que dicho rubro presenta problemas estructurales que datan de décadas atrás. “Aunque creo que no todo es negro, la apertura puede ser una excelente oportunidad” si los sectores del país logran alianzas y acuerdos de forma urgente y determinante”.

Al respecto, Cruz López Aguilar, líder de la Confederación Nacional Campesina (CNC) advierte que más un millón 400 mil productores de maíz, frijol y leche entrarán en grave crisis e incluso están en riesgo de perder su fuente de trabajo con esta apertura total y dice estar de acuerdo con quienes señalan que el saldo del tratado es la pérdida de soberanía y seguridad alimentaria, “esto lo podemos observar porque ya existen pronósticos de que los Estados Unidos surtirán en pocos años casi el 90 por ciento de la carne que se consume en México, el 50 por ciento de los granos y alrededor del 100 por ciento de las oleaginosas”.

El representante de los campesinos informa que de 1994 a la fecha, México dejó de percibir más de 12 mil millones de dólares que no se cobraron por aranceles. “Cuando se tenía que haber cobrado hasta un 250 por ciento, sólo se pagó un tres por ciento de cargos al maíz blanco comprado en el extranjero y el uno por ciento al maíz amarillo. Podemos decir que la apertura comercial en realidad se presentó desde hace 14 años”.

El TLCAN se firmó bajo un supuesto programa de subsidio al campo, mismo que en México es casi nulo “mientras que un productor estadunidense recibe del gobierno alrededor de 20 mil dólares, al mexicano sólo le dan 770 dólares”.

Es verdad que esta apertura total elevará la competencia, pero es una competencia desleal, pues los productores de frijol que hoy venden a seis pesos el kilo, tendrán –en los próximos meses– que bajar su precio a tres pesos con 30 centavos; en cuanto a los 200 mil productores de leche que producen 10 mil millones de litros tienen desventaja, ya que a ellos se les paga a cuatro pesos por litro, mientras al año se importan un millón 500 mil litros a un costo de cinco pesos con 11 centavos por litro.

En entrevista por separado, José Luis González Aguilera, coordinador general del Congreso Agrario Permanente (CAP) manifiesta que los mexicanos no debemos ser catastrofistas, todos debemos participar sobre todo las organizaciones, preocupémoslos por producir más y tratar de reducir la marginación y pobreza. “Señores no hay que agarrar a los campesinos como botín para prebendas personales. Les recuerdo que la apertura ya se dio y que desde hace años el arancel es de 2 por ciento y no ha ocurrido nada grave".

Comercio desleal

Yolanda Cristina Massieu Trigo
yolanda_massieu@hotmail.com

Después de la discusión y las movilizaciones de organizaciones rurales y campesinas a principios de año, así como de observar algún debate posterior entre nuestros legisladores, pensé que era posible la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Pero enseguida de la reunión entre los presidentes de Canadá, Estados Unidos y México, en Nueva Orleáns, leo sus tajantes declaraciones sobre los beneficios innegables del TLCAN y la decisión de no revisarlo.

Los argumentos de los tres gobernantes se refieren a que se “dañarían considerablemente las tres economías involucradas y, peor aún, “se crearían fronteras al comercio”, declara el presidente Calderón. Me pregunto: ¿Es que yo vivo en otro mundo, en otro país? ¿Se dañaría la economía mexicana por la renegociación? Aclaro, en primer lugar, que me refiero a la necesidad de revisar el capítulo agropecuario y no todo el TLCAN. Hasta donde sé, en cuanto a productos industrializados nuestras exportaciones al vecino país han crecido y la balanza comercial total es ligeramente superavitaria debido a esto (5 millones de dólares de diferencia a favor de las exportaciones en 2006). Las exportaciones industriales son mayoritarias.

En la agricultura, mientras tanto, la situación que se vive es trágica y las desigualdades entre México y sus dos socios comerciales son evidentes. Sólo comparándonos con Estados Unidos (con quien tenemos más del 80 por ciento de nuestro comercio agropecuario): las tierras irrigadas son 22.5 millones de hectáreas y en el nuestro 6.5, el rendimiento del fríjol es de 1.8 toneladas por hectárea y 0.6 respectivamente, las mismas cifras para el maíz son de 9.4 y 2.5. Las diferencias en los subsidios son aún más impactantes: por productor son de 29 mil 803 dólares anuales en el vecino país y de 720 en México. Debido a este último dato, me asombra aún más la declaración del presidente Bush en la mencionada reunión de Nueva Orleáns, en cuanto a que revisar el tratado es “dar un paso atrás” en materia de libre comercio y a que “es el momento de reducir las barreras comerciales de todo el mundo”.

Me cuestiono otra vez: ¿De qué libre comercio habla el presidente estadunidense, si su país otorga a sus productores agropecuarios 40 veces más subsidios de los que reciben los productores mexicanos? Eso, aquí y en China, se llama comercio desleal. Más asombro aún me causan nuestros gobernantes, creyendo a pies juntillas esto del libre comercio y el mercado, cuando las condiciones desfavorables de los agricultores mexicanos para competir con sus vecinos son claras. Apenas en la reciente visita de Angela Merkel a México, Calderón le aclara que él si cree en el mercado, al tener una reunión con empresarios alemanes. Regresando al agro, los productos cuyas exportaciones al vecino país han aumentado en los años de vigencia del TLCAN: las frutas, las hortalizas y en menor medida las flores, representan beneficios para un reducido número de productores en todo el país (se calcula que cerca de 200 mil). Estos empresarios agrícolas, asociados a corporaciones de EU para la distribución en el mercado estadunidense, ya eran competitivos desde antes del TLCAN. Los productores sinaloenses de jitomate, ejemplo clásico, exportan a Estados Unidos en nicho de invierno desde comienzos del siglo pasado. Lo más preocupante para México son los alimentos básicos, especialmente maíz y frijol, que habían conservado cierta protección en el TLCAN y a partir de este año se liberalizaron totalmente.
La comercialización en el sector maicero está controlada por monopolios como Cargill y Maseca quienes, pese a que los precios internacionales han subido, pueden permitirse controlar el mercado y pagar menos a los productores, ya de por sí descapitalizados y en problemas por tantos años de competencia desleal. Las importaciones han aumentado en los últimos años e inundan el mercado con maíz artificialmente barato por los subsidios. Ello en un contexto en el que se vislumbra escasez futura de las importaciones de EU porque se destinen allá mayores volúmenes del grano para producir etanol, con la consecuente escasez y carestía del alimento básico en nuestro nada halagüeño futuro. El rubro que más éxito ha tenido a partir del TLCAN es la exportación de gente: 6 millones de mexicanos que han ingresado al vecino país en busca de su subsistencia y arriesgando muchas veces la vida, y que han enviado al país 100 mil millones de dólares en 14 años, de los que depende la supervivencia de gran cantidad de familias mexicanas. Se calcula, conservadoramente, que se han perdido cerca de 1 millón 800 mil empleos en el campo mexicano a raíz de la entrada en vigor del tratado. Pero nuestro presidente cree en el mercado y yo me pregunto si vivimos en el mismo país.

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