Este suceso representó un hito en la historia de nuestro país, no sólo por la disrupción política de «las doñas», sino también porque este hecho descansa en una certeza: Las mujeres son agentes de lucha y las madres buscadoras, después de medio siglo, continúan resistiendo los embates de la desaparición forzada de sus seres queridos en manos del Estado mexicano.
Y es que, de hecho, fue el primer Comité de Familiares Contra la Represión Política de nuestro país, fundado en 1977 en Monterrey, buscaba la libertad de las y los presos políticos y el esclarecimiento de lo sucedido con las personas víctimas de desaparición forzada. Durante la Guerra Sucia, las madres buscadoras tomaron la rabia y la transformaron en un quehacer político que hoy, a 46 años, debe ser nombrado y recordado cada 28 de agosto.
Las madres buscadoras, acompañadas de otros familiares, iniciaron una huelga de hambre para que ejerciera presión e hiciera más ruido sobre la violencia política y castrense que estaba sucediendo en el país en aquellos años conocidos como la Guerra Sucia.
Este posicionamiento político resulta significativo en nuestro país, no sólo por su disrupción para exponer la colusión del Estado, sino también, se por originarse en un momento de tensión pues se realizó un día antes de que el, entonces, presidente José López Portillo presentara su informe de gobierno.
Y como si la presencia de casi este centenar de mujeres plantadas en un sitio tan importante como la Catedral Metropolitana, no resultara lo suficientemente incómodo para el PRI y sus nexos con el Ejército mexicano, este grupo de buscadoras ingresó al recinto religioso, tomaron uno de los altares y estiraron una manta que decía: «Los encontraremos«.
El acto resultó extremadamente estrepitoso; la lucha política de estas mujeres, que más tarde se conocería popularmente como «las doñas», había sido llevada a un terreno católico prácticamente incorrupto para el México de los años setentas. La protesta de las buscadoras produjo opiniones contrariadas y fueron amedrentadas por las autoridades para retirarlas del lugar, sin embargo, las doñas se mantuvieron en su trinchera un total de 4 días.
Se debe recordar que, en aquellos años, asistir al Zócalo o protestar era un acto de rebeldía, pues se venía de una herida reciente de 1968 que dejó secuelas en la sociedad mexicana. Las personas tenían miedo de acercarse al Zócalo, pues además, estaba prohibido.
De acuerdo con un testimonio de Rosario Ibarra para La Jornada en 2005, las personas visitaban a «las doñas» de forma seguida, les llevaban agua, azúcar, miel y limones para no romper con su huelga de hambre.
Sólo levantaron su campamento cuando el presidente les prometió reunirse personalmente con ellas y un día después de esta promesa, López Portillo anunció la Ley de Amnistía, que beneficiaría a personas exiliadas y criminalizadas por sus labores políticas.
Según presume la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, se encontraron a 148 personas desaparecidas y se liberaron a otras mil 500 que permanecían privadas de su libertad.
En el 2003, la Catedral Metropolitana conmemoró este suceso, invitando a varias de «las doñas» pertenecientes al Comité Eureka, para reconocer su labor en favor de la justicia y de los derechos de las personas desaparecidas.
Y en 2018, es decir, 40 años después de la huelga, las hijas de estas mujeres se reunieron nuevamente en la Catedral para recordar la deuda que el Estado tiene en materia del esclarecimiento de los hechos; hasta nuestros días, la Guerra Sucia continúa siendo un episodio de opacidad, donde aún se dista de que el Estado, en articulación con el Ejército mexicano reconozca su participación activa en la desaparición, tortura y homicidio de miles de personas alrededor del país.
Guerra Sucia. Mujeres al frente de la lucha
La represión política padecida durante los años de la «guerra sucia» fue un importante detonador de la participación femenina en el escenario sociopolítico. Este fenómeno colocó a la mujer/madre en el papel de sujeto colectivo y activo tanto en México como en América Latina.
Los roles tradicionales de las mujeres, esposas, madres y amas de casa se vieron trastocados en los últimos 25 años. Como consecuencia de la represión y desaparición de sus hijas e hijos, las mujeres se movilizaron y organizaron, desempeñaron actividades y entablaron relaciones políticas basadas en las demandas vinculadas a su papel tradicional de productora, reproductora y administradora de lo doméstico-familiar.
Los agrupamientos de las madres de los desaparecidos se crearon en forma espontánea. La ausencia repentina del hijo o de la hija y el absoluto silencio oficial, los pasos comunes por encontrarlos terminaron por juntarlas y unir su búsqueda a través de la creación de nuevas colectividades protagónicas de la lucha contra la represión y el autoritarismo estatal.
Estas organizaciones maternas emergieron también como la piedra angular de los movimientos en defensa de los derechos humanos, entre ellas, la organización Eureka!, donde las mujeres encontraron refugio y la posibilidad de luchar por encontrar a sus hijas e hijos.
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