11/29/2014

25 de noviembre: No a la impunidad


Palabra de Antígona


"El patriarcado solo se sostiene en el autoritarismo. Sus expresiones se hallan en la vida de relación cotidiana, en la pareja, en la casa, en los hogares, sin duda. Pero sus efectos van mucho más allá, es la historia de la guerra y el poder: están en el sistema de jerarquías, en el gobierno y en los diferentes niveles del Estado"

 Sara Lovera

México DF., 25 nov. 14. AmecoPress.- Sucede que en este país hace 40 años descubrimos que los agravios contra las mujeres, violentadas física o psicológicamente, asesinadas por ser mujeres, fue un descubrimiento al que le pusimos nombre: patriarcado.

El patriarcado solo se sostiene en el autoritarismo. Sus expresiones se hallan en la vida de relación cotidiana, en la pareja, en la casa, en los hogares, sin duda. Pero sus efectos van mucho más allá, es la historia de la guerra y el poder: están en el sistema de jerarquías, en el gobierno y en los diferentes niveles del Estado; en donde, cada vez más, se pospone la democracia y la justicia, tras varios siglos de discursos y análisis. Ahí estamos las mujeres.

Un sistema jerárquico y autoritario que no entiende que la violencia contra las mujeres y contra quienes no tienen poder, es un sistema con las más variadas acciones que afecta la vida de relación entre las personas, la democracia y todos los gobiernos. Es ahí, en ese núcleo de poder donde la violencia es un mecanismo para que sobreviva el estado de cosas.

De ahí proviene el mal entendimiento. ¿Por qué habríamos de sorprendernos de que se use la violencia para combatir lo que violenta al sistema? Al sistema lo violenta la movilización de las y los ciudadanos pidiendo cuentas; al sistema lo violenta que haya quienes denuncian la corrupción, la injusticia, el estado de debilidad de quienes deben impartir justicia; lo violenta que no se le obedezca y no se respete a las instituciones que le dan vida y justifica sus horrores; al Estado y sus gobiernos los violenta quienes no se venden por tres mendrugos y quienes lo cuestionan porque piensan.

La marcha de 20 de noviembre es en sí misma, por su expresión, por quienes se reunieron espontáneamente, organizadamente o simplemente, para decir que no soportan que a cada tramo de su vida nadie escuche que se ha llegado a un límite. Encabezado por las madres y los padres, con participantes, como muchos y muchas, que en el camino de la injusticia hemos perdido a nuestros seres queridos, sin que nadie nos responda.

Es muy peligroso para el gobierno no saber ver ni saber oír. Es peligroso que se vuelva a prácticas usadas antaño, crear un ambiente que produzca miedo, que contribuya a poner una cortina de humo sobre la verdadera protesta. Los testaferros del sistema solamente ven a los aguerridos, desesperados, que reaccionan con una violencia proporcionalmente desigual a la que se ha venido soportando por la población. Los autodenominados anarquistas, son un pequeño grupo localizado, ¿Por qué entonces tanta alharaca? Seguramente para tapar la verdadera violencia cotidiana que la ciudadanía sufre, vive, soporta diariamente.

Los asesores del presidente de la República le están mintiendo. El tema es que urge una reforma del Estado, por una parte, para rearmar las reglas de convivencia, como propone ahora Cuauhtémoc Cárdenas, que no tiene más armadura que su propia vida y su calidad moral; lo mismo que hizo antes denodadamente Porfirio Muñoz Ledo; otros piden la reforma del Estado de Derecho, eso incluye a sus amigos, que tienen micrófono para distraer; algunos más se revelan con distintas manifestaciones, cartas, quejas, demandas, marchas, gritos y hasta esa terrible equivocación juvenil de los petardos.

Estamos en una situación muy complicada. No es tan simple como dice el Secretario de Gobernación, ni tiene sentido hablar de paz en medio de las diatribas y las mentiras; ni se trata de defender al gobierno apabullado con tanto problema heredado de los múltiples gobiernos de los últimos 70 años; ni se trata de pensar que es necesario “matar” a los violentos o encarcelarlos, se trata de entender qué está pasando. Volver a cerrar la válvula de escape es simplemente posponer lo que ya nadie puede parar.

Los asesores ¿entenderán? Por ejemplo qué significa la revolución de las comunicaciones; sabrán medir, mapear, analizar los efectos de las reformas y quiénes se sienten afectados; sabrán qué significa para las mujeres tener un hijo, verlo crecer, mirar como aprende a comer, como da sus primeros pasos, ¿entenderán que el tema no se resuelve con promesas, detenciones sin explicación? Entenderán los egresados de Harvard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts y del ITESO, ¿entenderán algo? los opinadores que no saben la fuerza que una sola madre puede tener para mantener su protesta porque su hijo o hija ha desaparecido.
Además de su falta de entendimiento, tampoco saben historia. Es verdad que La Madre, de Gorki es una novela fundada en un proceso que no entendió el Zar de Rusia, y que no entendió Porfirio Díaz, ni entendieron los dictadores de América Latina; no entienden cuál es la liga vital entre una madre y sus hijos, no por subordinada y utilizada situación explotada por los intereses del sistema, sino la madre que como las madres de Plaza de Mayo, pueden protestar cada jueves durante años, con la herida abierta. A ellas no les conformó nada, absolutamente nada ¿sabrán eso en Bucareli?

Recuerdo que las abogadas intelectuales buscaron para las madres de las asesinadas en Cd. Juárez la reparación del daño: ¿reparación? Y hasta le pusieron una cantidad y un culpable: debía pagarlo el Estado o el Gobierno, nada de ello fue suficiente para Marisela Escobedo, que al final fue asesinada porque quería saber si la justicia era posible y el autor del asesinato de su hija iba a pagar. Y quién en medio de tanta bulla recuerda a Margarita Santizo, quien durante cinco años buscaba a su hijo, Esteban Morales, un policía federal desaparecido en Michoacán, ella se presentó en un féretro a recordar a las autoridades que su última voluntad era reclamarlo frente a Gobernación. Su cuerpo estuvo ahí, nadie hizo la historia precisa, pero ella nunca pudo perdonar.

Se han preguntado los asesores si es posible olvidar. A qué le tiran, a lo de siempre e histórico: que el movimiento amainará en unas cuantas semanas, que la protesta se diluirá, que no haya bronca, que la gente no protestará toda la vida y menos si se la llena de miedo y le presentan directamente a los anarquistas.

De buena fuente estoy enterada, sí hay grupos enviados a aumentar la gresca y el enojo, como aquellos que se confundían con los estudiantes en 1968. ¿Quién y por qué están ahí? Sencillamente porque andan buscando a los culpables, los malos, los violentos, los que efectivamente se equivocan y apoyan al sistema a tener un culpable, pero que finalmente son la expresión del hartazgo, la frustración y la desesperación que se agolpa en el pecho. No entienden que eso no convence a miles.

Por qué, me pregunto, sólo un cronista que yo conozco, ha destacado el tamaño fenomenal de la protesta, su capacidad de tolerancia y su esperanza pacífica, pero entera y mayúscula. De qué habló la marcha, de que la gente está harta, que ha dejado de creer en las patrañas, vengan de donde vengan. Y ahí están devastados e insufribles los políticos armando orquesta y concierto con el discurso oficial. Y muchos que se conocían como de izquierda. Los “violentos”, sirven para apoyar el olvido, y ahí está el foco, y ¿lo demás?.

México era uno antes de Ayotzinapa (en Náhuatl: río de calabacitas) y después será otro. Ayotzinapa, una población del Estado mexicano de Guerrero, conurbada con la ciudad de Tixtla de Guerrero, cabecera del municipio del mismo nombre y sede de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”. El lugar que se volverá imborrable, donde se concentra el odio a la juventud, el deseo de que no exista la pobreza, ni el abandono de más de 12 millones de indígenas mexicanos y mexicanas; el sitio que recuerda que no hay progreso, reformas ni modernidad porque se puede matar de esa manera, desaparecer de esa otra, mantener como si nada la impunidad, dejar un reguero de cenizas en un río, o tenerlos por secuestrados a quienes algunos voceros de siempre pretenden formarles una historia miserable como la que ellos tienen.

El sistema quiere borrar del mapa a quienes protestan desde que Guerrero, sus montañas y su atraso, ha sido cuna de la guerrilla y cuna de la dignidad que cientos, miles, millones de mexicanos y mexicanas han olvidado con tal de un mendrugo porque el hambre, el consumismo y la desventura son parte, dicen, de la condición humana.

Las mujeres tampoco podemos olvidar a las asesinadas sin justicia, ni nos cabe en el alma explicación alguna que no tenga que ver con la voluntad de justicia; no nos convencen, los sabemos históricamente capaces de cualquier cosa para evitar por autoritarismo ser cuestionados. México empieza a ser tierra de nadie, donde cualquier fuego nuevo puede ser el comienzo de otra vida, lo verdaderamente grave será que no podamos evitar otro y otro y otro baño de sangre, contra el que se reveló Antígona.
Foto: Archivo AmecoPress. 

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