2/25/2010


Lydia Cacho
Plan B
No me digas que no

Muchos diputados y senadores, no todos desde luego, son vagos, vividores, ignorantes, flojos, corruptos, obcecados o mercaderes de la política. Algunos lo son de tiempo completo y otros a ratos. Algunos son tan cínicos que ponen a su hermana, tía, esposa o madre a hacerles campaña y llegan cuando la cena está servida a tomar su curul. Cierto.

Otros compraron curul a “su partido” para cubrir temas específicos. Por eso tenemos a un director de noticias defendiendo los monopolios mediáticos y corrompiendo políticos con dinero sucio, o a una que sólo busca que se aprueben los casinos de la mafia, o al que se asegurará de bloquear toda iniciativa que permita que en realidad se investigue el lavado de dinero porque afecta sus intereses y los de sus socios. Algunos legisladores y legisladoras se dedican sistemáticamente a desarticular iniciativas porque representan intereses ajenos a los de la sociedad. Otros simplemente no ven el poder transformador en sus manos para generar consensos específicos. A esa mayoría debemos apelar.

Si bien un gran porcentaje son la generación del No (frase atinada de Federico Reyes Heroles) hay que decir que Felipe Calderón ha demostrado una enorme pobreza de operación política. Tenía a Gómez Mont quien en lugar de lograr consensos, como debería, se afanó en ser ariete de Calderón. Nadie en una democracia puede creer que será fácil imponer una agenda legislativa azotándola en la mesa a quienes deben votar por ella. Yo no creo que Calderón sea víctima de un Congreso inoperante, creo que ha sido su cómplice, lo cual no resta responsabilidad al Congreso. Así como se reunió con la DEA para implementar la guerra contra el narco sin consensuar, se ha olvidado que a México lo deben gobernar tres poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.

Por esa ausencia de habilidades y voluntad de negociación del Ejecutivo y el Legislativo, este país tendrá un sistema de justicia penal mediocre, en lugar de uno ideal, por eso se han ido resquebrajando las instancias de transparencia del Estado, por descuidos al legislar y por la obsesión de Calderón de operar en solitario y sabotear su débil liderazgo. En la medida en que el Presidente impone, el Congreso paraliza, y ante esa parálisis Calderón se aísla. Al país le urge que se rompa ese ciclo vicioso. No me parece una tarea imposible.

Yo he sido testigo de cómo un buen cabildeo social multipartidista funciona y genera cambios legislativos importantes en México. Habrá que buscar estrategias de diálogo por aproximaciones sucesivas en lugar de subirnos al ring tomando esquinas. Habrá que pedirle al Presidente que dialogue públicamente con el Congreso, y a las y los legisladores que asuman que tiene en sus manos una misión para destruir o reconstruir a México. Es cierto que el puñado de legisladores que operan para intereses oscuros no van a dialogar, pero la mayoría sí podría hacer la diferencia, ¿quién dirá que sí va por México?

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