5/19/2019

72º festival de Cannes Violencia urbana y rural

La Jornada

Foto
▲ Elenco y parte de la producción de Los miserables, durante la exhibición de ayer.Foto Afp
El segundo día de la competencia ofreció dos miradas diferentes sobre comunidades al límite, donde la violencia permea la vida cotidiana. La primera es el debut en la ficción del documentalista francés Ladj Ly, titulado Les misérables de forma significativa, pues la acción se localiza en el suburbio parisino de Montfermeil, donde se situaba también la célebre novela de Víctor Hugo. Hoy día sigue siendo una zona pobre, sobre todo en el barrio de población fundamentalmente negra llamado Les Bosquets.
Influida por cierto cine hollywoodense que ha descrito las tensiones entre policía y negros urbanos, la película sigue a tres miembros del Escuadrón Anticrimen en su desempeño habitual. Uno de ellos es un novato que obedece las órdenes de un fascista común y un agente negro. Al investigar el robo de un cachorro de león, los policías arrestan al niño culpable y desatan un minimotín entre sus amigos. Por error, el niño es gravemente herido. Más que atenderlo, los policías con experiencia se preocupan por minimizar el hecho con los líderes comunitarios e intentan adueñarse de las imágenes incriminantes tomadas por un dron. Al parecer el daño se ha controlado. No obstante, al día siguiente los mismos policías sufrirán la venganza de una banda organizada de niños negros.
Dada la experiencia de Ly en el documental, sus imágenes están cargadas de verosimilitud y urgencia. Uno siente una tensión permanente en la interacción de las diversas partes y resulta evidente que la violencia estallará en forma inaplazable. Tal vez lo único que ha hecho falta es una caracterización de las víctimas, pues todo está contado desde la perspectiva de los policías. Pero es una objeción mínima a un testimonio poderoso sobre una forma muy extendida de lucha urbana.
La brasileña Bacurau, de Kleber Mendonca Filho y Juliano Dornelles, peca por su parte de incomprensible. La historia se sitúa en el ficticio pueblo epónimo y durante una hora resulta difícil adivinar de qué va. Una matriarca muere y el lugar parece desaparecer de los mapas. Luego aparecen unos mercenarios gringos, comandados por un alemán (Udo Kier, siniestro y mal actor como siempre), que comienzan a asesinar a los lugareños. Éstos se defienden tomando una droga sicotrópica para animarse con la consecuente masacre.
El ex crítico Mendonca Filho había realizado antes Aquarius (2015), que también compitió en Cannes, y con ella demostró su habilidad para contar una historia lineal sin mayores pretensiones. La culpa, entonces, debe ser de Dornelles. Aunque se trata de una película claramente alegórica, queda por averiguar qué elementos de la realidad brasileña se desean representar. Hay mucha música, muchos colores, violencia… e incoherencia.
Lo que también ha sido un enigma duro de descifrar ha sido la lógica de las funciones de prensa. Diseñadas por el delegado general Thierry Frémaux con la peregrina noción de que la crítica no pueda hablar mal de las películas antes de su pase oficial, dichas funciones han roto un esquema que llevaba décadas funcionando bien. Ahora es imposible seguir un orden establecido. Las proyecciones de prensa pueden ocurrir en la tarde –cuando uno trataba de dedicarse a otras secciones– o a las 10 de la noche, que ya no son horas, francamente.
Twitter: @walyder

No hay comentarios.:

Publicar un comentario