8/20/2010

Espacio Civil | Emilio Alvarez Icaza



Sotánico vs. democracia

Las declaraciones del cardenal Sandoval y del sacerdote Valdemar en contra de Ebrard y las y los ministros de la Corte, llevan a discutir sobre los alcances y límites de la libertad de expresión como derecho humano.

Acorde con nuestra Constitución e instrumentos que el Estado mexicano ha ratificado, tales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y la Convención Americana de Derechos Humanos, la libertad de expresión no es un derecho absoluto y puede ser objeto de restricciones.

Las restricciones deben cumplir ciertos requisitos para que sean armónicas con un Estado democrático de derecho.

Son tres:
1. deben ser establecidas por la ley;
2. requieren un fin legítimo; y
3. deben justificarse como necesarias.

El segundo requisito es, entre otras circunstancias, cuando se violan los derechos de otras personas. Esto es, los derechos de terceros son un límite real al ejercicio de la libertad de expresión. Adicionalmente, cabe señalar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos expresó que “el ejercicio del derecho a la libertad de pensamiento y de expresión no puede estar sujeto a previa censura sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar: a) el respeto a los derechos o a la reputación de los demás…”.

Todo viene a cuenta, porque las actitudes de Sandoval y Valdemar evocan al luchador taimado que sube al ring (digamos El Sotánico) y tira puñetazos y puntapiés a diestra y siniestra e invoca la sotana para que no se le toque. Los referidos ministros de culto promueven abiertamente la homofobia y la lesbofobia, califican “maiceados” a las y los ministros de la Corte, y a Marcelo Ebrard, corruptor de los mismos, violan flagrantemente el artículo 130 constitucional entre otras muchas actitudes que son francamente ilegales o constitutivas de posibles delitos, y apelan a la libertad de religiosa y de expresión para que no se les haga nada.

En realidad invocan y convocan a que el estado de excepción bajo el cual se han regido los ministros de culto, en particular los católicos, continúe vigente. Piensan que el uso de la sotana y/o alzacuellos les da derecho a hacer y decir lo que quieran. Lo cierto es que en un Estado democrático de derecho, la sotana (de cualquier tipo o jerarquía) no es salvoconducto que permita y exonere de la violación de derechos o comisión de delitos, tampoco lo es la libertad de expresión o libertad religiosa. Invocar estas libertades como argumento para no asumir las responsabilidades que exige la democracia, no es más que la búsqueda de impunidad y escupir a la cara que no todos somos iguales ante la ley.

¡ Por favor !... que alguien les diga que la Edad Media ya terminó…

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