10/04/2013

Iguales desiguales

OPINIÓN
VIOLENCIA
   QUINTO PODER

CIMACFoto: César Martínez López
Por: Argentina Casanova*
Cimacnoticias | México, DF.- 

Hace unos días, en una charla con otras mujeres, hablábamos acerca de los obstáculos que se nos presentan en la vida diaria, esas desigualdades históricas de las que tanto hemos hablado y escrito, kilómetros de papel se han impreso y han movido a muchos documentos después de años de lucha para visibilizar a la violencia estructural que tan sutil se instala y se mimetiza para hacerse discurso que justifica las diferencias, las construye y hace posible que hoy día estemos hablando de que “la cultura de la violencia”, de entrada es casi un oxímoron.

No hay lógica en creer que la violencia sea cultura, es una enunciación contradictoria pero cada vez más aceptada, pronunciada y usada sin desmenuzar lo que implica.

Personalmente la reflexión viene a partir de dos ideas cada vez más claras y nutridas de la experiencia diaria. Para estudiar el sexismo y el patriarcado es menester leer un poco, pero para entender sus dimensiones hace falta en gran medida ser mujer. Aunque ser mujer efectivamente no garantiza su comprensión.

De entrada, un primer discurso vigente hoy día es: las mujeres tienen derechos y vivimos en una sociedad en la que la ley habla y garantiza la igualdad. Son ellas las que no se ven a sí mismas en igualdad.

El segundo discurso vigente es: si el machismo existe es porque las mujeres educan así a sus hijos y ellas son responsables de que ellos las maltraten.

Todas premisas falsas, por supuesto. Pero de complejo e intricada elaboración que necesitamos desarticular a partir del conocimiento y el análisis, pero sobre todo del autoanálisis y la reflexión de las propias mujeres, de dialogarlo y racionalizar los procesos empíricos de existencia y llevarlos al plano de la teorización hasta su comprensión y desarticulación.

Por eso, eventos simples y cotidianos que pasan desapercibidos para la mayoría merecen atención porque nos sirven para enmarcar y visibilizar el patriarcado, mirar sus tentáculos e imbricaciones, pero al mismo tiempo qué tanto nos contagia a nosotras mismas, y qué tanto nos vulnera aún en su forma más sutil, porque al final de cuentas se trata de eso, de no permitir más golpes de un sistema que nos vulnera y nos pone en la indefensión haciéndonos sentir aisladas, desoladas, solas y sin oportunidad de cambiar la realidad de la desigualdad.

En gran medida un concepto a enmarcar es precisamente la relación dicotómica construida desde el discurso occidental que influye en la construcción del pensamiento en la educación formal y en la cultura, en sus estructuras que con defectos patriarcales terminan por ser lo determinante de la sociedad y su “cultura”.

Es lo que nos hace entender la realidad a partir de un “pensamiento lógico” que se basa en entender el mundo en dos colores –blanco y negro–, dos sexos: femenino y masculino, o sé es uno o sé es otro.

Civilización frente a barbarie –¿nos empieza a sonar conocido?– y de ahí pa’delante con racional/irracional, naturaleza/cultura, privado/público, interés particular/bien social, todo deriva del pensamiento formado a partir del discurso social de la sociedad contemporánea, pero que tiene su origen en la visión del mundo desde los pensadores más antiguos de la cultura occidental griega-romana.

Y eso determina su forma de asimilar la realidad y en gran medida incluso cómo aprehenden el conocimiento, cómo aceptan lo que es el pensamiento lógico, y es la medida de sus relaciones humanas.

De ahí que para un hombre es común y obvio entender la noción de igual/desigual, superior/inferior, capaz/incapaz, sin detenerse a comprender aspectos de la igualdad proporcional tan primitiva como Aristóteles mismo, y mucho menos interés demuestran por el más moderno concepto de la igualdad jurídica de género que considera esos puntos en los que dos personas son iguales ante la ley, pero al mismo tiempo pueden ser desiguales para dar a cada cual lo que le corresponde, sin que ello implique que el no ser iguales supone una inferioridad para alguno de ellos.

En gran medida se debe a ese esquema mental occidental que determina sólo lo posible en función de la construcción dual, única noción aprendida respecto a las relaciones humanas basadas en el poder-control, dominio-sumisión, hombre-mujer, superior-inferior, igual-desigual.

Deconstruir es el punto, y eso es algo que podemos hacer las mujeres y los hombres sólo cuando somos capaces de desprendernos de ese método de comprensión de la realidad, el pensamiento occidental, y para ello utilizamos algunas propuestas o corrientes que plantean otro sentido, basándose en otras culturas y en la posibilidad de que el mundo no haya sido dual, sino que hayamos elegido mirarlo así desde los tiempos primitivos.

De entrada considero importante entender que “los rasgos culturales han sido considerados en su mayoría como ‘reflejos’ de estructuras jurídicas primarias que tienen como función esencial la de reforzarlas” (Ortner y Whitehead, 1981).

En la versión marxista de esta perspectiva –sostienen– la cultura suele ser vista como ideología que justifica el “statu quo” y que mitifica las fuentes de la opresión y la explotación, y entonces cobra sentido por qué nos repiten el rollo de que “las mujeres educan a los machistas” y “la cultura es transmitida por las mujeres”.

Se trata de cómo se utiliza la cultura por el sistema patriarcal que en gran medida determina las relaciones humanas, pero también en la corriente marxista se ofrece que “la cultura rara vez es un reflejo exacto de la totalidad”, es decir reconoce que hay partes que se escapan a esa permeabilidad, y son precisamente las personas que no aceptan este tipo de relaciones ni sus reglas verticales hetero normadas, ah y mucho menos construidas a partir de la noción dual hombre-mujer.

Y ese sistema es el que ha alentado, permitido y fortalecido la compresión y naturalización para algunas personas de que las mujeres somos “iguales” en términos de responsabilidades, pero jamás iguales en los derechos, por su imposibilidad de separar lo “desigual” de “inferior”, al menos eso pasa en su lógica dualista-dicotómica.

Twitter: @argentinamex

*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
 

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