–Los secretos de Banff Springs y Colorado Springs
–México: La mezquindad periodística
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El desafío militar vigente para que se apruebe un marco legal que implicaría de facto un “golpe” de subordinación del poder civil al castrense y las labores del Ejército en seguridad pública y hasta de procuración de justicia, que inició Felipe Calderón hace una década y que ratificó Enrique Peña Nieto, tienen componentes nacionales, pero son también imposiciones a México para proteger intereses trasnacionales a nivel continental.
La creciente militarización de México, cuya materialización más reciente es el aval del Congreso para que sean los militares los que se hagan cargo de los puertos del territorio nacional, ha estado también precedida de conciliábulos de prominentes personajes civiles y militares de México con los de otras naciones, específicamente Estados Unidos y Canadá.
Hay dos ejemplos claros de esto: El Foro de América del Norte, celebrado en septiembre de 2006, en Alberta, Canadá, en el que participaron Juan Camilo Mouriño, Ernesto Cordero y Eduardo Medina-Mora, personajes clave del gobierno de Calderón, y la reunión en Colorado Springs, en mayo de 2016, de los secretarios de Defensa, Salvador Cienfuegos, y de Marina, Vidal Francisco Soberón, con los miembros del Comando Norte de Estados Unidos.
Ambas reuniones se caracterizaron por la opacidad y el ocultamiento absolutos desde el punto de vista institucional y cuyos participantes tampoco jamás han hecho pública información que concierne a México, Estados Unidos y Canadá y a sus habitantes, dando lugar, en el mejor de los casos, a la especulación.
El prólogo de la estrategia de “guerra” de Calderón al crimen organizado y la firma del Plan Mérida para recibir ayuda económica de Estados Unidos fue una reunión secreta, realizada entre el 12 y el 14 de septiembre de 2006 –poco después de que fue declarado presidente electo– en el hotel Banff Springs, en la provincia de Alberta, Canadá.
A ese encuentro, de carácter secreto, asistieron Mouriño, quien en el sexenio fue jefe de la Oficina de la Presidencia y luego secretario de Gobernación; Ernesto Cordero, secretario de Hacienda, de Desarrollo Social y prospecto para candidato presidencial, así como Eduardo Medina-Mora, procurador general de la República, actual ministro de la Suprema Corte.
Fueron tres de los 17 mexicanos que participaron, junto con representantes de corporaciones trasnacionales y de la jerarquía militar de Estados Unidos, con el objetivo de “’profundizar la integración de América del Norte” y crear una “zona segura” de abasto de petróleo para la economía de Washington.
Del foro presidido por los ministros de Seguridad Pública y de Defensa de Canadá, Stockwell Day y Gordon O’Connor, respectivamente, y copresidido por Pedro Aspe, secretario de Hacienda de Carlos Salinas; George Shultz, exsecretario de Estado de Estados Unidos, y Meter Lougheed, expremier de Alberta, no se supo nunca oficialmente nada.
En la reunión participaron también el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, así como altos ejecutivos de la industria-militar y de las compañías petroleras, que discutieron, entre otros temas, la “Estrategia energética de América del Norte”, según Michel Chossudovsky, profesor de la Universidad de Ottawa, analista del Centro de Estudios sobre la Globalización y expresidente de la Asociación Canadiense de Estudios Latinoamericanos y Caribeños.
Según el académico, “ministros, generales de cinco estrellas, junto con altos ejecutivos de empresas con intereses en América del Norte se reunieron en el entorno confortable del hotel Fairmont Banff Springs” para, en una “junta secreta”, buscar maneras de “profundizar la integración” de la subregión, lo que debe entenderse –aclaró– como “ceder soberanía nacional en favor de una Norteamérica más fuerte”.
Con esta lógica y quizá derivado de esta reunión de alcance continental es que se instauró en México el Plan Mérida, proyecto semejante al Plan Colombia de ayuda militar de Estados Unidos, cuya militarización es clave. La “guerra” de Calderón no fue, entonces, sólo capricho de él, sino parte de un plan continental para garantizar el abasto energético para América del Norte, privatización del petróleo incluida.
Apenas el 16 mayo, el general Cienfuegos y el almirante Soberón participaron en la ceremonia de entrega del mando del Comando Norte de Estados Unidos, en Colorado, pero ante se reunieron, en privado, con el almirante William Evans Gortney y con la general Lori Jean Robinson, mando saliente y entrante, respectivamente, con el objetivo de fortalecer los vínculos de trabajo conjunto entre las Fuerzas Armadas de América del Norte.
Luego, de manera pública, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Ashton Carter, agradeció a los mandos del Ejército y de la Marina, “nuestros socios mexicanos, por su determinación para ampliar nuestra asociación para la defensa continental”.
Según Carter, “México se ha convertido en un exportador global de seguridad en este continente y más allá de él”.
¿Qué se informó de manera oficial sobre este encuentro de los jerarcas de la Defensa Nacional y de la Marina-Armada de México? Nada, sólo sabemos el resultado: La estridente e insolente demanda militar, de Cienfuegos y Soberón, para que se legalice y amplié la acción castrense en la vida nacional.
¿Es fortuito este activismo de la cúpula de las Fuerzas Armadas y la privatización del sector energético de México, que para México representa no sólo un retroceso histórico y un golpe económico para la mayoría de los mexicanos? Claro que no: Es la subordinación del poder civil al militar de México y de éste al de Washington. ¿Soberanía nacional? ¡Qué tontería!…
Apuntes
El atraso periodístico en México no se explica sólo por su sometimiento a los poderes políticos, económicos, religiosos y aun criminales, sino a su inopia de rigor en algo tan elemental como citar la fuente de la información que sustenta una nota informativa, el género básico de esta actividad.
Proceso publica, desde su portada, el documento oficial de la PGR que, como auditoría jurídica, desbarata la “verdad histórica” del caso Ayotzinapa. Tres semanas después, The New York Times publica una nota informativa con base en la información del semanario, al que cita y al libro de Anabel Hernández, La verdadera noche de Iguala, pero los medios y los opinadores –muchos no periodistas– que publican la información esconden el origen de la misma. Es periodismo sin rigor, mezquino, falto de honradez, el que da lugar a la corrupción.
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado