5/03/2011

Demasiada ineptitud



Alberto Aziz Nassif

Termina otro periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión y sus resultados son muy cuestionables. Otra vez faltó tiempo, porque se quiso sacar todos pendientes en los últimos días. Otra vez no se lograron los consensos necesarios, porque predominaron intereses grupales y particulares. Otra vez hubo abusos de grupos y poderes fácticos que trataron de imponer sus proyectos en contra del interés nacional. Otra vez las disputas internas de los partidos fueron un obstáculo, y ahora también la rivalidad entre un Senado que hace reformas y diputados que las congelan.

La ineptitud de la clase política tiene secuestrado al país.En la dinámica legislativa —que ya hizo costumbre— se deja para la última semana un conjunto de iniciativas que desborda la capacidad y la racionalidad del poder legislativo. El reloj se convierte en una guillotina que pone todos los reflectores sobre el Congreso de la Unión. En esa semana llegan dictámenes importantes y se aprueban en una de las cámaras, como sucedió ahora con el Senado, que aprobó una reforma política, pero en la otra cámara se congela. México tendrá que esperar, una vez más, otros tiempos para tener reelección de legisladores, candidaturas ciudadanas, mecanismos de consulta popular, nuevas capacidades para el Ejecutivo y el Congreso, etcétera, etcétera.

El PRI de Peña Nieto vetó la reforma política porque, dicen algunos senadores, no se incorporó su regresiva propuesta de restaurar una mayoría artificial (cláusula de gobernabilidad) y, al mismo tiempo, sus operadores intentaron sacar adelante una ley de seguridad nacional militarista.La intensidad de la última semana legislativa sirve también para observar las tensiones que se generan por la dispu
ta de las reglas en el país. En estos días vimos algunas reformas que afortunadamente se lograron detener porque tenían piezas que abiertamente reducían o recortaban derechos: la reforma laboral era una visión empresarial de flexibilización que desaparecía al máximo la protección al trabajador; la reforma de seguridad violaba derechos humanos, quería legitimar que las Fuerzas Armadas fueran ministerio público y cuerpo policiaco.

Hay que reconocer que todavía funcionan algunos espacios en donde la sociedad civil organizada, junto con algunos partidos de izquierda, lograron detener las aberraciones de una iniciativa militarista. En otros casos hay reformas que se congelaron o se olvidaron, como sucedió con la iniciativa sobre reforma fiscal, que hace algunas semanas fue enviada a la congeladora o la ley de radio y televisión, que ya tiene más de un año en el olvido.No se puede dejar de lado la parte positiva, las reformas donde se lograron
amplios consensos, como la ley antimonopolios, que refuerza las capacidades del órgano regulador sobre competencia económica o la ley sobre acciones colectivas. Ahora vamos a ver cómo fortalecer la débil regulación pública sobre los grandes intereses monopólicos. De igual forma, veremos si las acciones colectivas sirven para empoderar ciudadanos frente a abusos en la prestación de servicios o de cara a la impunidad en la impartición de justicia.

En el contraste entre lo aprobado, lo postergado y lo que se dejó a medias, se pueden ver diversas agendas legislativas: las que están vetadas por los jugadores poderosos que no permiten un cambio en las reglas del juego, como el típico caso del duopolio televisivo. Hay una agenda polémica de
reformas que han estado gravitando en las dos cámaras, pero casi siempre hay una razón que termina postergando cambios, como en el tema del régimen político, ampliaciones democráticas, reforma del Estado, reforma laboral, reforma fiscal, que no se han logrado aprobar. Otra de las agendas es la que ha logrado formar consensos, lo cual es factible porque no hay un actor poderoso con capacidad de veto o no afecta los intereses centrales de algún grupo o partido político y, además, se encuentra un momento propicio para legislar, como la reforma de derechos humanos.

El problema con este tipo de agendas es que se pierde el proyecto de país como una comunidad nacional de largo plazo y nos quedamos sólo con retazos y pequeños fragmentos de corto plazo. Entre los desacuerdos quedó el pendiente de nombrar a tres consejeros del IFE, que ya lleva más de 180 días de retraso.En estas semanas de intensidad legislativa vimos cómo estuvo presente la disputa por la sucesión presidencial, pero lo más preocupante es la visión del gobernador Peña Nieto, que quiere una restauración del viejo régimen, que va desde el regreso a las
mayorías artificiales hasta el endurecimiento de la seguridad pública o la renovación del viejo corporativismo sindical, ¿para eso quiere el poder? Pobre México, sobra ineptitud y falta visión de Estado.Investigador del CIESAS
Exceso de democracia?

José Antonio Crespo

En la transición mexicana, pasamos de un régimen con el poder excesivamente centralizado —lo cual daba gobernabilidad pero permitía todo tipo de abuso de forma impune— a otro con el poder excesivamente disperso, lo cual complica la toma de decisiones (y no genera rendición de cuentas). El pluralismo partidista, la competitividad electoral y la alternancia presidencial, son tres elementos que en sí mismos reflejan un avance en la democracia. Pero el régimen que muy bien funcionó bajo un esquema de partido hegemónico (en términos de gobernabilidad autoritaria) ha resultado bastante disfuncional en un esquema de descentralización política. Por un lado surgieron para quedarse los gobiernos divididos, que dada la naturaleza revanchista y poco cooperativa de los partidos complica la toma de decisiones. Además, al tener un Legislativo bicameral hay también dificultad para que ambas cámaras se pongan de acuerdo sobre las iniciativas. Es decir, en términos legislativos, no sólo está el problema propio de un gobierno dividido que entorpece la relación entre Ejecutivo y Legislativo, sino además vienen las frecuentes desavenencias entre cámaras legislativas. Una iniciativa largamente negociada y pulida en una de ellas puede quedarse congelada por meses o años en la otra, o bien quedar desvirtuada.

Es decir, tenemos una lógica de tres actores legislativos, no de dos, cada uno con su propia agenda.A lo cual hay que agregar un esquema de tres partidos grandes, dos de ellos en las antípodas y otro que juega estratégicamente para un lado u otro según su conveniencia. Hay también divisiones y fisuras dentro de los propios partidos, no siempre fáciles de allanar. Así, tenemos un PRD reformista y otro contestatario; un PAN más o menos liberal y otro sumamente conservador; un PRI tecnocrático y otro nacionalista-revolucionario. Lo que apruebe una de las facciones de cada partido en una cámara podría estrellarse con la facción contraria de su propio partido en la otra cámara.

Finalmente, no sólo cuentan las desavenencias por motivos ideológicos dentro y entre los partidos, sino las estratégicas en la pugna por las posiciones políticas. Un partido de oposición puede bloquear o desvirtuar una iniciativa del Ejecutivo para provocar que éste caiga en la siguiente elección (y ocupar su lugar). Y una fracción partidista en una cámara puede bloquear lo que hace su contraparte en la otra.También suele recelarse de quiénes promovieron tal o cual iniciativa en una cámara, que les pueda dar lustre para la siguiente elección; es el caso de la reforma política con Manlio Fabio Beltrones, cuyos rivales peñanietistas en la Cámara Baja no quieren los reflectores para el senador, sino para su jefe. Y no sólo eso, sino que aquellos aspectos de la reforma que puedan estorbar a Peña Nieto como probable presidente podrían ser echados abajo a través de la numerosa bancada que controla, y agregar otras que sí le convengan.

Tienen razón, es cierto, los diputados al afirmar que no podían aprobar una minuta tan controvertida en cuatro días, pero hay periodos extraordinarios. Sólo que éste va a coincidir justo con el proceso electoral en el Estado de México y otras entidades más. Se trata de un problema muchas veces señalado; los tiempos de elecciones (que se celebran todo el tiempo, pese a su reciente compactación), no son buenos para la negociación legislativa. Y falta también la aprobación de los congresos locales.Se puede argumentar que así es la democracia, un aparato más bien torpe pero aporta contrapesos, vigilancia mutua y obliga a la negociación plural. Cierto, pero no es verdad que mientras más se aleja uno del modelo de poder centralizado, más se adentre en la democracia; el polo opuesto de la autocracia no es la democracia, sino la anarquía. Los contrapesos excesivos tienden a convertirse en una trinchera infranqueable.

El “exceso de democracia”, como se le dice a veces a esta situación, tiende a acercarse más a la parálisis y la trabazón que a los sanos contrapesos y negociaciones fructíferas. Por eso me parece más ágil, flexible y eficaz el sistema parlamentario (pero sin bodas monárquicas) que nuestro rígido y poco funcional presidencialismo. En México, encima, ese “exceso de democracia” no se ha traducido en menos abusos, menos corrupción y menos impunidad, porque en esos temas los partidos sí que se ponen de acuerdo con suma rapidez y facilidad
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cres5501@hotmail.com
Investigador del CIDE

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