10/09/2012

Venezuela, la prueba de las urnas



Alberto Aziz Nassif

Existe una opinión muy amplia que considera que en Venezuela la democracia se encuentra amenazada por el gobierno que encabeza Hugo Chávez desde hace 14 años. El argumento que apoya esta tesis es el control que tiene sobre las instituciones políticas del país y de los medios masivos. Al mismo tiempo, no se puede desconocer que Venezuela no es Cuba, que Chávez ha tenido que ganar las tres elecciones anteriores y que en esta ocasión enfrentó la competencia más reñida que ha tenido y el resultado le dio la victoria con 54.42% de los votos, frente a 44.97% de la oposición.

Antes de las elecciones había señales de que Venezuela enfrentaba una elección reñida. Aunque las plazas llenas no son un indicador de los votos, sí mostraban una enorme efervescencia como no se veía en los últimos años. Un indicador de la competencia fueron las encuestas: de ocho que revisamos, cuatro le daban la victoria a Capriles y las otras cuatro a Chávez.

Hay muchas deficiencias en la democracia venezolana, incluso algunos analistas señalan que se trata de un sistema autoritario o de un populismo con tonos fascistas, pero no se puede negar que ahora la oposición se ha fortalecido y en este proceso electoral ha habido una competencia intensa y polarizada. Pese a que las condiciones electorales no fueron del todo equitativas, la oposición reconoció la derrota y respetó las reglas mínimas de la democracia electoral. Durante la campaña no hubo debates, como sucede en otras democracias. Chávez, al frente de la coalición Gran Polo Patriótico, dijo que no había nada que debatir con Henrique Capriles y se dedicó a descalificarlo como el “candidato burgués”. Pero, sin duda, este joven político ha sido el rival más fuerte con el que se ha enfrentado Chávez.

Venezuela es un país de contrastes y las evaluaciones que se hagan sobre el régimen chavista no ayudan si se quedan en el simplismo del personaje. Desde la escuela francesa de la regulación se considera que ese país tiene una economía rentista, que vive principalmente del petróleo, y con este modelo resulta muy complicado tener un pacto social democrático, en el sentido más avanzado, en donde los sectores de la producción y los actores estatales establezcan acuerdos y, sobre todo, un pacto fiscal que haga viable un desarrollo equilibrado del país y un Estado de bienestar.

En su lugar lo que se tiene es una alta renta petrolera que suplanta la necesidad de un pacto fiscal vigoroso. Con el chavismo una buena parte de la renta petrolera se ha canalizado a programas para combatir la pobreza. En 10 años, según ONU, la pobreza se ha reducido en 21%; hay otras cifras más optimistas que dicen que la pobreza bajó de 60% a 30% y la miseria de 25% a 7%. En cualquier hipótesis, la explicación apunta hacia un presupuesto amplio, 43.2%, que se canaliza a las políticas sociales. El Coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, indica que los venezolanos tienen uno de los mejores rangos de América Latina con 0.394. Otro indicador que mide el estado de la democracia, Latinobarómetro, ubica a Venezuela en un lugar alto en cuanto al apoyo y la satisfacción con la democracia.

En suma, algo ha hecho este régimen que puede tener estos indicadores positivos.
En la oposición se menciona que en el régimen chavista hay desgobierno, mucha corrupción y un enorme despilfarro de recursos, sobre todo de la renta petrolera con la que Chávez hace política e intercambia bienes y servicios por el mundo, a cambio del oro negro que abunda en ese país. No se puede dejar de lado el grave problema de inseguridad que tiene ese país o las restricciones a las libertades de expresión. Resulta complicado combinar de forma armónica las piezas de una democracia con amplias libertades y una economía de mercado que necesita de fuertes mecanismos de regulación pública.

Chávez se ha ido al extremo, en lugar de regular a los intereses los ha suprimido y ha expropiado muchas empresas no estratégicas. Sin negar el juego de intereses que han sido afectados por este régimen, hay que distinguir entre la retórica agresiva y antiestadounidense, la personalidad estrafalaria de Chávez y la condición de frontera de su democracia: un gobierno que controla a las instituciones y un presidente que acaba de ser reelecto por tercera vez (con una participación del 80.9% del electorado) y que estará en el poder —al menos— hasta 2019.
La democracia venezolana seguirá a prueba en estos años. Habrá que ver cómo se dan las nuevas batallas entre un régimen que conserva un apoyo importante y una oposición que se fortalece…

@AzizNassif
Investigador del CIESAS

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