8/24/2019

Tratadas: sobrevivientes que nos comparten sus historias


MUJERES CAUTIVAS
   (Última parte)
Por: Teresa C. Ulloa Ziáurriz*


En la primera parte de este artículo, estaba contándoles la historia de Mary, quien huyendo de Boko Haram, viajó a Italia, donde le avisaron que viviría en un campamento y sería una prostituta, situación que no era exactamente lo que ella había soñado, incluso, sintió que esa actividad atentaba contra su dignidad.
Ahora, las personas que llevaron a Mary a Italia le estaban exigiendo dinero por el pago del viaje y la estaban amenazando con hacerle daño a su madre en Nigeria. Su voz flaquea, mientras ella explica que, “me decían que le harían algo muy malo a mi madre si no mandaba el dinero de mi viaje a Italia”.
Mary esperaba desesperada a que sus documentos fueran procesados para que su estancia en Italia fuera legal. “Estoy tan triste. Estoy tan estresada y bajo tanta presión. No sabía qué hacer … yo sólo quería ser libre. Quería que todo esto terminara, aunque fuera por un solo día”.
A pesar del inmenso sufrimiento que Mary estaba experimentando como víctima de trata humana, los sueños de Mary de una vida mejor se mantenían firmes. “Un día tendré mis documentos, tendré una educación y tendré un trabajo”, decía con esperanza. Quería ser una abogada y servir a quienes habían sido tratadas como ella. “Quiero ayudar a garantizar el acceso a la justiciar a las jóvenes y niñas que han sido explotadas en la prostitución”. “Ya nunca más me sentiré sola”.
También en México tenemos testimonios de sobrevivientes de la trata y de varias formas de explotación.  Quisiera compartir las historias de algunas mujeres que ha atendido la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés):

MARÍA DEL SOL Y MARÍA DEL MAR

Hace como diez años, cuando teníamos 8 y 9 años, mi papá nos vendió. Nacimos en una comunidad Mixteca, muy pobre, en el Estado de Oaxaca. Acabamos en la Ciudad de Nueva York, en un prostíbulo, siendo explotadas sexualmente, a nuestra corta edad. 
Cuando llegamos allá, casi no hablábamos español, y mucho menos inglés. Un día la CATWLAC y otras organizaciones de la Ciudad de Nueva York, llegaron con la policía, y nos sacaron de esa pesadilla que para nosotras significaba todo lo que nos hacían los clientes de ese lugar y también las personas que nos tenían encerradas. Casi no nos daban de comer, y si no queríamos ir con los señores, nos golpeaban, nos castigaban, nos violaban con palos.
Con señores de la Embajada de México, nos trajeron a México y el DIF nos mandó de regreso a nuestra casa. Mi papá se enojó mucho y en menos de dos semanas nos volvió a vender por dos chivas y dos cartones de cerveza y nos dijo que no nos quería volver a ver ahí. No supimos cómo, pero la CATWLAC se enteró nuevamente que estábamos en el mismo burdel en Nueva York y volvió a llegar por nosotras con la policía, pero esta vez no nos trajeron a México.  Nos llevaron a un hogar sustituto, y ahí nos mandaron a la escuela, aprendimos a hablar inglés y español bien, tenemos la residencia, y estamos estudiando en la universidad.
Tenemos muchos años de tener terapia psicológica, y todavía cuando nos acordamos de los horrores que vivimos y de cómo nos despreciaba y humillaba nuestro padre, sufrimos mucho. Nos cuesta todavía permitir el contacto con hombres. Todavía ninguna de las dos tenemos novio. Queremos trabajar en una organización que apoye a las niñas en prostitución, sobre todo las niñas indígenas que traen de México a esta ciudad en la que nos reubicaron.
Todavía en las noches tenemos pesadillas, y despertamos gritando, sudando mucho. Se nos ha hecho muy difícil superar esa experiencia y toda la violencia que vivimos sobre nuestros cuerpos e integridad física de niñas.

MARGARITA, ROSA Y CLAVEL

Éramos tres amigas muy unidas, de 12 y 13 años de edad, que nacimos en un pueblo indígena de Hidalgo, que todavía se rige por los usos y costumbres. Un día, una señora que conocimos afuera de la escuela, se acercó a nosotros y nos dijo que si no queríamos trabajar en Cuernavaca, en un restaurante, para que les ayudáramos a nuestros papás. Como éramos muy pobres, las tres aceptamos y nos fuimos con esa señora. Pero nos llevó a la casa de Don Carmelo y ahí nos mantuvo encerradas, nos decía que todavía no encontraba dónde colocarnos. Un día llegó un señor y me dijeron que me fuera con él, luego supe que a cada una de nosotras nos entregó a un hombre distinto.
A mí, Margarita, me llevó un señor a una comunidad y me entregó a su hijo de 15 años, y le dijo, mira hijo lo que te compré. A partir de ahí, el muchacho me dijo que era su mujer y empezó a violarme, me exigía que le diera de comer, que le lavara la ropa. 
Cuando paso el mes, le dije que cuándo me iban a pagar, pero me dijo que ya me estaban dando casa y comida, y que como yo era su mujer, que me portara bien, o me iba a pegar. 
A Rosa se la entregaron a un señor que le exigía que limpiara su casa, le hiciera la comida, le lavara su ropa y la golpeaba con un fuete. Le daba tales golpizas que le abrió la espalda. También la violaba y le decía que era de su propiedad, que para eso la había comprado.
De Clavel no sabemos nada. Nuestros papás nos empezaron a buscar, y llegaron a la casa de la señora y de Don Carmelo, y levantaron un acta con la autoridad municipal, en la que la señora declaró que nos habían vendido por 40 mil pesos. Las autoridades le exigieron que dijera a quiénes nos habían vendido, y sólo pudieron encontrarnos a nosotras dos, a Margarita y a Rosa. 
Hoy todos están en la cárcel, pero no han querido decir qué hicieron con Clavel.  No la han encontrado, y dicen que lo mismo hicieron con otras 40 niñas.
Yo, presente un embarazo, y ya no me quiero regresar a mi comunidad. Me van a mal ver, así que, para no darle vergüenza a mis papás, les dije que mejor me quedaba con el muchacho, que al fin no me trataba tan mal.
Rosa, está muy triste, llora todo el tiempo. No se puede contentar.  Está muy marcada de la espalda y todo el cuerpo.
Éramos unas niñas con muchas ilusiones, con ganas de progresar y ayudar a nuestras familias y hoy, ya no tenemos esperanzas, nos destruyeron la vida. Extrañamos mucho a Clavel….
No podemos negar todo el sufrimiento y la violencia que han enfrentado estas sobrevivientes de la trata y la explotación sexual, en algunos casos conjuntamente con otras formas de explotación.  Y tampoco podemos negar cuántas historias hemos compartido con sus protagonistas, y justo ahora que se está discutiendo la falta de políticas públicas eficientes contra la violencia hacia las mujeres, atender con la debida diligencia y garantizar el acceso a la justicia, es el momento de que se haga conciencia de todas las mujeres y niñas asesinadas, desaparecidas, víctimas de la trata y la explotación sexual.
La prostitución no es “trabajo”, es violencia contra las mujeres y, por eso, no debemos admitir ni permitir su reglamentación. El Gobierno de la Ciudad de México, no puede convertirse en un gobierno proxeneta o un gobierno administrador del dolor de las víctimas de trata para surtir el mercado de la prostitución.
*Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
Facebook: CATW
Foto: Tercero Díaz
Cimacnoticias | Ciudad de México.

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