9/07/2012

Gabriela Rodríguez

Es muy sombrío el momento de México; sabemos que cada vez vamos peor y que la élite política que logró imponerse en el Poder Ejecutivo, así como la mayoría de quienes ocuparán las curules del Congreso, lejos de levantar nuestras esperanzas podrían hundirnos a profundidades más oscuras.
Como generación, estoy desilusionada y tengo un sentimiento parecido a la culpa, por las muy deterioradas condiciones en que esté el país y por el reto que dejamos a las nuevas generaciones: si quieren un mundo justo y una vida digna para todos, tendrán que construir nuevamente la sociedad y sus instituciones.

Al cierre del presente año habrá 60 millones de mexicanos en situación de pobreza por ingresos. Afirma José Luis de la Cruz, especialista del Tecnológico de Monterrey: en este sexenio se sumaron más de 14 millones a la pobreza de ingresos y la pobreza alimentaria creció en 44.2 por ciento. (Sin embargo, 5/09/2012).

Como no existe peor maltrato que la pobreza, hay que reconocer que como Estado y como ciudadanos adultos hemos maltratado a las niñas, a los niños, a los adolescentes y jóvenes. En mi colaboración anterior hablé del ambiente de inseguridad que perciben los niños y niñas de seis a 15 años, según se desprende de la Consulta Infantil y Juvenil que aplicó el Instituto Federal Electoral en el presente año, así como del reclamo de las personas menores de edad por mayor libertad de expresión y castigo a los delincuentes y a los corruptos.

Ahora me voy a referir a otra parte de la consulta: al maltrato en la casa y en la escuela. La Convención de los Derechos de la Niñez y el artículo 4º constitucional –además de otras leyes secundarias– protegen el interés superior de la infancia y mandatan procurar las condiciones necesarias para la supervivencia y el pleno desarrollo personal y social de los menores.

En esa consulta se encontró que a menor edad hay mayor maltrato, y que esta percepción disminuye conforme aumenta la edad: 18.8 por ciento de niñas y niños de seis años reporta maltrato en su casa,14 por ciento de los niños y 11 por ciento de niñas de seis a nueve años reciben maltrato y golpes en la casa; en ese mismo grupo de edad, 10 y 7 por ciento de niños y niñas, respectivamente, reportan que la maestra o el maestro los maltrata en la escuela. En el grupo de 10 a 12 años el maltrato en la casa es reportado por 8 por ciento y en la escuela, 6 por ciento. En el grupo de adolescentes de 13 a 15 años, el maltrato en casa presenta un promedio de 6 por ciento. Sin embargo –por una razón que el instrumento no permite comprender–, el maltrato en la escuela se eleva, es reportado por 17 por ciento de las chicas y 20 por ciento de los muchachos. ¿La disputa generacional? ¿La dificultad para educar pacíficamente a personas con mayor capacidad para defenderse?
A pesar de la dificultad para estudiar el abuso sexual, la consulta indaga con preguntas inteligentes esta compleja forma de violencia. 10.5 por ciento de los niños y niñas de seis a nueve años contestó de manera afirmativa a la pregunta: Yo siento que en mi casa tocan mi cuerpo y me piden que no lo cuente (13 por ciento de niños y 9 por ciento de niñas). El porcentaje de abuso sexual también disminuye con la edad, pero no deja de ser alarmante: 9 por ciento de los niños y 6 por ciento de las niñas de 10 a 12 años reportan que Tocan mi cuerpo contra mi voluntad y me siento mal, con mismos porcentajes en la casa y en la escuela.

En el grupo de 13 a 15 años, 5 por ciento reporta abuso sexual en la casa y 3.5 por ciento en la escuela. Al analizar estos datos por sexo, los hombres de todas las edades tienen mayor percepción de los distintos tipos de maltrato, incluida la violencia sexual.

Una manera de analizar el maltrato es como medio para disciplinar los cuerpos y sostener el poder. El sociólogo Pierre Bourdieu nos alerta sobre la manera que en la clasificación por edad y por sexo está la cuestión de poder, las formas de imponer límites y de producir un orden ante el cual cada quien debe mantenerse y ocupar su lugar: la división lógica entre jóvenes y viejos es arena de disputa que ocurre en todas las sociedades como forma de reservar el patrimonio, la sabiduría y el poder en los segundos (P Bourdieu, La juventud no es más que una palabra, ensayos en sociología y cultura, México, Conaculta/ Grijalvo, 1990).

El encubrimiento de pederastas ha ocurrido en las altas esferas eclesiales, y en la élite política del PRI están los casos del góber precioso, Ulises Ruiz, Fidel Herrera y el de Emilio Gamboa Patrón, actual líder del Senado; yo no quisiera pensar que este nuevo alineamiento político pueda estar destrás del abandono del país al que Lydia Cacho fue orillada.

Hoy tendríamos que valorar las expresiones de maltrato a niñas, niños y jóvenes como un gesto de resistencia ante la pobreza material y el abuso político del poder, pero también como germen para la construcción de nuevas y más democráticas formas de relación social en la familia y en las instituciones sociales. Me parece que no podemos ni deberíamos dejar ese enorme reto a nuestros niños.
Twitter: @Gabrielarodr108

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