5/05/2011

México, la guerra o la paz

Mientras por un lado parece que al fin se forma un heterogéneo movimiento popular, con la fuerza suficiente para exigir un alto a la política de guerra llevada a cabo por el gobierno mexicano...
Ricardo Mendoza

Mientras por un lado parece que al fin se forma un heterogéneo movimiento popular, con la fuerza suficiente para exigir un alto a la política de guerra llevada a cabo por el gobierno mexicano, este responde insistiendo en el discurso militarista, en el “conmigo o con ellos”, usando además sus medios para manipular una vez más, y tratar de dar la impresión de que la marcha que desde las tierras de zapata se acerca a la capital mexicana solo pide paz, ¿qué paz?, evidentemente el gobierno de Acción Nacional tiene su propia interpretación de esa palabra, una paz fundamentada en los muertos, sostenida por las armas, la paz de los muertos es su oferta, mientras que resulta evidente, no todos nos interesamos en esa supuesta paz.

La lógica capitalista exige al régimen dar un paso más decidido al desmantelamiento total del llamado “estado del bienestar”, en nuestro caso obra del gobierno de Lázaro Cárdenas, producto de la Revolución Mexicana, sostenido e incluso mejorado gracias a la larga lucha dada por la izquierda mexicana (con los comunistas al frente) a través del Siglo XX; pero bien saben los gobernantes que sin importar el signo político de quien administre el país, la oposición a la reforma laboral que devuelva a los trabajadores a su condición de peones, podría conducir al tan temido estallido social, y que mejor forma de prevenir que contar de antemano con una fuerza policiaco-militar, perfectamente entrenada, buen pretexto para desatar una guerra, mantener el sistema de explotación a cualquier precio es el objetivo final.

Asesinados, desaparecidos y ejecutados se han convertido en pan de cada día, tan común que seguramente desde el poder no esperaban que el padre de uno de los caídos pudiera fungir como el aglutinador de la oposición a su política de guerra, pero Sicilia esta echo de otra madera, y el poeta, colaborador de medios tan prestigiosos, como La Jornada y Proceso no iba aceptar convertirse en un nuevo Alejandro Martí, y digno, como no puede ser de otra manera, ha sabido sobreponerse a su trágica perdida, ha sabido trascender una demanda que podía haber quedado en algo personal, y ha conseguido hacer de ella, el eje aglutinador de un clamor creciente a lo largo y ancho del país.

Las voces de las verdaderas víctimas de la guerra calderonista, al fin se han vuelto una sola y junto a ellas se alzan también las conciencias más críticas, pues más allá de las televisoras basta un pequeño análisis para darse cuenta que una bala contra otra bala producen muerte, y que esa lógica extrapolada a este sufrido país arroja miles de muertos, todo mientras el negocio del narco sigue arrojando jugosos dividendos, y la presencia militar en las calles obedece a otro objetivo, la instauración de un estado totalitario cuyas fuerzas represivas gocen del marco jurídico necesario para una actuación impune, en contra de todo opositor, de este modo la lucha contra el narcotráfico no es si no mero pretexto y por lo tanto la vuelta de los militares a los cuarteles se vuelve la demanda fundamental.

Aunque se dan los intentos por minimizar, manipular y ocultar las demandas, a pesar de todo la Marcha nacional por la paz, convocada por el poeta Javier Sicilia, tiene la suficiente fuerza moral como para sobrepasar la manipulación mediática, no ha quedado otro remedio que darle cobertura y esta aunque pequeña o manipulada, consigue al final su objetivo, impactar en todos los estratos de la sociedad mexicana y dejar patente que no todos estamos de acuerdo con Felipe, y que no por ello formamos filas con la delincuencia organizada; lo que al final se consiga con estas movilizaciones todavía está por verse, pues más y más organizaciones se han sumado con un objetivo claro, el fin a la militarización del país, solo resta desear que trascienda la lucha y que no quede en una marcha más, parar la construcción de un estado totalitario es cuestión de supervivencia, una cuestión fundamental

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