3/24/2011

El motín de los chamacos en Arizona


Carmen Boullosa

La anécdota parece ficticia, pero dicen que es cierta.
Así la veo yo:

El maestro de Historia y Lengua de una secundaria pública en Arizona no puede asistir a sus clases. Lo reemplaza un suplente. Después de escuchar los (dicen que rutinarios) anuncios en la televisión (que a mí me llaman a sorpresa), los chamacos se niegan a repetir con la pantalla las (rutinarias) frases de lealtad a los Estados Unidos de América.

-¡Somos mexicanos!- le gritan al suplente-, ¡éste es territorio que los gringos nos birlaron!
El suplente les exige que hablen en inglés, “¡Estamos en los Estados Unidos de América!”

-Pues –le contesta un alumno en perfecto inglés sureño, sin ápice de acento extranjero- más te vale que aprendas español y los modos mexicanos, porque a fin de cuentas estas tierras son de México.

Al suplente le disgusta sobremanera la respuesta. Con su enfado, trasluce vulnerabilidad a los alumnos, las palabras lo han hollado. Fingiendo control, intenta ponerlos en orden y hacerlos cumplir con la agenda que dejó el ausente.

-Vamos a leer unas páginas de Mark Twain. Abran sus libros de texto.

Los chamacos no quieren abrir los libros. Cuando por fin acceden, les arrancan hojas y las convierten en objetos arrojadizos que proceden a aventarse los unos a los otros.

Me parece que su guía aquí es el Tom Sawyer de Mark Twain, otro de trece años, que con pies desnudos deambula a lo salvaje.

El suplente los llama al orden. Los muchachos están decididos a almorzárselo, y siguen adelante con su estrategia. Le sorrajan:

-Aquí todos somos ilegales.
-Los gringos son unos racistas.
-Nos quitaron a la mala el territorio.
-Nos tomaron el pelo.
Etcétera.
El suplente vuelve a su casa desmoralizado. Saca fuerzas de flaquezas y escribe a su Senador, reseñándole la turbulenta experiencia. Está sobre todo frustrado. Espera algún día conseguir un puesto de maestro, o mejor todavía, de profesor. Pero ahora no tiene sino migajas, cobra por hora lo que otros dejan de hacer. Es un bateador de reemplazo, y cuando lo invitan a la cancha… ¡topa con puros Tom Sawyers!
Pero tiene fe en sí mismo. Está convencido de que él puede lanzar un home-run. Si le dieran una oportunidad… En la carta que escribe a su Senador, lo intenta. Empieza: “Estimado Senador Russell Pearce”. Le cuenta, de manera sobria, contenida, sin explayarse, cómo fueron los sinsabores del día laboral. La chamacada malportada. No se le ocurre anotar la similitud que hay entre estos rebeldes y Mark Twain, el supuesto objeto de estudio.
Termina escuetamente la narración, y anota sus reflexiones: “Como maestro sustituto, he aprendido que los estudiantes en esta área no quieren recibir educación sino más bien pertenecer a una pandilla y ser gangsters”. De nuevo: no se le ocurre pensar en Mark Twain, no piensa en la rapidez de la inteligencia de este autor, ni lo cita: “La educación consiste sobre todo en lo que hemos desaprendido”.
El sustituto sigue en su carta: “Los estudiantes odian a los Estados Unidos, y están decididos a reclamar esta área para México. Si fuéramos capaces de echar fuera a los ilegales de nuestras escuelas, los tamaños de los grupos se reducirían”. Más agua para su molino. Termina con: “Aplaudo y apoyo sus esfuerzos por detener esta invasión. Cuando los ciudadanos de un país son forzados a hablar la lengua de los invasores, obligados a adoptar sus costumbres, orillados a apoyarlos, ¿no se convierten de hecho en conquistados?” Explica lo fatal, que esta “invasión” torne a su patria en un país del Tercer Mundo. Y de nuevo, aplaude al Senador.
Y sí que pega un home-run. Su carta es un hit cuando es leída ante el Senado de Arizona el 21 de marzo. La ola antiimigrante la abraza y difunde con júbilo.
La cito yo aquí con otro ánimo, para subrayar el timón desgobernado de su aula, el alebreste de los chamacos… y recordar al autor de Tom Sawyer, que bien decía: cada escuela que se cierra, es a futuro una cárcel que se abre. Cada estudiante que echen fuera, será un peligro social.
Los chamacos no lo son ahora. No parecen estar pidiendo ser parte de una pandilla, sino un buen maestro, con inteligente timón.

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