Será que vienen
encarrerados de muchos años atrás, pero el hecho es que los
especialistas del sector privado, regularmente consultados por el Banco
de México (BdeM), de nueva cuenta recortaron la expectativa de
crecimiento económico del país para 2019.
Sus cálculos suelen no ser exactos, pero de vez en vez se aproximan
al contexto del país, aunque en no pocas ocasiones se quedan cortos. Por
ejemplo, en su primer análisis del sexenio peñanietista (enero de
2013), tales especialistas (34 grupos de análisis y consultoría
económica del sector privado nacional y extranjero, que mes tras mes son
encuestados por el BdeM) ni lejanamente atinaron.
En dicho mes, en plena euforia por las reformas anunciadas
en aquel entonces, los especialistas pronosticaron que en 2013 la
economía mexicana crecería 3.55 por ciento y, ya entrados en gastos,
4.03 en 2014.
La realidad fue brutal, con todo y el Pacto por México, pues ese año el crecimiento
fue de 1.1 por ciento, tres tantos por debajo del cálculo original de
los multicitados especialistas, sin olvidar que en 2014 el avance económico a duras penas fue de 2.1 por ciento, ya con todas los reformas aprobadas y (versión oficial) en operación.
Lo anterior sirve para el contexto, pero en la más reciente encuesta
del BdeM (febrero de 2019) los 34 grupos acordaron sacar la tijera y
recortaron su expectativa de crecimiento para el presente año. En enero
pasado su cálculo fue de 1.8 por ciento y para febrero la redujeron aún
más: 1.64.
Y en su análisis incluyeron la perspectiva de la próxima década,
durante la cual, a su entender, el promedio anual de crecimiento sería
el mismo (2.3 por ciento) que el registrado en los pasados 36 años, es
decir, el periodo neoliberal.
Así, de acuerdo con su óptica, hágase lo que se haga, modifíquese lo
que se modifique, gobierne quien gobierne, los mexicanos estarían
condenados a sobrevivir en una economía perennemente estancada y con
resultados raquíticos, en una suerte, según ellos, de maldición bíblica.
Llama la atención que los especialistas minimizan los efectos
negativos que la corrupción y la impunidad, que campean el escenario
nacional, tienen en el crecimiento de la actividad económica en México.
En cambio, como obstáculo para tal crecimiento, sobrevaloran la
incertidumbre política interna, a la que califican de más peligrosa que la propia
incertidumbre sobre la situación económica interna.
Si bien los grupos de especialistas son más que escépticos en materia
económica, en la tienda de enfrente todo es alegría y optimismo. Un día
sí y el siguiente también, el presidente Andrés Manuel López Obrador
afirma y celebra que en dicho renglón las cosas marchan de maravilla, y,
con la misma periodicidad, el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa,
refrenda el discurso.
De hecho, este último personaje modestamente afirmó:
Vamos muy bien; es el primer mes (del año) y alcanzamos la meta del balance primario con superávit; vamos bastante bien. Qué bueno, pero no puede olvidar que le restan 70 meses para poder cantar victoria.
En vía de mientras, la propia Secretaría de Hacienda informó que en
el primer mes de 2019 los ingresos presupuestarios disminuyeron 7.5 por
ciento en términos reales, en comparación con enero de 2018, y
resultaron inferiores en 24 mil 400 millones de pesos respecto de lo
programado, principalmente por el efecto de un menor precio del barril
mexicano de exportación y producción petrolera. Los ingresos no
petroleros crecieron 3.1 por ciento real anual.
Por el lado del gasto neto presupuestario, Hacienda detalló que éste
fue inferior al programado(36 mil millones depesos). Respecto de enero
de 2018, el gasto presupuestario registró una disminuciónreal de uno por
ciento.
Las rebanadas del pastel
En fin, unos escépticos, otros optimistas, pero lo cierto es que México no puede darse el lujo de seguir con un crecimiento de 2 por ciento como promedio anual.
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