9/10/2019

Astillero de Julio Hernández López


Ebrard, a rendir cuentas
Contención de migrantes: 56%
Chantaje y reincidencias
¡No te preocupes, Del Mazo!

Hoy México debe rendir cuentas ante Estados Unidos. Muchas cosas han cambiado en cuanto a política migratoria en el país presidido por Andrés Manuel López Obrador, pero en Washington estiman que no es suficiente y presionan en pos de la pieza mayor de su reacomodo en la materia, el tercer país seguro que Palacio Nacional se niega a aceptar formalmente, aunque de facto ya se aplican medidas equivalentes.
Marcelo Ebrard Casaubón es el personaje principal en escena. De hecho, ha asumido funciones parecidas a las de un vicepresidente desde que estalló lo que pudo llegar a ser una crisis económica: es el negociador único en la Casa Blanca, convertido en una especie de Luis Videgaray del periodo peñista; ha tomado bajo su mando, sin recato institucional alguno, las áreas de la administración pública que son necesarias para entregar buenas cuentas a Donald Trump y apuesta al futuro electoral de 2024 desde la condición de eventual secretario expiatorio si algo fracasa o si más adelante es necesario al máximo mando moreno (M3) desmarcarse de los acuerdos con Estados Unidos o responsabilizar de cesiones y arreglos secretos al canciller hasta ahora muy bien reciclado.
El reporte que Ebrard entregará hoy al vicepresidente y al secretario de Estado del país vecino es una vergüenza en términos de principios y doctrina mexicana de política exterior, pero al mismo tiempo es un orgullo del pragmatismo político y diplomático. De las posturas de brazos abiertos a la migración, que anunció López Obrador meses atrás (con ofrecimiento de empleos, educación, atención médica e incluso ayudas económicas directas a los hermanos en busca de cruzar nuestro país), se pasó a la contención y, a la fecha, a la abierta represión mediante fuerzas armadas (la Guardia Nacional militarizada).
Ya ha adelantado Ebrard la cifra de su orgullo antiaranceles: 56 por ciento cayó o se redujo el flujo migratorio hacia el país vecino. Los dos términos antes entrecomillados son un eufemismo, pues no se cayó ni se redujo ese flujo de manera mágica o inanimada: las fuerzas armadas mexicanas impidieron, con el grado de violencia que fuera necesario, el paso de esos migrantes, modificando así de manera trágica la histórica postura de apertura al asilo y de ayuda a los que buscan llegar a otros países.
Una interpretación tan simplista y acomodaticia tiene evidentes puntos débiles: aceptar un chantaje hoy, y cumplir las condiciones impuestas por el amenazador, no garantiza que dicha coerción no vuelva a suceder. Al contrario, al detectarse el punto débil del doblegado resulta tentador (casi obligado) el reiterar las formas de estafa.
Ayer mismo el encargado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, Mark Morgan, dijo que México debe hacer más para frenar el flujo migratorio y aseguró que en Washington mantiene la intención de hacer que México acepte ser formalmente un tercer país seguro. El canciller Ebrard salió con rapidez a negar que pueda formalizarse tal pretensión. En realidad, no hace falta poner por escrito ni darle carácter de acuerdo explícito a lo que ya está en curso: la supresión vertiginosa de la tradicional política internacional de México, en materia de migración y asilo, y el sometimiento de nuestro país a las intenciones y dictados del país norteño que mantiene como daga en lo alto la amenaza de imponer aranceles a México cuando lo considera conveniente o necesario.
¡Hasta mañana, con un mensaje para el amigo mexiquense: no te preocupes, Alfredo (del Mazo)!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero

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