9/20/2020

Guapis/Cuties


Es curioso y a la vez un tanto revelador que una pequeña película francesa distribuida por la plataforma Netflix suscite hoy cierta polémica en medios tradicionalistas estadunidenses por su tratamiento inusual de la sensualidad preadolescente femenina. Es posible que el motivo real de inquietud no sea precisamente la manera desenfadada y gráfica en que en una cinta comercial un grupo de niñas púberes expresan, mediante el baile, la relación muy libre con sus cuerpos y la búsqueda de una identidad propia, sino el hecho de que las protagonistas pertenezcan, casi todas, a minorías étnicas desfavorecidas, y que su conducta suponga un desafío al espacio social que se les reserva en Francia, un país pretendidamente defensor de todas sus libertades.

Guapis (Mignonnes, 2020; Cuties, título en inglés), primer largometraje de la franco-senegalesa Maïmouna Doucouré, relata la historia de la estudiante de 11 años Amina (formidable Fathia Youssouf), quien pacientemente soporta las imposiciones morales de su familia musulmana en un medio social francés, donde una vieja tradición hermética se ve obligada a lidiar con los estilos de vida mucho más liberales de la diversidad cultural.

Este conflicto lo vive la joven Amy en un desasiego continuo que se traduce en timidez y baja autoestima. Esa sensación se agudiza al descubrir que su madre padece a su vez el abandono de su esposo, quien ha partido a Senegal en busca de una segunda esposa, a quien luego habrá de incorporar al domicilio conyugal, en obediencia a una tradición que autoriza la poligamia. Esa situación que vive la madre con frustración y angustia es sólo un dramático preludio de lo que la suerte le depara a la joven en su eventual ingreso a la edad adulta.

Las mujeres que rodean a Amy le recuerdan que toda mujer debe ser siempre modesta, obedecer sin protestar a su marido y agradar en todo a su madre. A lo largo de todo su relato, la película Guapis procede a cuestionar ese entramado de imperativos patriarcales.

La paulatina emancipación moral de Amy se produce de forma novedosa y, para algunos, perturbador. Un grupo de condiscípulas rebeldes, autodenominadas Mignonnes (guapis), la admiten a regañadientes en sus planes para participar en un concurso de baile. A partir de modelos promovidos en las redes sociales, e ingenuamente imitados por las inquietas preadolescentes, el baile se vuelve una expresión corporal y una coreografía sensual que practicada y exhibida por menores casi niñas, flirtea peligrosamente con las conductas lascivas. Resulta claro que la directora no reivindica de modo alguno el comportamiento que tanto indigna a los detractores de la cinta, y que, por el contrario, muestra, sin rodeos, los efectos tóxicos de una cultura audiovisual que impone a esas menores algunos patrones de sensualidad tan seductores como confusos.

En el caso de Amy y sus amigas, la imitación ciega de esos modelos choca de frente con los valores tradicionales de sus comunidades de origen, suscitando un escándalo público todavía mayor. En el contexto de una Francia multicultural, con gran diversidad étnica, el caso de Amy es particularmente emblemático. A sus 11 años vive ya el drama de verse caracterizada por su propia familia como una joven poseída por fuerzas malignas y por lo mismo candidata a todo tipo de exorcismos, mientras se siente a su vez solidaria con la madre víctima de adulterios comunitariamente permitidos. Una de las escenas más intensas la muestra escondida bajo una cama, llorando en silencio al escuchar los agravios que soporta su progenitora.

La película transita de la comedia al drama con un ritmo atractivo y muy ágil, encaminado todo al momento culminante de la presentación en público del baile controvertido. Pero eso es sólo anécdota y pretexto para lo que verdaderamente importa a la realizadora y que consiste en referir el proceso de la púber Amy para arribar a una madurez moral y sobre todo conquistar una identidad propia.

La cinta habría ganado mucho desplegando un fresco social más amplio sin detenerse demasiado en las peripecias genéricas de una comedia juvenil. Pero ese es un reparo mínimo y subjetivo que poco afecta a un relato fascinante en el que destacan dos actuaciones soberbias: Fathia Youssouf en el papel de Amy y Maïmouna Guey personificando de modo camaleónico a su madre. Guapis/Cuties obtuvo el premio a la mejor dirección en el Festival de Cine de Sundance.

Estreno disponible en la plataforma Netflix.

Twitter: @CarlosBonfil1

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