12/01/2011

1988 – 2012: ¿Fin de ciclo?


La historia se relata por lo general desde la perspectiva del presente inmediato. Muchas veces esto responde a una mera conveniencia de reinterpretar el pasado basado en las necesidades del momento, pero otras tantas se debe a que se cuenta con mayor información de un suceso que puede valorarse desde otra perspectiva. Aquello que conocemos y llegamos a aceptar como verdad, puede resultar ser una mera interpretación que puede variar al paso del tiempo.

En el contexto actual, México vive un proceso de involución que se ha acelerado en los últimos años, la frustración colectiva se manifiesta mediante la impresión generalizada de que la actual clase política se encuentra blindada de tener la necesidad de emprender cualquier cambio de fondo. El resultado de los esfuerzos colectivos de la sociedad civil en favor de un país democrático que han tenido un carácter tanto generoso como intrépido se percibe como inconcluso en el mejor de los casos.

Como claro reflejo de esa apatía, muy lejos de haber intentado realizar reformismo alguno, se encuentra un PRI revitalizado con amplias posibilidades de regresar al poder. El registro de Enrique Peña Nieto el pasado 27 de Noviembre como precandidato único del PRI exhibe a una organización política orgullosa de sus tradiciones más añejas.

Visto desde una perspectiva más amplia, se trata de un fenómeno inédito a nivel internacional. Con toda proporción guardada, es difícil imaginar al Partido Comunista de la Federación Rusa regresar al poder por la vía de las urnas, o las fuerzas que integraron el Movimiento Nacional hicieran lo propio en España después de la transición en aquel país.

Aquellas naciones que han vivido un cambio político que no siempre ha resultado exitoso, han optado por apostar a un futuro incierto antes de considerar un pasado superado.

Es justo afirmar que los gobiernos emanados del PRI no incurrieron en algunos de los excesos represivos de las dictaduras que padeciesen otros países, y tampoco se afianzaron en un extremo ideológico. La consistencia de ese partido ha sido tal que aún después de 11 años de estar fuera del poder federal mantienen intacta su capacidad de adaptarse a las circunstancias del presente preservando en esencia los mismos métodos.

En el escenario de un triunfo electoral del Partido Revolucionario Institucional en las elecciones federales del 2012, surge la duda si la correlación de fuerzas será similar a la de los últimos años, o si llega a su fin la alianza muchas veces implícita, y en otros casos descarnada, entre ese partido y Acción Nacional.

Existe un consenso en torno a la percepción de que las elecciones de 1988 representaron el principio del fin en el largo predominio de los gobiernos emanados PRI. La candidatura de Cuauhtemoc Cárdenas logró el apoyo de millones de personas hartas de varias décadas de un mismo partido.

Cuando se hace referencia a aquellas elecciones, la mayoría de las veces se hace hincapié en el desaseo electoral, pero igual de trascendente para el país fue aquel acuerdo entre el nuevo gobierno de Carlos Salinas de Gortari y la cúpula del PAN.

Durante aquel sexenio, se reconocieron los primeros triunfos del PAN en las gubernaturas de Baja California y Chihuahua, mientras se reprimía con saña al nuevo partido de izquierda, el PRD. El panismo apoyó todas las iniciativas de Salinas porque compartían la esencia de su programa de gobierno. Cuando Salinas cayó en desgracia al terminar su mandato, el PAN realizó un deslinde oportunista, no obstante supo aprovechar muy bien los espacios de poder que le fueron concedidos.

En el sexenio de Ernesto Zedillo, la apertura de espacios institucionales incluyó al PRD, pero en general la mayoría de los acuerdos trascendentes (como el Fobaproa) siguieron manejándose con el PAN. La continuidad de la misma política macroeconómica aplicada por Salinas y Zedillo estaba garantizada por igual con el triunfo de los candidatos Francisco Labastida o Vicente Fox.

En 2008, la periodista Martha Anaya publicó un excelente libro de entrevistas 1988: El Año que Calló el Sistema con algunos de los partícipes más destacados de aquellos sucesos.

Una de las interpretaciones que emanan de su lectura es que aquel acuerdo entre ambas fuerzas políticas seguía vigente hasta entonces. El ciclo no terminó con la “alternancia de terciopelo” en el año 2000; todo parece indicar que se trató de un acuerdo de sobrevivencia política más amplio.

Esto último quedó evidenciado con mayor claridad una vez que el proceso electoral del 2006 planteó un escenario similar al de 1988 pero en sentido inverso. El PRI cumplió con regresarle al PAN el favor de haber reconocido en los hechos la legitimidad cuestionada de Salinas al haber permitido la toma de posesión de Felipe Calderón.

Existen señales que invitan a la especulación sobre si aquel ciclo que inició en 1988 culminará en 2012 o si se trata de una etapa más del mismo.

Ante la abrumadora victoria del PRI en las elecciones intermedias del 2009, Felipe Calderón se mostró cada vez menos cómodo de sostener una alianza con el partido que facilitó su ascenso a la presidencia.

En 2010 se realizaron las alianzas entre el PAN y PRD en varias elecciones estatales celebradas en ese año. A raíz de ello, se manifestó por primera vez en años una ríspida confrontación verbal entre las cúpulas del PRI y del PAN, que pasaron por acusaciones de traición hasta la exhibición de acuerdos en lo oscurito que dieron una noción a la opinión pública de cómo se han manejado los procesos electorales desde que nacieron las concertaceciones.

Rumbo a la elección del próximo año, la variable principal es que por primera vez en 18 años, el PRI se presenta a una elección presidencial con un impulso ganador.

De consumarse el triunfo de Enrique Peña Nieto, surgirán las siguientes interrogantes:

¿En caso de triunfar de manera holgada le interesará al PRI mantener el proyecto de un bipartidismo con el PAN después de que este ha sufrido un severo desgaste y desprestigio en el ejercicio del poder?

¿Si quedase en tercer lugar en la elección presidencial, volverá a ser el PAN un partido bisagra como lo fue en el sexenio de Carlos Salinas?

¿Podrá la candidatura de Andrés Manuel López Obrador consolidar a la izquierda como la principal oposición al PRI, en un escenario de extrema debilidad del PAN?

No faltan quienes se congratulan de que el PAN va directo al precipicio, ya que la posibilidad de un descalabro mayúsculo en la próxima elección es real. El reciente debate entre los precandidatos del PAN abona a esta percepción, no parecen tener algo sustancial que ofrecerle a los electores que los han abandonado en los últimos años.

Pero por otra parte, la posibilidad de que el pacto entre el PRI y el PAN perdure es imaginable cuando vemos a políticos como Emilio Chuayfett y Carlos Salinas defender la obra de gobierno Felipe Calderón. Acaso cuestionan la eficacia, más no la naturaleza de su proyecto.

Lo deseable sería que los ciudadanos tuviesen consciencia de lo qué en verdad representan los partidos políticos y los candidatos que van a postular, al margen de los acuerdos tras bambalinas y debates simulados. Resultaría sano para el país una consistencia y claridad programática que ha estado ausente desde que existe competencia electoral.

De lo contrario, el país seguirá inmerso en la simulación al ser rehén de la mercadotecnia política que carece de las definiciones que las circunstancias exigen. ¿O acaso ese es el objetivo?

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