Carlos Bonfil
Uno no es serio a los 17 años(Rimbaud). Esta frase es citada en el salón de clase del liceo burgués que frecuenta la adolescente Isabelle (Marine Vacth), quien opta por prostituirse, no por despecho amoroso ni por necesidad económica, sino por el gusto de procurarse una plenitud sexual en compañía de hombres mayores.
En Joven y bella (Jeune et jolie), el
realizador François Ozon explora esta situación en apariencia anómala,
pero que según registros policiacos franceses es práctica común entre
estudiantes de clase media en busca de ingresos mayores para
incrementar su poder adquisitivo. Sin insistir en una pesquisa
sociológica, Ozon toma como inspiración declarada una comedia de
adolescentes, Tiempo de amar (La Boum, Pinoteau,
1980), y propone un giro audaz incorporando en la exploración erótica
adolescente un asunto abordado por Luis Buñuel en Bella de día: el trabajo sexual libremente elegido, ajeno a toda presión económica.
A
un paso de la mayoría de edad, Isabelle incursiona en el mundo de los
encuentros negociados en hoteles de lujo, con hombres maduros
contactados a través de Internet. La joven disfruta la clandestinidad y
el glamur de la prostitución de lujo, y lleva una doble vida frente a
su familia liberal.
Ozon ofrece el fascinante retrato de una joven amoral y
despreocupada que desdeña a sus pretendientes juveniles en beneficio de
experiencias eróticas más fuertes, todo al abrigo de miradas y juicios
ajenos. Esta emancipación del tutelaje liberal de una familia burguesa,
es sintomática de un descontento juvenil muy presente hoy en Europa. A
través de la mirada maliciosa del director fran- cés, la realidad y el
deseo se confunden como en esa imagen en que Isabelle contempla desde
el exterior su propio goce sexual o aquella en la que una mujer madura
(Charlotte Rampling) contempla en el desenfado de la joven sus propias
oportunidades perdidas. Una cinta original y provocadora, en el mejor
estilo de un joven maestro del cine francés actual.
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