5/20/2011

Acudir a los clásicos para renovarse

64 Festival Internacional de Cannes

Leonardo García Tsao

Cannes, 19 de mayo. El autor cinematográfico tiene la opción de hacer variantes de la misma película a lo largo de su carrera, o de experimentar con registros y géneros diferentes. Pedro Almodóvar ha optado por lo segundo. La piel que habito, su décimo octavo largometraje, marca la primera ocasión en que su punto de partida es una novela ajena y no un argumento original, así como su primera incursión en lo que podría llamarse cine fantástico.

No es que su obra se haya caracterizado por ser realista, pero en este caso reconoce las influencias de Fritz Lang, Hitchcock y, sobre todo, de la película Los ojos sin rostro (1960), de Georges Franju, para tener como protagonista a un científico loco (Antonio Banderas, si tal concepto puede imaginarse) empeñado en descubrir un tipo de piel artificial para ser usado en casos de quemaduras graves. En su mansión/laboratorio ha mantenido presa a un conejillo de Indias (Elena Anaya) a la que ha sometido a cirugías para lograr una doble de su esposa, calcinada en un accidente automovilístico.

Con diálogos de folletín y situaciones extremas, Almodóvar parece estar arriesgándose demasiado en el terreno del melodrama solemne, como en su anterior Los abrazos rotos (2009). Sin embargo, en la segunda mitad abre su juego paródico para hacer lo que es, en esencia, un chiste sobre la transexualidad. O sea, es la recuperación del Almodóvar irreverente de sus inicios, detalle indicativo de cierto agotamiento creador. El cineasta manchego no ha podido sacarse la espina de nunca haber obtenido la Palma de Oro; parece dudoso que la consiga por esta vez.

Otro autor que sí ha cambiado radicalmente en su estilo es el japonés Takashi Miike. Ya desde su esfuerzo anterior, Los 13 asesinos (2010), había ejercido seriamente el género del jidai-geki, sin abundar en su gusto por la violencia gore. Ahora ha repetido el experimento con Ichimei, un remake respetuoso de Hara-kiri (Seppuku, en japonés), el clásico de Masaki Kobayashi (1962).

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Takashi Miike.Foto Reuters

Como en aquél, un samurái busca vengar a su hijo adoptivo, un ronin que fue obligado a suicidarse de manera cruel por un señor y su corte. El argumento es el mismo. La única novedad es que Miike lo ha filmado con el recurso del 3D, ilusión óptica que se antoja innecesaria, pues la planificación misma de la acción ya sugiere una idea de profundidad visual.

Si el original de Kobayashi era más estilizado en sus imágenes y buscaba subvertir los códigos guerreros tradicionales, la versión de Miike se concentra más en el patetismo de las víctimas de la arbitrariedad samurái. La decepción será para sus admiradores, porque se derrama poca sangre y no asoman las vísceras de nadie.

Quien sí se expuso a una forma de evisceración pública a causa de sus irresponsables declaraciones fue Lars von Trier. Hoy el festival de Cannes envió un comunicado de prensa que dice lo siguiente: “La junta directiva del festival, reunida en una junta extraordinaria el jueves 19 de mayo de 2011, lamenta profundamente que este foro haya sido utilizado por Lars von Trier para expresar comentarios que son inaceptables, intolerables, y contrarios a las ideas de humanismo y generosidad que presiden sobre la existencia misma del festival. La junta directiva condena firmemente esos comentarios y declara a Lars von Trier persona non grata del Festival de Cannes, con efecto inmediato.”

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