3/27/2012

Ser de izquierda



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ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ


Con un llamado para salvar a México, Andrés Manuel López Obrador se registró como candidato a la Presidencia por la coalición Movimiento Progresista.

En su discurso insistió en que "sólo hay dos opciones: o más de lo mismo o el cambio verdadero", y que frente a la situación que enfrenta el país, la izquierda debe tener un juicio práctico y conducirse con honestidad: "Ser de izquierda es ser honesto y pensar en el prójimo (...) No ser indiferente ante el sufrimiento de nuestros semejantes, que seamos cada vez más humanos; no aceptar la discriminación y racismo, respetar a quienes piensan distinto a nosotros, ser tolerantes, no odiar, sino amar". "No se puede decir que uno es de izquierda y no hacer nada por quien nos necesita".

Los planteamientos de López Obrador calan hondo en una izquierda que se desdibuja entre la pérdida de identidad ideológica y el pragmatismo.

Sin embargo, cuando Andrés Manuel habla de "que no importa la ideología, sino los hombres de buen corazón", cuestiona la esencia de la izquierda misma. Para ésta, la ideología es el ejercicio de la razón, emancipación ante la virulencia del capitalismo y las desigualdades materiales, políticas y sociales que ocasiona. Es la toma de conciencia crítica ante los valores individualistas, del consumo y acumulación que son inherentes al capitalismo y dan sentido al cambio social.

Ser de izquierda no es sólo una definición sujeta al discurso, sino que es congruencia en la acción cotidiana. Por tanto, no se trata de una definición intelectual, sino de principios y valores como igualdad, justicia, libertad, solidaridad y tolerancia en la convivencia con los demás.

Como señala Norberto Bobbio, la izquierda es una colección de valores y no sólo de emociones, como la libertad, la igualdad y la fraternidad: "Derecha e izquierda son dos términos antitéticos que se emplean habitualmente para designar el contraste de las ideologías y de los movimientos en que está dividido el universo, eminentemente conflictivo, del pensamiento y de las acciones políticas", dialécticamente cambiantes.

Así, la izquierda contemporánea tiene que hablar de las desigualdades sociales y los sujetos más desprotegidos, pero también debe integrar a los nuevos sujetos históricos, a los movimientos ciudadanos, las luchas de género, la diversidad sexual, la problemática de los jóvenes e incluso a los empresarios, en la creación de un nuevo régimen político y una sociedad justa, libre, solidaria y diversa, impulsando ejercicios de empoderamiento de los ciudadanos en la conciencia y ejercicio de sus derechos.

No basta ser honesto y de buen corazón. Es también entender la necesidad de crear conciencia de las transformaciones que se requieren para superar los graves problemas de exclusión y desigualdad que prevalecen y entender las características del subdesarrollo en una economía globalizada. Como nunca, está vigente el debate ideológico. Es decir, la confrontación de ideas, conceptos, creencias y modos de pensar de distintas tendencias sociales, políticas o religiosas. No hay nada más ideológico que la afirmación del fin de las ideologías. Sin ir más lejos, la declaración del jefe del Estado vaticano, Joseph Ratzinger, de cara a su visita a Cuba, de que la ideología marxista ya no responde a la realidad, da cuenta de la vigencia de este debate.

Por lo demás, izquierdas y derechas no representan solamente ideologías, indican programas contrapuestos, con intereses y valoraciones distintas, cuya solución pertenece a la acción política ante la sociedad. La izquierda sin acción está condenada al fracaso, pero sin ideología pierde su esencia.

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