Candela Aguilar
Cuando una ve los datos que aportan organismos, fundaciones y demás entidades al acabar el año, asiste horrorizada a un golpe de realidad, ya que en muchos de esos datos queda reflejada la miseria y la violencia con la que conviven muchas personas. Pero además, en los últimos años, asistimos a un fenómeno, que pasa desapercibido porque no nos lo presentan como conjunto, sino como datos dispersos y que se pierden en la confusión de sobreinformación a la que estamos expuestas en esta sociedad capitalista.
Estos datos atañen a la salud mental, aunque no solo mental, de las niñas y adolescentes. ¿Qué es lo que está pasando? ¿En qué estamos fallando como sociedad? Porque lo que no se puede negar es que en algo estamos fallando.
En los últimos años se ha detectado un aumento exponencial de tentativas de suicidio por parte de niñas y adolescentes, en concreto, ha habido un aumento del 195% respecto al año anterior a la pandemia, por otro lado, también se han disparado las conductas autolíticas, tanto es así, que muchas comunidades autónomas han comenzado a establecer protocolos de actuación y a impartir formación a docentes y profesionales para que puedan detectar casos de riesgo y actuar a tiempo, este aumento también se ha visto más representado en las niñas.
Estos últimos años también se ha visto un gran incremento de niñas afectadas por algún tipo de trastorno de conducta alimentaria. El uso de redes sociales funciona como un altavoz que en muchas ocasiones induce un contagio social, también conocido como efecto Werther, que provoca que muchas niñas tengan conductas cada vez más violentas y nocivas para su salud.
Otro tanto está ocurriendo con la Disforia de Género, estudios como el de Feministas de Catalunya, con su Informe Trànsit, o el publicado recientemente por Confluencia del Movimiento Feminista, que al hilo del primero, también realiza un análisis de los datos obtenidos de los Departamentos de Salud de las diferentes Comunidades Autónomas, tarea que no ha sido nada fácil. En dichos informes se da la voz de alarma debido al preocupante aumento de niñas y adolescentes afectadas por Disforia de Género y que son atendidas por profesionales que siguen terapias afirmativas, con el daño que eso supondrá en el futuro para generaciones de niñas estériles, con tratamientos de por vida y un sinfín de problemas de salud asociados a los tratamientos hormonales y quirúrgicos a los que someterán su cuerpo.
Sin un apoyo psicológico, alguien que las escuche y acompañe de una manera paciente y que indague en los motivos que pueden llevar a una niña a sentir tal rechazo a lo que supone ser mujer que esté dispuesta a tomar decisiones de las que ni espera ni está preparada para asumir las consecuencias.
Todos estos datos deben llevarnos a la pregunta, más allá del análisis, también necesario, de quién o qué intereses están detrás, de ¿qué está pasando con las niñas? ¿Por qué cada vez hay más las niñas y adolescentes que sufren problemas de salud mental? ¿Qué papel tienen las redes sociales en todo esto? La realidad es que vivimos en una sociedad terriblemente narcisista, individualista y cada vez más violenta, sobre todo con mujeres y niñas. Las niñas sufren violencia desde que son muy pequeñas y crecen y socializan en un mundo en el que perciben que no juegan el mismo papel que los niños, que lo suyo es algo secundario en la obra de teatro de la vida. Notan que su valía depende de su cuerpo, no de su inteligencia. Aprenden que lo que se espera de ellas es la sumisión y no el coraje. Y sobre todo están expuestas a tratos humillantes, vejaciones y abusos por el simple hecho de ser del sexo femenino. Y si esto siempre ha sido así el altavoz que suponen las redes sociales provoca, en muchos casos, un aumento de conductas cada vez más disociales y autolesivas.
hay una conexión entre el aumento de suicidios, de Trastornos de la Conducta Alimentaria y de Disforia de Género y esa conexión no es otra que la violencia que el patriarcado supone para las mujeres y niñas y que afecta profundamente nuestra salud mental.
Crecer no es fácil, pero para una niña aún menos. La exposición al porno, la propia pornificación de la cultura, ha llevado a un trato cada vez más violento con las mujeres y con las niñas. Crecer da miedo, ser mujer da miedo. Como decía más arriba, no podemos dejar que nos presenten la realidad como datos aislados, porque sí que hay una conexión entre el aumento de suicidios, de Trastornos de la Conducta Alimentaria y de Disforia de Género y esa conexión no es otra que la violencia que el patriarcado supone para las mujeres y niñas y que afecta profundamente nuestra salud mental. Tanto es así, que de una forma u otra intentamos huir, evadirnos o simplemente dejar de existir. Y esta huida provoca sufrimiento, un sufrimiento que puede desembocar en problemas graves que sin la correcta atención y tratamiento sólo van a empeorar o a cronificarse. Pero atenderlos no va a eliminarlos, sólo paliará sus efectos. También tenemos que combatir las causas que lo provocan, como hacen en las consultas las profesionales de la medicina con los virus y las enfermedades. Tenemos que combatir el patriarcado y el capitalismo, en todos sus frentes y se disfrace de lo que se disfrace. Ya sabemos que después de los últimos acontecimientos no lo tenemos fácil y podemos ser quemadas en la hoguera como las brujas durante la Inquisición. Pero no por eso nos callaremos, porque si no ¿qué va a pasar con las niñas?
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