2/05/2012

Héctor Zagal: “Es en la misma familia donde la gente aprende a beber, a tener adicciones, aprende a corromperse”.


Escrito por

Héctor Zagal. Fuente: http://www.justa.com.mx

Héctor Zagal saltó a la palestra de las redes sociales al escribir una ya célebre carta pública a Paulina Peña después del famoso tuit llamando “prole” a los que criticaban a su padre. Pero Zagal, no es sólo autor de una carta, sino un riguroso doctor en filosofía que imparte clases, tiene un programa de radio y escribe novelas, la más reciente se llama Gente como uno (Editorial Planeta) donde hace un retrato devastador de la alta sociedad mexicana. Un libro que ha llamado la atención de los lectores, y de no pocos críticos que la consideraron una de las mejores novelas publicadas en México durante 2011.

—¿Por qué tomar como protagonista a la clase alta mexicana?

—El libro está dirigido fundamentalmente a la clase media, porque creo que la clase verdaderamente alta es inaccesible para las otras clases, las tensiones internas, las contradicciones de la clases alta, que son las que dirigen al país, son inaccesibles para el resto de la población especialmente para la clase media. Sin embargo, la clase media la tiene como aspiración, en otras palabras la clase media reproduce los defectos de la clase alta.

—Que son…

—Es terriblemente despótica, muy poco meritocrática y racista; es decir, desigualdades hay en todos lados, pero es llamativo que los extranjeros, cuando vienen a México, subrayan cómo no sólo es un país clasista, sino un país en donde los poderosos una y otra vez hacen notar que son muy poderosos, y esto se nota sobre todo en la falta de pudor que hay al mostrar la riqueza. Cuando uno ve a la clase alta europea, te das cuenta que suele ser muy pudorosa. Lo llamativo de la alta sociedad mexicana es que es sociedad despótica, y el gran tema, es que también es una sociedad racista donde se van reproduciendo los elementos hacia abajo. La clase media intenta ser así, y la clase baja quiere ser media, y por eso lo que quiero es revelarle a la clase media cómo es ese mundo.

—Las críticas sociales, cuando se quieren hacer en cine o en la novela, comunmente utilizan a los personajes más lumpen. Parece como si México sólo fuera real en el proletariado o en la clase media, y una farsa, una caricatura, en la clase alta.

—Tienes razón, existen Nosotros los pobres, Pepe el Toro, esa radiografía de cómo los pobres ven a los ricos y de cómo los pobres se sienten oprimidos por los ricos. Creo que hay una radiografía que no se ha hecho que es la de la clase realmente lumpen porque también nos resulta inaccesible a la clase media. Lo que detonó mi novela, te cuento, fue un día que estaba en un edificio de Santa Fe, entonces vi hacia abajo unas casitas muy bonitas con tejas como de pueblo, tejas típicas pintadas de rojo y dije “mira, que bonito no sabía que desde aquí se alcanzaba a ver el pueblo típico de Santa Fe y que tenía tejas tan bonitas”. Entonces el tipo de al lado se río y me dijo: “no es el pueblo típico de Santa Fe, sino una ciudad perdida y son casas de lámina, pero como se veían feas el dueño del edificio mandó pintar los techos de rojo”.

Eso es lo que quise hacer en la novela, preguntarme cómo se ve la vida desde un penthouse, desde un corporativo hacia abajo, donde la casas feas las mandas pintar de rojo y ya. Las grandes paredes para ocultar la pobreza, esa es la perspectiva que yo quería retratar, porque además lo más grave es que de esa perspectiva, desde ese Olimpo se toman decisiones y por eso tenemos personajes en la política que creen que con 6 mil pesos se puede vivir holgadamente.

Y quería, además, retratar las tensiones internas de esta clase social porque se van reflejando, y muchas de ellas se potencian; en ocasiones, nosotros pensamos que los problemas de otras clases sociales, en la medida en que uno asciende, desaparecen o se desvanecen, y no es cierto, se potencian. Temas como, por ejemplo, la violencia intrafamiliar, están potenciados, porque junto con las apariencias hay además intereses económicos. Es sorprendente la cantidad de mujeres que tienen que soportar la violencia de un marido, no solo porque es difícil enfrentar al marido, sino porque además eso supondría un escándalo económico y un verdadero pleito de abogados.

El otro detonante fue cuando en una cena alguien me dijo: “¿ya te diste cuenta que las grandes familias se casan entre ellas?”. Esto habla de lo cerrado, lo esbelta que es la pirámide mexicana. Es una pirámide no sólo económica y eso es algo en lo que quiero insistir mucho, es una pirámide también racial. Hay en CONAPRED y CONEVAL estudios muy claros. CONAPRED por ejemplo en un estudio del 2010 decía que un 42% de los mexicanos ha sido insultado alguna vez por su color de piel y CONEVAL en otro estudio del mismo año hacía notar que un 27% de los jóvenes se sentían discriminados por su apariencia física, y un 17% por su color de piel. Si uno va a un restaurante de gran lujo, uno podría decir este país a lo mejor no es Suecia, pero parece que estamos en Francia o Navarra, es decir, claramente hay una diferencia en los estamentos raciales. En los estamentos económicos hay un marcaje racial y esto es algo de lo que no se habla, tan no se habla que en todas las entrevistas que lo he dicho me dicen que no es cierto a pesar de los indicadores que hay.

—Y ¿no existen accesos a las clases de poder? ¿La inteligencia no puede colarse?

—No, yo creo que todavía menos que la política que es por donde asciende una gran mayoría; aunque hay pequeñas islas, me parece que al final siempre hay desdén por la inteligencia. Un colega me decía: “estoy harto de las señoras de izquierda”, me hablaba de investigadoras que presumen ser de izquierda y que bajan los volúmenes de El Capital de Carlos Marx subidas en las espaldas de su sirvienta, en su biblioteca Las Lomas. Pero eso es una realidad, creo que esa es la izquierda de San Ángel, en donde nos quejamos de las desigualdades de este país, mientras por detrás están los jardineros podando el pasto.

Creo que al final terminamos siendo una sociedad muy poco meritocrática como lo prueban los apellidos que se van entrelazando unos con otros. Por ejemplo, en mi novela intenté usar apellidos que no tuvieran que ver con nadie, y en mi ingenuidad supuse que ya no habían descendientes de los condes de Santiago Calimaya; y un día estaba justo en una cena y uno de ellos me dijo, “tú no sabes que mis abuelos son los descendientes de los condes de Santiago de Calimaya y nosotros no somos así”. Todo esto en un país en donde está prohibido el uso de los títulos nobiliarios. Ahí sigue la vieja aristrocracia pulquera haciendo de las suyas.

Algo está pasando claramente en este país, que cuando hay un cambio de leyes hay que preguntarse quién gana con él. Y te das cuenta de esta convergencia que hay entre los intereses públicos y privados de familias poderosas, que además a veces no tienen ningún empacho en ocultar siquiera sus apellidos. Me interesaba mucho pintar esta escenografía, porque estamos un momento en el que está cambiando la sociedad mexicana, pero al mismo tiempo sigue siendo muy conservadora, más de lo que pensamos, y especialmente la clase alta sigue guardando las formas en temas por ejemplo de sexualidad, en temas de violencia intrafamiliar, todavía es un escándalo que alguien reconozca públicamente que hay violencia dentro de su casa. En ese sentido creo que México es un país muy conservador y esto también lo intento reflejar.

—Algo que me llama la atención en Gente como uno, es que retratas la corrupción dentro de la familia, como si la corrupción social no fuera sino un pálido reflejo de la corrupción interna.

—Es que México siempre ha vendido la idea de que existe la familia, aunque es estadísticamente demostrable que una buena parte de los mexicanos son hijos fuera del matrimonio; a las clases altas les gusta la idea de familia, pero siempre está la presencia de la casa chica, de dos casas, de tres casas, es parte de la vida misma y sin embargo, se sigue vendiendo la fantasía de la apariencia, cuando es la misma familia, habitualmente, la escuela de la corrupción y de las adicciones, ahí es donde la gente aprende a beber, a tener adicciones, aprende a corromperse.

A mí no se me olvida, una vez, cuando en una escuela muy elegante, reprobé a unos alumnos porque vendían trabajos. Me sorprendió que el padre de uno de ellos lo defendió diciendo “pero si es muy trabajador, ¿por qué lo quiere castigar si es inteligente y trabajador?, malo que hubiera copiado él, pero lo que hace es venderlos”.

Que un abogado importante en México sea capaz de presentarse con un profesor y reclamarle que manden a su hijo a extraordinario, demuestra que el hijo no es sino el reflejo del padre.

—¿Hubo un tiempo en que esto no fuera así?

—Sí, y creo que hubo un momento en el que la clase mexicana fue meritocrática, estoy pensando quizá en los años 40 o 50 cuando las universidades públicas se abrieron y permitieron a un grupo de hijos de obreros estudiar una carrera universitaria. Hoy por hoy lo que ha sucedido es que las universidades se han segmentado nuevamente, y existen universidades privadas de donde salen los cuadros de dirigencia. Basta ver dónde estudiaron nuestros empresarios, nuestros gobernantes, y te vas a sorprender pero también hay que preguntarse dónde se graduaron nuestros intelectuales, si bien nuestros intelectuales siguen ingresando de universidades públicas, sus preparatorias no fueron públicas, fueron privadas. Los cuadros de gobierno reflejan la meritocracia venida a menos.

—¿Qué quieres decir con meritocracia?

—Cuando hablo de meritocracia de lo que hablo es del esfuerzo, una sociedad meritocratica es una sociedad donde el que se levanta más temprano y estudia más horas al día es el que gana la beca. Esto es a lo que me refiero, eso es una meritocracia. Si estudias sacas 10, y si sacas 10, sacas la beca y si tienes la beca tienes ascenso al siguiente nivel. Donde lo importante es lo que sabes, tus habilidades, tus conocimientos y tus esfuerzos. México es una sociedad elitista donde lo importante son las relaciones, donde si tú no estás en un determinado núcleo es muy difícil que asciendas, si tú no participas en determinado grupo de relaciones es muy difícil que tengas un acceso, por eso nuestra clase media hace hasta lo imposible por mandar a sus hijos a escuelas privadas. Y se han hecho encuestas, hay datos que señalan claramente que las escuelas privadas no son necesariamente mejores; pero allí se hacen las mejores relaciones públicas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario