2/07/2017

El "negotiator", el vapuleado y el lavador


Trump, Peña Nieto y los muros
Brecha

En lo que fue el final de una semana en extremo tensa en las nuevas relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos, el viernes 27 de enero, durante una conversación telefónica privada, el presidente Donald Trump habría maltratado y humillado a su homólogo Enrique Peña Nieto, hasta el punto de hacerlo balbucear.

Según una versión confidencial obtenida por la periodista mexicana Dolia Estévez, acreditada en Washington, Trump le dijo a Peña Nieto: “No necesito a los mexicanos, no necesito a México, vamos a construir el muro y ustedes van a pagar les guste o no”. Se quejó incluso del mal papel que está haciendo el Ejército mexicano en el combate al narcotráfico y lo amenazó con utilizar la fuerza militar.
Estévez, quien ha cubierto la Casa Blanca durante años y colabora actualmente con la revista Forbes, aseveró el miércoles 1 que se está engañando al público de ambos países al presentar la conversación como “armoniosa” y “muy amistosa”. Estévez dijo que la administración de Trump “no quiere negociar, quiere confrontar a México”. Otro de los dichos del mandatario estadounidense habría sido: “Yo realmente ni quería ir a México en agosto pasado”. Y según Estévez, “ante esa insólita embestida de Trump, Peña no fue firme, balbuceó”.
Estévez comentó que, pese a lo ocurrido, en México siguen creyendo en una negociación con el gobierno de Trump. Según el portal de Aristegui Noticias, la corresponsal en Washington también mencionó una reunión oculta entre el secretario mexicano de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y funcionarios estadounidenses. La nota fue desmentida por la cancillería mexicana, pero por la tarde una versión de Vivian Salama, de Associated Press , con base en una supuesta transcripción de la llamada telefónica entre ambos presidentes a la que la agencia habría tenido acceso, confirmó el reporte inicial de Estévez, poniendo énfasis en la amenaza trumpiana de enviar elementos del Pentágono a territorio mexicano para controlar y detener a los “bad hombres”, como llama Trump a los criminales y narcotraficantes, debido a que el Ejército mexicano “está asustado”.
Una versión posterior de la Cnn, aunque matizada, vino a confirmar que se trató de una estrategia precisa y una filtración intencionada para liberarla a una periodista mexicana con conexiones en Washington, a la que después la agencia estadounidense AP dio solidez y sustento.
Es sabido que el estratega de la Casa Blanca, Steve Ba­nnon, es un experto en sembrar mentiras como parte de la guerra propagandística a favor de la derecha estadounidense. Por otra parte, Trump ha exhibido ante el mundo entero su estilo hostil y su capacidad para mentir y generar miedo. En su libro El arte de negociar, de 1987, escribió: “Me gusta provocar a mis adversarios. Para ver cómo reaccionan; si son débiles, los aplasto, y si son fuertes, negocio”.
Más allá de su veracidad y del hecho de que Trump ha agarrado de sparring al débil Peña Nieto, el ríspido encontronazo fue el colofón de 48 horas de insultos proferidos por funcionarios de la Casa Blanca, los días 25 y 26 de enero, a los integrantes de la delegación de alto nivel enviada por el presidente mexicano a la capital estadounidense.
La misión, encabezada por Videgaray e integrada entre otros por el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, vivió un verdadero cuento de terror, ya que según fuentes periodísticas locales fue sometida a un trato agresivo y humillante por el jefe del gabinete trumpista, Reince Priebus. Corolario: el jueves 26 Trump “desinvitó” públicamente a Peña Nieto al encuentro que ambos sostendrían el 31 de enero, y fue varias horas después que el mandatario mexicano anunció que cancelaba la visita.
Juegos de enredos y presiones
Si bien el viernes 27 el Boston Globe, uno de los más influyentes diarios regionales de Estados Unidos, publicó un excepcional editorial sobre el conflicto, titulado “México enseña a Trump una importante lección sobre los límites del poder presidencial”, la decisión de Peña Nieto no se debió a un proceso de análisis de opciones para alcanzar el mejor objetivo posible para su país, sino a la acción unilateral de Trump y Priebus.
De acuerdo con la narración brindada por el propio Videgaray en la residencia oficial de Los Pinos a legisladores de todos los partidos –a excepción del Morena (el de Andrés Manuel López Obrador), que decidió no ir–, él y su comitiva vivieron en Washington “amenazas reales”. El canciller reconoció que bajo la batuta de Priebus los funcionarios de la Casa Blanca –entre los que figuraron el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, el estratega en jefe presidencial, Steve Bannon, quien desarrolló todo el plan electoral racista antimexicano, y el yerno y asesor de Trump, Jared Kush­ner– los sometieron a “mucha presión y hostilidad”. Y agregó: “Hubo mucha agresión (y se llegó) casi al insulto”. El choque se dio por la insistencia de Trump en que México tendría que pagar el muro.
Según Videgaray, él llegó solo a las oficinas ejecutivas de la Casa Blanca hacia las 7 de la mañana del miércoles 25 para hablar con Kushner, y le dijo que si durante su discurso de ese día en la Secretaría de Seguridad Territorial Trump mencionaba que México pagaría por el muro, como había anticipado en la víspera, la visita de Peña Nieto difícilmente se podría mantener. Cuando una hora después empezó la reunión bilateral, las discusiones se tensaron y hacia el mediodía se pusieron peor debido a una declaración de Trump a Abc News en la que reiteró que México pagaría el muro fronterizo. Entonces la dinámica de la mesa de negociación cambió: el encuentro presidencial del día 31 ya no fue la prioridad, y el diferendo se centró en las opciones por medio de las cuales México pagaría el muro, tema sobre el que las dos partes tenían posiciones excluyentes.
Según versiones periodísticas filtradas por legisladores que se reunieron con Videgaray en Los Pinos, el canciller mexicano comunicó a la presidencia lo que estaba ocurriendo en Wa­shington y pidió al secretario de Hacienda, José Antonio Meade, información sobre temas técnicos para responder a sus contrapartes estadounidenses respecto de las exigencias de pago por el muro. Entre las propuestas manejadas por Priebus y su equipo estuvo la de imponer un arancel de 20 por ciento a las importaciones mexicanas.
Del asombro inicial el gobierno de Peña Nieto pasó a la molestia, y según la crónica de Videgaray, cuando se dieron las presiones, las agresiones y los insultos, él y su comitiva estuvieron a punto de irse. La razón que dio para no hacerlo fue que millones de trabajos en Estados Unidos y México estaban en juego.
Videgaray dijo que Trump había aceptado la propuesta que él le había hecho a Kushner de que no dijera que México pagaría por el muro cuando diera a conocer la orden ejecutiva para su construcción en la Secretaría de Seguridad Territorial, ese mediodía.
En Los Pinos se interpretó como una moderación del tono. Pero leyeron mal el mensaje esquizoide de la administración Trump. La cautela de Peña Nieto y sus asesores resultó tóxica. Y el jueves 26, cuando el presidente mexicano se estaba despertando en la Ciudad de México, Trump anunciaba vía Twitter que retiraba la invitación a Peña Nieto, quien de forma reactiva y tardía dijo que no viajaría a Washington.
Videgaray y Kushner buscaron tender un puente que evitara una ruptura diplomática, cuyo resultado fue la llamada telefónica del viernes 27, con el contenido revelado cinco días después por Dolia Estévez.
Al tomar la palabra en la reu­nión con los legisladores en Los Pinos, Peña Nieto admitió que las relaciones con Estados Unidos se encontraban en un punto “muy delicado”, pero dijo que su gobierno no podía romper ni permitir que se rompieran las pláticas. A su vez, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, reconoció que había “desconcierto”. Es decir, que el gobierno de Peña Nieto no tenía una estrategia que definiera cómo enfrentar el futuro inmediato.
Un modelo trastocado
El conflicto va para largo, pero México ya recibió tres golpes severos. El primero fue la firma de las órdenes ejecutivas de Trump para deportar a migrantes mexicanos y retomar la construcción del muro que desde 1986 se ha venido levantando a lo largo de 1.050 quilómetros, en la frontera común de 3.200 quilómetros.
El segundo golpe fue el trato dado a Videgaray; pero no fue una descortesía, fue una trampa. El mensaje fue que su “amistad” con el yerno de Trump no servía en Washington, o no tenía el amigo correcto. El chisme en los círculos de poder cercanos a la Casa Blanca fue que el superhalcón Steve Bannon –el hombre que difundió las mentiras sobre México durante la campaña y cuyo portal Brietbart News publicó, cuando Peña Nieto ganó la elección presidencial en 2012, que estaba vinculado al narcotráfico– derrotó a Kushner, el yerno del presidente.
El tercer golpe devastador, y el más grave, dada la investidura de los protagonistas, fue la reiteración manifestada por Trump a Peña Nieto de que no es amigo de México, ni piensa ni desea serlo. Esta animadversión ya había sido manifestada a los editores del Wall Street Journal en noviembre de 2015, cuando les dijo “honestamente, no me importa México”, y definió a los mexicanos como “corruptos y tramposos”.
Tras someter a Peña Nieto, a la clase política mexicana y a sus intelectuales orgánicos a la mayor prueba externa de estrés, miedo y terror que se haya vivido desde el siglo XIX, Trump puso además en evidencia el modelo económico al que han apostado en los últimos 30 años las elites vernáculas: a twitazos mañaneros desde Washington demostró que el sueño del “México maquilador” no era tan sólido, y echó de su zona de confort a una oligarquía y una partidocracia tercermundistas que se han visto pasmadas y paralizadas porque el paraíso neocolonial que ayudaron a prohijar a través de una “ventaja competitiva”, esto es, una forma aberrante de esclavitud moderna (verbigracia, la diferencia abismal entre el sueldo de un trabajador mexicano de la industria automotriz, que es de 8,24 dólares por hora, frente al ingreso de su par estadounidense por el mismo trabajo, que es de 46,35 por hora), se trastocó de la noche a la mañana.
La noche del jueves 26 Televisa reunió a un grupo de intelectuales y “comunicadores” que desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari hasta la fecha han venido actuando como reproductores de la ideología dominante, como Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Jorge G Castañeda y Rubén Aguilar, a los que se sumaron los periodistas del principal consorcio mediático privado Denisse Maerker, Joaquín López Dóriga y Carlos Loret de Mola. Frente al acoso de Trump a Peña Nieto, su misión fue discutir quién debía convocar a la “unidad nacional” detrás del presidente de la República.
En ese contexto, cabe destacar las nuevas directrices draconianas incluidas en el decreto ejecutivo sobre las deportaciones de migrantes indocumentados, que ya ha sido definido como una verdadera barbaridad en materia de derechos humanos.
El decreto establece que “cualquier persona que haya sido acusada de cometer un delito penal, aun si no ha sido sentenciada”, o cualquiera que “ha cometido actos que constituyan un delito penal acusable” (es decir, que las autoridades piensen que ha violado la ley, haya sido o no acusado formalmente de un delito), o se haya visto involucrado en una “falsa representación fraudulenta o dolosa” en relación con cualquier tema oficial o solicitud ante una agencia gubernamental, podrá ser deportado. Bajo esas condiciones, prácticamente cualquiera de los 12 millones de “sin papeles” podrá ser acusado de un delito “acusable” y ser deportado de manera obligatoria, con detención, fichaje biométrico y la inhabilitación para entrar legalmente a Estados Unidos durante diez años.
Los halagos de Slim a Trump
El 27 de enero el magnate Carlos Slim, el hombre más rico de México y a quien los millennials quisieran ver como presidente a partir de 2018, dijo que Donald Trump “no es Terminator, es Negotiator”. El racista, xenófobo y misógino que despacha en la Oficina Oval sería un “gran negociador” y tendría “una gran estimación por México”. Para el titular vitalicio del grupo Carso (Telmex, América Móvil, el grupo financiero Inbursa, Compañía Minera Frisco) y accionista mayoritario del The New York Times, que el 17 de diciembre cenó con Trump en Florida, lo peor para tratar con él es “enojarse”; Trump “está provocando para negociar”. A su juicio, Trump sólo encarna una “utopía regresiva”: trata de retornar “a la exitosa sociedad industrial (manufacturera) de Estados Unidos del pasado”.
La retórica de Slim no llamaría la atención si no tuviera tantos intereses en Estados Unidos. Como señaló Mario Maldonado, la relación de Slim con Estados Unidos pasa por tener el control del operador móvil virtual más grande del país (TracFone), ser socio de Larry King en la plataforma de video Ora.tv, lanzar un canal de televisión (Nueva Visión) y ser el mayor accionista individual del New York Times. Además, como reveló la revista Proceso, Carso Energy, de Slim, se asoció con la subsidiaria mexicana de Energy Transfer Partners para vender gas a la Comisión Federal de Electricidad. Sucede que Trump fue accionista de Energy Transfer Partners hasta marzo, al igual que su ahora secretario de Energía y ex gobernador de Texas, Rick Perry. No está de más reseñar que de los 50.700 millones de dólares que se estima posee Carlos Slim, entre 12 y 15 por ciento tienen que ver directamente con sus negocios e inversiones financieras en Estados Unidos.
Miembro de la elite liberal desterritorializada que se benefició del programa de globalización impulsado por la administración de Obama, Slim sabe que el trumpismo es una extensión del neoliberalismo por otros medios. O, al decir de Michael T Klare, una suerte de administración Reagan de los ochenta que ha tomado esteroides para ganar músculo.
Según James Petras, Trump es un “nacionalista-capitalista, un imperialista de mercado y un realista político” dispuesto a pisotear los derechos de los inmigrantes y de la mujer, la legislación sobre cambio climático y los tratados con la población indígena. Al igual que los legisladores republicanos en el Congreso, los miembros de su gabinete están motivados por una ideología belicista más cercana a la doctrina Obama-Clinton que a la agenda de “Estados Unidos primero”.
En ese contexto, el llamado a la “unidad nacional” y a “respaldar” a Peña Nieto formulado por Slim está dirigido a frenar las movilizaciones provocadas por el gasolinazo y encubrir la brutal lucha de clases desatada por los poderes fácticos contra las masas empobrecidas de México.
Tras la agenda de guerra global asimétrica de la administración Obama –con los rescates corporativos, las deportaciones en masa, sus drones y el Estado policíaco represivo–, el régimen neoliberal “recargado” de Trump no significa una ruptura sino que converge perfectamente y garantiza los intereses de la clase capitalista trasnacional.
Como ha señalado W I Robinson en De Obama a Trump: el fracaso de la revolución pasiva, el trumpismo y el brusco giro hacia la extrema derecha en Estados Unidos “es la progresión lógica del sistema político frente a la crisis del capitalismo global”. La elite liberal y su proyecto de globalización capitalista a través del discurso “más amable, más suave” del multiculturalismo –apunta– llegaron a un callejón sin salida y abrieron la caja de Pandora del “fascismo del siglo XXI”. La diferencia clave entre el nazi-fascismo del siglo XX y el resurgimiento de corrientes neofascistas tras la crisis financiera de 2008 es, según Robinson, que el primero “involucró la fusión del capital nacional con el poder político reaccionario y represivo”, en tanto que el segundo supone “la fusión del capital trasnacional con el poder político reaccionario”. En ese sentido, el régimen de Trump representa “la encarnación de la dictadura emergente de la clase capitalista trasnacional”.
Como ha advertido el experto en guerras irregulares y asimétricas Robert Bunker, asistimos a una “insurgencia plutocrática”. Y si bien existen contradicciones y confusión en las elites políticas y económicas trasnacionales, no cabe duda de que, desprovista de las máscaras de la era Obama, la administración Trump puede retrotraer el mundo a la época de las Cruzadas.
Calma chicha empresarial
Aunque en el corto plazo el Plan Energético Estados Unidos Primero, diseñado por el equipo de Donald Trump para la eliminación virtual de todo impedimento a la explotación de petróleo, gas natural y carbón, arroja sombras extraterritoriales sobre México, al igual que Slim los grandes empresarios aglutinados en el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios se han mantenido relativamente tranquilos. El 29 de enero otro millonario, el mandamás del grupo Bimbo, Daniel Servitje, publicó un artículo en el diario conservador Reforma en un tono similar al de Slim, pero enfocado en la defensa del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Aunque lanzó una crítica a la dirigencia gobernante mexicana por los “muros internos” que no se han derribado (“la impunidad, la inseguridad, la corrupción y la pobreza”), llamó a respaldar a Peña Nieto y también apeló a la “unidad nacional”.
Como comienza a manejarse después del grosero trato de Trump a Peña Nieto, la relativa tranquilidad de los grandes banqueros y empresarios de México podría tener que ver con que ya está en marcha, tras bambalinas, una negociación que, más allá del eventual estallido de una guerra comercial, no tocará a fondo los intereses del gran capital.
Brecha, Montevideo, 3-2-2017

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