7/15/2008

BETANCOURT Y LA OTRA CARA DE LA MONEDA....







CÓMO LOS GRINGOS CONSTRUYEN
A SUS HÉROES Y SERVIDORES

Alejandro Ruiz

El periodista de la cadena televisiva de noticias Al Jazeera, Sami Mohieldin El Haj, ha pasado seis años y medio preso en la cárcel estadounidense de Guantánamo. Pocos se enteraron, no hubo grandes campañas publicitarias por su liberación. Su foto no estaba en la fachada de alguna alcaldía capitalina europea. Después de haber permanecido el mismo tiempo que Ingrid Betancourt privado de libertad, fue liberado a principios de mayo, sin cargos y sin juicio. "Disculpe fue un error, usted es inocente, no es un terrorista, se puede ir", le dirían.
Este periodista de una televisora internacional no fue a Guantánamo en campaña electoral para que lo detuvieran y luego aparecer en las encuestas presidenciales.Fue apresado en diciembre de 2001 –dos meses antes que Ingrid- mientras hacía un reportaje para la televisión Al Jazeera, en la frontera entre Pakistán y Afganistán, sobre la guerra de Estados Unidos contra los talibanes.En una entrevista publicada en Rebelión el 10-07-2008 (traducida del francés por Caty R.), Sami Mohieldin El Haj narró a la redactora de la publicación suiza Le Temps, Caroline Stevan, sus penurias: "En realidad me detuvieron y he estado en prisión tanto tiempo porque trabajaba para Al Jazeera y a los estadounidenses no les gusta la forma en que esta cadena cubre los acontecimientos"."Durante estos seis años y medio en prisión me interrogaron más de 200 veces".
"Estábamos aislados, maltratados y sin ningún derecho, ni siquiera a la huelga de hambre (…) me hincaban tubos por la nariz para obligarme a tragar enormes cantidades de alimento que me provocaban vómitos y diarreas. Y durante ese 'tratamiento', me ataban a una silla de forma que me resultaba imposible moverme. También nos impedían dormir, dejaban la luz encendida todo el tiempo, nos metían en celdas heladas, nos envolvían en banderas estadounidenses e israelíes, pisoteaban el santo Corán, nos desnudaban y además nos humillaban sexualmente".Sami ahora usa bastón porque "me obligaron a saltar del avión durante un traslado a la prisión de Bagram y se me rasgaron los ligamentos de la rodilla"A diferencia del periodista de Al Jazeera, a Ingrid no la interrogaron, salvo las preguntas rutinarias al momento en que se apareció en un campamento de las FARC durante su campaña presidencial, el 23 de febrero de 2002.
No es que estuviera de vacaciones, pero nunca le hundieron la cabeza en agua para interrogarla, ni le colocaron descargas eléctricas en su cuerpo. Tampoco la golpearon con una guía telefónica en los oídos para que dijera algo.Durante su cautiverio, Ingrid realizó dos huelgas de hambre, por unos días, como protesta y porque no le gustaba mucho la comida de los campesinos, y nadie la obligó a comer haciéndola vomitar. Dormía tanto que tenía un reloj de pulsera con alarma para despertar a las 11 de la noche los sábados para escuchar la radio hasta las 4 de la madrugada, nadie se lo impedía.
Nunca la obligaron a envolverse en una bandera de las FARC ni ha cantar su himno. Nunca los guerrilleros pisotearon la Biblia para humillarla. Nunca podrá decir que la desnudaron o humillaron sexualmente, porque mentiría descaradamente. Ingrid no puede mostrar una sola lesión física, ni en sus brazos ni en sus piernas ni en su cara ni en sus cuidadas uñas, porque nunca la torturaron, a pesar de lo que diga en CNN con Larry king. Cuando mucho, algún pequeño rasguño al caminar por la maleza.Ingrid Betancourt jamás podrá relatar –sin mentir- ni la cuarta parte de lo que se vive en las cárceles del gobierno colombiano o en la cárcel de Guantánamo.También explica el periodista de Al Jazzera, el sudanés Sami Mohieldin El Haj, que el único contacto con su familia eran cartas que recibía por mediación de la Cruz Roja Internacional, "a menudo con seis meses de retraso, a veces dos años".Sami no podía escuchar radio para recibir mensajes de su mamá, de su esposa o de su pequeño hijo, todos los sábados.En Guantánamo, "sigue habiendo 269 personas encerradas allá. Algunas se han vuelto locas", concluye Sami.Ahora bien, "inexplicablemente" ninguna presidenta ha propuesto a Sami para el Premio Nóbel de la Paz. El papa Benedicto XVI no le ha pedido una audiencia para "cuando su agenda se lo permita". Ningún parlamento le ha otorgado una medalla al mérito. Los productores de Holliwood no le han llamado para hacer una película de su historia.Mucho menos figura en las encuestas para ser presidente de su país.
¿Qué pasará que a Sami no le ha ido tan bien como a Ingrid?

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La traición de Ingrid

Pascual Serrano. Escritor-Periodista EspañolRebeliónLeo un clamor de indignación entre los sectores progresistas venezolanos por la reacción de desprecio de Ingrid Betancourt y su familia hacia personas que tanto interés tuvieron en su liberación, en especial el presidente de Venezuela Hugo Chávez y la senadora Piedad Córdoba. Hablan de traición indignados por lo que, a todas las luces, es una prueba de ingratitud.

Betancourt y familia no han traicionado a nadie, han vuelto a la clase social, política y económica a la que siempre pertenecieron: la burguesía neoliberal adinerada de Colombia. Ingrid es hija de Gabriel Betancourt, ministro de Educación durante el gobierno del dictador Gustavo Rojas Pinilla, y de Yolanda Pulecio, quien fue reina de belleza que llegó a Miss Colombia y Representante a la Cámara por Bogotá. Betancourt, como buena hija de la oligarquía, cursó sus estudios de secundaria en el Liceo Francés de Bogotá y más tarde ciencias políticas en Francia en el Instituto de Estudios Políticos de París; se especializó en comercio exterior y relaciones internacionales. Vivió varios años en París, donde su padre ejerció como embajador ante la UNESCO; allí conoció a su primer marido, el diplomático francés Fabrice Delloye, con quien se casó en 1981.

Se divorció en 1990 y se afilió al Partido Liberal, donde trabajó como asesora del Ministro de Hacienda Rudolf Hommes, y de Comercio Exterior, Juan Manuel Santos, durante el gobierno de César Gaviria. Ingrid se casó por segunda vez con el publicista colombiano Juan Carlos Lecompte. Durante este período escribe el libro La Rage au cœur [La rabia en el corazón], publicado originalmente en francés, sobre su visión del gobierno de Ernesto Samper.

Su apoyo popular como candidata a la presidencia, ya fuera del Partido Liberal, era tan sólo de un 0,8% de intención de voto cuando fue secuestrada.

Mientras había cientos de sencillos soldados rasos y civiles anónimos en poder de las FARC y muchos más campesinos y pequeños colaboradores de la guerrilla sin delitos de sangre pudriéndose en las cárceles colombianas, Hugo Chávez y Piedad Córdoba eligieron a la hija del ministro de la dictadura y la miss Colombia como emblema de su lucha por el canje humanitario. Los medios internacionales, con Francia a la cabeza, se incorporaron a la cruzada hasta elevar a Ingrid Betancourt al rango de heroína nacional. Evidentemente la familia de la retenida, que nunca se hubiera acercado a un presidente surgido de los cerros, no hacía ascos a cualquier líder social que pidiera la libertad de Ingrid. Si había que criticar a Uribe para poder estar ante las cámaras junto a un jefe de Estado que pidiera la libertad para su hija, pues se criticaba.

Creyendo estar presionando para un acuerdo humanitario, Chávez y Piedad convirtieron a Ingrid en ejemplo de resistencia y lucha y a la guerrilla en un monstruo que retenía a una bondadosa hija, esposa y madre.

Mientras Piedad Córdoba arriesgaba su vida y Hugo Chávez su referéndum para la reforma constitucional, el mito crecía ante los ingenuos ojos de quienes creían que su buena intención estaba siendo reconocida por familiares, medios de comunicación y hasta por el gobierno francés. No comprendieron que sólo estaban siendo utilizados.

Ingrid se convierte en un símbolo internacional de la crueldad de las FARC mientras los anónimos soldados y guerrilleros seguían pudriéndose en la selva o en la cárcel. Sus madres no acudían invitadas al Aló Presidente ni nadie las entrevistaba en Telesur.

El codiciado trofeo logra la libertad de la mano de Uribe y vuelve junto a los de su clase, ideología y condición llena de odio, como es lógico, contra quienes le robaron seis años de vida. Se fotografía junto al ministro de la guerra de Colombia, pide la reelección de Uribe y dice -vestida de militar- que será un soldado contra las FARC. Viaja a Francia y se besa ante las cámaras por uno de los presidentes europeos que lidera el encarcelamiento durante año y medio de todos los colombianos que lleguen a Europa sin papeles. Ni Chávez ni Piedad le interesan ya. Se ensuciaría con el barro de los cerros y las manos callosas de los pobres si los acompañase, ya no los necesita para llamar la atención de la opinión pública internacional
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