12/24/2011

El 2011, año de los “indignados”


Silvia Gómez Tagle


Entre las muchas cosas que nos ha dejado el 2011, para cerrar el año hay que recordar algo esperanzador: la participación de los jóvenes en movimientos que han transformado muchos países del orbe. Desde diciembre de 2010, cuando la protesta ignorada de un joven tunecino dio lugar a que se quemara al estilo “bonzo”, los “indignados” han incendiando muchos países.

En Egipto ocurrió algo similar y poco después sucumbió el gobierno dictatorial al embate de una sociedad beligerante. Los “indignados” también llegaron a Israel, donde han representado la aspiración de los valores de igualdad, trabajo y colectivismo que fueron fundadores de ese país, y en contra de la plutocracia y del régimen conservador actual. En Siria se han manifestado en contra de una dictadura criminal, que ha asesinado a cientos de manifestantes, pero aún no ha logrado acallar la acción contenciosa de la sociedad. Caso aparte fue la revolución en Libia, donde las protestas derivaron en una lucha muy violenta y fue necesaria la intervención de las fuerzas armadas de la OTAN para derribar la dictadura de Muammar Gaddafi.

Sin embargo, con diferentes métodos de lucha y habiendo obtenido diferentes resultados, estos movimientos han tenido en común la búsqueda de caminos nuevos de participación, la exigencia de libertades individuales y colectivas, el hartazgo producido por la continuidad de gobiernos autoritarios, con un alto grado de corrupción y de impunidad. En muchos casos el detonante más inmediato fue el efecto devastador de la crisis económica de 2008 y sus secuelas, como la pérdida de empleos, el escaso desarrollo económico y el aumento en el costo de la vida. El caso del joven tunecino Bouazizi es paradigmático, se trató de un universitario desempleado que lograba sobrevivir con la venta de fruta en un puesto ambulante, pero cuando su “negocio” fue destruido por las autoridades con el argumento de que carecía de “permiso para vender”, se vio frente a una vida falta de opciones.

Los estudiantes chilenos han salido a la calle a exigir una educación gratuita y de calidad, los británicos querían obtener un televisor. Los israelíes protestaron por el alto costo de la vida y la falta de vivienda. La mala situación económica, la desigualdad y la falta de oportunidades para los jóvenes están presentes en el origen de estos movimientos, aun cuando los detonantes inmediatos de las movilizaciones hayan sido circunstancias o hechos muy particulares, como el abuso policial en Túnez, en Egipto o en el Reino Unido.

A lo largo del 2011 la furia callejera se ha vuelto contagiosa, pareciera que la indignación popular se ha globalizado. En condiciones muy distintas llegó a Europa, con los estallidos en España, Reino Unido, Grecia e Italia. Se trató de regímenes democráticos, ampliamente consolidados, donde hay instituciones que supuestamente garantizan los derechos humanos y también canales institucionales de participación ciudadana y de representación política. Sin embargo, también el andamiaje institucional de las democracias más añejas ha sido insuficiente.

Los movimientos de los jóvenes han compartido, tanto en Europa, como en Asia, África y América, algunos rasgos sociológicos novedosos. Se ha tratado de ciudadanos con aspiraciones libertarias, sin partidos ni banderas propiamente ideológicas. Aun cuando es fácil advertir que muchas de sus demandas y la crítica a las políticas económicas “neoliberales” se identifican con una noción amplia de la izquierda. Han surgido en gran medida de los jóvenes, sin líderes visibles, que han usado nuevas armas tecnológicas (Facebook, Twitter y iPhone), con lo que rápidamente lograron traspasar las fronteras, colocándose en un espacio político virtual de nuevas dimensiones. Se trata de rebeliones organizadas a través de las redes sociales como Twitter y Facebook, posibilitadas por el celular y contagiadas de un país a otro desde espacios privados, que han puesto en evidencia la trascendencia de la comunicación en la política.

Sin embargo, existe una diferencia básica entre los movimientos en Medio Oriente y en Occidente. Los árabes han luchado con un objetivo claro: fraguar sociedades más abiertas, libres y representativas que rindan cuentas, transparentes y exentas de los caprichos de un tirano. Han emprendido una tarea de creación. En cambio, los manifestantes en NY, Madrid, o Santiago saben contra qué están: contra los banqueros, el capitalismo, la pérdida de empleos; pero no se sabe con la misma claridad en favor de qué sí están. Supuestamente se trata de sociedades democráticas... entonces ¿qué más quieren? ¿Por qué esas democracias no son capaces de dar respuestas a las demandas de las nuevas generaciones?

Tanto a las democracias europeas como a la de Estado Unidos y la chilena se les puede hacer la misma pregunta. ¿Por qué los estudiantes reclaman que la educación superior sea gratuita, o donde los desempleados que protestan por la falta de oportunidades no han encontrado en los partidos políticos los cauces institucionales para que los representen?

sgomez@colmex.mx
Investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México

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