3/05/2009

La muy oportuna “descomposición” del Estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la represión gubernamental




Adán Salgado Andrade (especial para ARGENPRESS.info)
En el excelente libro “The shock doctrine” de la periodista Naomi Klein, se plantea la tesis central de que en todo el mundo la instauración de brutales medidas económicas y de control social que sólo han favorecido, y continúan favoreciendo, al capitalismo salvaje, se ha facilitado cuando concurren eventos tan catastróficos y graves, que son capaces de poner en “shock” a todo el sistema y que en consecuencia merecen un tratamiento de “shock” acorde a la “dramática” situación.
Por ejemplo, eso pasó cuando el 11 de septiembre del 2001 fueron derribadas las torres gemelas de la ciudad de Nueva York, debido a un muy sospechoso atentado de la organización terrorista Al Qaeda comandada por el (¿escurridizo?) Obama Bin Laden. Fue suficiente para que el gobierno de Bush, en aquel entonces, pretextando una crisis nacional, iniciara su famosa “guerra contra el terrorismo”, la cual, si no se hacía, advirtió, podría ocasionar que “eventos terroristas” tales como el de las torres gemelas, pudieran repetirse y toda la estabilidad de EEUU se colapsara y se viniera abajo. Y tan efectivo fue esa especie de psicótico miedo que se indujo en la mayor parte de los estadounidenses (he conocido gente de ese país que se dice progresista y demócrata, que, sin objetar nada, estuvo de acuerdo con la subsecuentes invasiones a Afganistán y a Irak por motivos de “seguridad nacional”), que aceptaron sin titubeos que se implantaran medidas que inclusive atentaban contra los derechos humanos y las libertades básicas de todos los estadounidenses. Se implementaron ilegales cuestiones que permitían a agencias como el FBI o la CIA espiar telefónicamente a sospechosos, se consideraban “terroristas” a personas que tuvieran descendencia o fueran árabes, se investigaba en las escuelas a profesores y/o alumnos que estuvieran estudiando árabe o interesados en esa cultura, se “invitaba” a la ciudadanía a “denunciar” a cualquier persona que tuviera actividades “raras”, se detenía ilegalmente a cuanto extranjero ingresara o estuviera viviendo en ese país… y muchas otras arbitrariedades que la agencia que se formó especialmente para tal efecto, el “Department of Homeland Security”, coordinó, sin menoscabo de violar abiertamente las libertades civiles y de actuar el gobierno ilegal y hasta fascistamente (además, fue tan efectiva la psicosis creada, que a la fecha varios “patriotas” ciudadanos, voluntariamente se dedican a “cazar” terroristas a través del Internet. Aprenden árabe para hacerse pasar por árabes, ya que continúa el estigma de seguir considerando a dicha nacionalidad como “terrorista”, y espían a organizaciones y ciudadanos árabes con tal de “descubrir” planes para futuros atentados “terroristas”.
Ver mi trabajo en Internet “Los aficionados antiterroristas o de cómo se sigue extendiendo la paranoia ‘antiterrorista’ ”). Pero además la “guerra contra el terrorismo” ha sido un excelente negocio desde entonces por los miles de millones de dólares que EEUU y el resto del mundo, obligado por aquél, han gastado para tenernos “más seguros” (ver mi trabajo en Internet “La amenaza terrorista: El nuevo gran negocio para la industria del miedo”).Los tratamientos de “shock” también se han aplicado cuando se producen fuertes crisis económicas, tales como las que se achacaron a los estados de economía mixta (keynesianos), quienes a finales de los años setenta y principios de los ochenta, aún se guiaban bajo ese esquema, y que comenzaron a experimentar recurrentes problemas económicos (aunque nunca tan graves como los que actualmente se viven, producto de un desregulado, descontrolado y salvaje capitalismo, al que se dejó actuar a sus anchas durante los últimos treinta años). Dichas crisis en realidad no fueron producto de la participación del estado en la economía, sino que se deben al carácter inherentemente crítico y recesivo del sistema capitalista, pero así se hizo ver. Los problemas derivados de dichas crisis, tales como altísimas inflaciones (de mil por ciento o más, o sea, que un artículo podía subir hasta diez veces su valor en sólo un año), además de fuertes deudas externas (las que se debieron a préstamos de bancos extranjeros, con gran ánimo de obtener buenas ganancias), provocaron en la población de tales países (especialmente de la región latinoamericana), una gran preocupación, acompañada de angustias y miedos y una creciente inseguridad económica, pues todo subía inclementemente, menos sus salarios, además de que en cualquier momento podían ser despedidos.
Y se debe señalar, como analiza Naomi Klein en su mencionado libro, que esas crisis e inestabilidades financieras, la mayoría fueron heredadas de las dictaduras militares, sobre todo en Latinoamérica, que fueron infames, violentas, asesinas y autoritarias formas de imposición política (muy bien planeadas y vigiladas por Estados Unidos, la CIA y sus corporaciones), que defendieron solamente los intereses de las empresas y corporaciones extranjeras establecidas en esos países, y de las clases capitalistas “nacionales” ligadas a aquéllas, todo lo cual dio lugar a brutales experimentos económicos, que lo único que provocaron fue una mayor concentración de la riqueza en unas cuantas manos, generalizada pobreza poblacional (los miles de latinoamericanos que se sumaban a los niveles de pauperización, semana a semana, eran dramáticos), niveles de desempleo nunca antes vistos, altísimos niveles de corrupción gubernamental que se alimentaron justamente de los préstamos internacionales, excesivos gastos en compras de armas para que pudieran los militares reprimir sobradamente a sus aterrorizados ciudadanos mientras hacían sus “experimentos económicos”, subsidios y “estímulos fiscales” a las empresas “nacionales” y extranjeras… y otros ilegales saqueos cometidos por aquéllos corruptos, genocidas militares, en contubernio con las mencionadas corporaciones, factores que, en conjunto, fueron las causas que dieron lugar a las abultadas deudas externas mencionadas antes (las que se incrementaron aún más cuando los bancos extranjeros, muy estratégicamente, aumentaron sus tasas de interés a 15% o más, con tal de preparar las condiciones para aplicar los planes de “shock” para “resolver los problemas económicos de las economías emergentes”).
Así que terminadas las dictaduras militares y sus horrores (que más que a la resistencia social, se debieron a que su promotor y patrocinador, el gobierno estadounidense, se percató de que ni habían funcionado como “experimento económico” para resolver las recurrentes crisis económicas, y además estaba saliéndole muy caro seguir sosteniendo a los corruptos, genocidas militares), habiendo hecho la transición a regímenes “democráticamente electos”, los ciudadanos de esos países, por lo menos tenían ya, de acuerdo con la demagogia gubernamental, asegurada su “libertad política”. Pero ante las fuertes crisis e inestabilidades económicas heredadas del pasado (algo que por aquellos años constituía un cotidiano “azote” para la gente, eran las altas tasas de inflación mencionadas arriba, que pulverizaban en una semana el salario del trabajador y cuanto aumento se le otorgara), cualquier receta que bajara antes que nada tan altos índices inflacionarios y “corrigiera” el rumbo económico, era digamos que resignadamente bienvenida por toda la gente, aunque eso requiriera “grandes sacrificios”, sobre todo entre la mayoría de la pauperizada población (en México, por ejemplo, eso comenzó a implantarse en el sexenio de Miguel de la Madrid y aún se recuerdan la cantidad de cierres de empresas públicas o que se vendieron, los masivos despidos de trabajadores a que ello tuvo lugar, el alza generalizada de precios de combustibles, de electricidad, de servicios… las restricciones laborales… pero, efectivamente, la gente estaba resignada pues entendía o se les “hizo entender” que era “por su bien”).
Eso posibilitó a los barones del dinero y a las corporaciones, la imposición de extremas “medidas correctivas”, a través, sobre todo, del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario internacional (FMI), con tal de “aliviar” los problemas económicos (el FMI y el BM, desde entonces, son simples organismos al servicio de las potencias dominantes, las del G-7 más Rusia, encargados de aplicar disciplinaria y draconianamente las recetas administrativas que beneficien no a los países que pretenden “rescatar”, sino a las globales corporaciones industriales y financieras, las pertenecientes justo a esos países dominantes). La exigencia para que tales agencias (al servicio del capitalismo central, como dije), era que el estado vendiera la mayoría de sus empresas públicas, suprimiera sus barreras proteccionistas para alentar el “libre mercado” y disminuyera sus gastos sociales. Esto implanta a nivel mundial al así llamado neoliberalismo, que, como se ve, en lugar de resolver las crisis, las ha agudizado aún más, como sucede con la actual recesión mundial que estamos experimentando, considerada de las peores desde la crisis de 1929.Así pues, fue posible imponer infames “curas económicas” (shock treatment) gracias, como dije, a que en determinado momento los problemas existentes son tan aparentemente graves y “apocalípticos” que no queda de otra. Incluso, cuando ocurren desastres naturales, tales como terremotos, huracanes o inundaciones, los gobiernos, junto con el capitalismo mundial, los aprovechan muy a su favor, con tal de implantar cambios en su propio beneficio.
En México, por ejemplo, tras los sismos de 1985, fue posible en la capital, de las más afectadas zonas, deshacerse de cientos de viejas viviendas y vecindades en renta que fueron sustituidas por masivas construcciones nuevas, las cuales se vendieron a sus propietarios (si podían comprarlas, claro), no se les rentaron, como antes, lo que constituyó un excelente negocio para quienes tuvieron tan oportunista, lucrativa idea. En Estados Unidos, cuando la ciudad de Nueva Orleáns fue afectada por el huracán Katrina, en agosto de 2005, miles de casas del llamado “public housing” – que eran casas que el gobierno digamos que había construido y financiado a precios subsidiados para que las adquiriera la población de bajos ingresos desde la época del “estado benefactor”, el de economía mixta de Roosvelt – fueron arrasadas, lo que de inmediato Bush y sus secuaces aprovecharon para reconstruir a cargo de empresas constructoras privadas, bajo el esquema de venta a precios de mercado, “reales”, y no subsidiados, como era antes......sigue aca.....

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