8/19/2010

La columna de Ibarra Aguirre


Utopía

La guerra de Calderón


Eduardo Ibarra Aguirre


Con todo y Diálogo por la seguridad. Evaluación y fortalecimiento, dizque para formular una política de Estado –¿o sencillamente transexenal?-- frente al narcotráfico y el crimen organizado, cuatro años después de que comenzó la guerra de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el señor insiste: “Como nunca antes, estamos debilitando las estructuras logísticas y financieras de la delincuencia”.


En la víspera del IV Informe de Gobierno y a un centenar de días del inicio formal del declive presidencial --el otro, el real comenzó temprano--, el inquilino principal de Los Pinos no se compadece de la incompetencia generalizada, misma que le impidió convocar como es debido a los coordinadores parlamentarios de los partidos Revolucionario Institucional y del Trabajo en el Senado, y a éstos más el de la Revolución Democrática en la Cámara de Diputados, y por ello decidieron no acudir al Campo Marte al intercambio de discursos y fotos que, oportunamente, fue denunciado como montaje escenográfico por la lideresa del tricolor.


Otro ángulo. Nueve de cada 10 homicidios que ocurren en la guerra presidencial, se producen entre miembros de grupos criminales. La visión del michoacano de Morelia linda con la falta de respeto a familiares y amigos de los 3 mil 174 “daños colaterales” --como les llama el grupo gobernante--, inocentes muertos en el fuego cruzado del Ejército, la Policía Federal, los marinos y los criminales--, o de plano por el “fuego amigo”, en menos de tres años.


Con más de 25 mil muertos, el abogado, economista y administrador público reaccionó ante la crítica del parisino Le Monde, como no lo hace con ninguno de los medios mexicanos, y se justificó con el argumento de que la inseguridad en 2006 era creciente, “a la cual las autoridades del momento no habían dado respuesta”. Pero omitió que formó parte destacada de esas autoridades omisas, que como candidato y presidente elogió la “gran obra” de Vicente Fox Quesada, amén de que los funcionarios principales de la seguridad pública y nacional provienen de ese gobierno. Sólo que si algo le sobró a Fox fue legitimidad ganada en las urnas, aunque derrochada sin ninguna consideración, y por ello no inventó aventuras bélicas.


La estrategia la resumió Calderón así: Operaciones conjuntas, extensión de las capacidades operativas y tecnológicas, reforma al marco jurídico, prevención del delito y reforzamiento de la cooperación internacional. Mientras el procónsul de Estados Unidos en México sigue dictando lineamientos, como “las cinco manzanas resguardadas por la milicia” y descubre el hilo negro: “Nos dimos cuenta de que eliminar a los líderes más altos era necesario, pero no suficiente”. Queda claro porque los asesinan.


Al regodearse en la cooperación con EUA porque reconoce que el crimen organizado constituye un problema común, Calderón fue puesto en su lugar, en forma involuntaria, por el general Antonio Monsiváis Pinedo: 90 por ciento de las armas provienen de allá, la mayoría se intercambian por droga y es “preocupante” la capacidad de fuego del narcotráfico, al que se le han decomisado 700 mil armas, incluida una mina antipersonal que destruye todo lo que esté ubicado en un radio de 250 metros.


Y Wilfrido Robledo Madrid, el jefe del operativo en que fueron violadas 26 mujeres en San Salvador Atenco, estima en 30 mil las órdenes judiciales a cumplir por la Policía Federal Ministerial.


Gracias a la guerra, 600 mil adictos a estupefacientes tienen que pagar mucho más y arriesgar su vida, mientras los cárteles se desplazan al secuestro, el cobro de protección, la trata de personas y la pornografía y prostitución infantiles, que les generan más de la mitad de sus ingresos.


Acuse de recibo

Juan Amael Vizzuet Olvera, caricaturista y pintor, hizo un comentario a El mal y sus autores (18-VIII-10) que cubre casi el espacio de Utopía. Transcribo frases: “La izquierda de utilería que forma parte del sistema político, aplica en la práctica las tesis neoliberales (…) Pero esta izquierda de a mentiritas, como acertadamente la calificó un veterano periodista, necesita demostrar que es una verdadera izquierda y por eso, a sabiendas, se involucra en cuestiones que irritan a las derechas. Tenemos así una maravillosa función de lucha libre, rudos contra técnicos, justos contra pecadores, la noble izquierda que defiende los derechos de la comunidad lésbica, homosexual y transgénero contra la malvada, primitiva derecha, que exige la hoguera para los herejes. ¡Es el espectáculo perfecto! ¡Ah, y todos debemos sumarnos a la porra de los técnicos, si queremos que nos ubiquen dentro de la izquierda! (…) “Propongo que se abandone la puesta en escena de rudos contra limpios, y se levante una encuesta entre la comunidad homosexual, entre la heterosexual, entre católicos, protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes, budistas, marxistas y librepensadores (…)”. Enlista ocho preguntas sobre la pertinencia de igual número de demandas que no se contraponen a los derechos constitucionales de las minorías sexuales.


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