9/26/2012

Los periodistas pal cafe.....




La muerte de Alonso Lujambio colocó sobre una mesa aún precaria (pues en ciertas circunstancias predomina la predisposición compasiva a eludir el análisis público de las figuras públicas al momento de su fallecimiento) ciertos temas que en una cultura democrática madura no deberían generar escozor.
Proveniente de una familia marcadamente panista, y él mismo afiliado a Acción Nacional en 2009, luego de cumplir con encargos ciudadanos en los que no debería defenderse ninguna bandera partidista (en el IFE, donde fue consejero, y en el Ifai, donde fue comisionado presidente), Lujambio tuvo su máximo despegue político de la mano de su amigo Felipe Calderón, quien lo hizo secretario de educación pública, le encargó de emergencia la coordinación de los festejos conmemorativos del inicio de la guerra de Independencia y de la Revolución y lo hizo senador.
Justamente en esa etapa en que acompañó el malhadado gobernar de Felipe Calderón acumuló Lujambio fichas negativas que no se contraponen a los méritos que se le reconozcan en el ejercicio de encargos ciudadanos ni en materia académica, cultural e intelectual. Mucho menos afectan al natural y respetable dolor por su pérdida que manifiestan amigos, correligionarios y familiares.
Pero el hombre público que ayer cumplió su ciclo de vida no puede ser desligado oficiosamente de la etapa histórica en que le tocó actuar, ni del saldo que desde diversas ópticas puede merecer ese desempeño. Lujambio, en ese sentido, fue una pieza más de la complaciente cesión de poder que Calderón diseñó en la SEP para pagarle favores de defraudación electoral a la regente profesora Gordillo, con el yerno convertido en omnipotente subsecretario de educación básica que sólo dejó el cargo para preparar su postulación al Senado por el Panal (cargo que no obtuvo). Y en la comisión relacionada con el bicentenario y el centenario se prestó para dar curso a la cauda de corrupción y desorden que había originado Juan Manuel Villalpando, titular del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), cuya evidencia más escandalosa fue la Estela de Luz cuyo costo, enredos e impunidad constituyen una viva afrenta a los mexicanos.
Aparte de la reivindicación del derecho ciudadano a expresar juicios y opiniones respecto de hombres públicos en la coyuntura de su fallecimiento (tema al que se arriesga esta columna, aun cuando ayer mismo en Twitter hubo reacciones adversas por parte de quienes creen necesario guardar para otros momentos determinadas valoraciones), la muerte de Alonso Lujambio conduce a otro expediente de obligado interés público: las enfermedades de los funcionarios y su tratamiento médico con cargo al erario.
Por amistad, Felipe Calderón sostuvo en la SEP a Lujambio a pesar de que no podía continuar en el cumplimiento de sus responsabilidades públicas (y luego lo sustituyó con un médico, en premio de consolación porque éste había perdido el proceso panista de postulación al gobierno de Guanajuato), y luego lo hizo candidato al Senado por lista nacional. Para abordar el debate entre enfermedad y poder (¿Calderón sufre la enfermedad del alcoholismo? fue una pregunta que provocó casi una crisis nacional; Elvia Amaya, la esposa de Jorge Hank Rhon, sabidamente enferma, ocupó una diputación federal y luego murió; ahora está el caso de Lujambio; ¿Peña Nieto tiene un mal degenerativo?) es recomendable leer lo que ha escrito Ernesto Villanueva (@evillanuevamx en Twitter), miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y del Sistema Nacional de Investigadores en nivel III y articulista de Proceso (bit.ly/QSUXvg).
El especialista en transparencia abre el debate sobre el uso de recursos federales para el tratamiento costosísimo de uno de sus funcionarios, sobre la postulación de un hombre enfermo para un cargo legislativo de evidente exigencia de esfuerzo y salud, y de la necesidad de hacer exámenes médicos a quienes aspiran a una responsabilidad pública y, luego, médicos y sicológicos anuales para saber si el ejercicio del poder ha causado daños. Por cierto, ayer mismo, en Twitter, Villanueva expresaba: ¿La clase política de luto? ¿Y el pueblo que no tuvo ni tendrá jamás dinero para curarse en EU su cáncer?. Otro texto, de Samuel Hernández Apodaca, director de Paideia Consultoría para el Conocimiento, escrito obviamente antes del desenlace, planteaba: ¿Y si Lujambio muriera? (bit.ly/Sk1iCL).
En tanto, los líderes del sindicalismo clásico, agrupados en el PRI, obviamente han impedido cualquier asomo de riesgo para sus consolidados cacicazgos, mientras los panistas insisten en sacar adelante clausulados flexibles para que el empresariado tenga más ganancias y menos problemas a la hora de la contratación y el despido de trabajadores y empleados. Prianismo confeso que se afana en votar favorablemente las tesis derechistas originalmente presentadas por el PAN y obstruídas por el PRI, que ahora ha retomado el tricolor para sellar la primera alianza a cuenta de varias por venir con el segmento blanquiazul todavía tripulado por el calderonismo.
Nada de lo que procesan las élites tiene correspondencia con el sentir y los anhelos de quienes están fuera de esas burbujas doradas. Los dirigentes eternizados en el control de los sindicatos se mueven a una distancia enorme del mundo real de sus representados. La clase política, en general, vive en un mundo de privilegiada distorsión que casi nada tiene que ver con la realidad cotidiana de los mexicanos. Y el segmento que se opone institucionalmente a esos poderes excluyentes cumple con disfrazado conformismo, o con plena noción de marginalidad, o con vehemencia políticamente ineficaz, o con vocación mercenaria, o con una combinación de esos y otros factores menores, el papel de falso contrapeso que también es necesario para cumplir con las formas de simulación democrática, de secuestrada representación nacional (ni por ver lo que sucedió ayer en Madrid).
¡Hasta mañana, con una ex diputada federal panista, pillada en Harvard haciendo trampa en un trabajo escolar, como suplente de Lujambio en el Senado!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero


Por importante que sea la ayuda que le ha prestado el presidente Calderón –como si en México no se necesitaran los recursos–, resulta absolutamente insuficiente para paliar la crisis en España. Varios heridos y numerosos detenidos dejaron como saldo las refriegas, ayer, entre la policía y manifestantes cuando millares trataron de rodear el edificio del Congreso en Madrid. La protesta fue convocada por los indignados contra el duro plan de austeridad del gobierno de derecha del presidente Mariano Rajoy, y para exigir que llame a elecciones. El movimiento tiene un nombre: S-25. Vale para la fecha de ayer, septiembre 25. Rajoy apenas tomó posesión el pasado diciembre por un periodo de cuatro años. Su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, del PSOE, anticipó su salida doblegado por la incontrolable crisis. Conforme caía la noche, la situación iba empeorando. La policía era incapaz de dispersar a los manifestantes. El desempleo ha ido creciendo y se estima casi en 30 por ciento. Ya es casi igual al de México, aunque aquí el Inegi manipula las cifras y asegura que es menor a 6 por ciento. Lo cierto es que nuestro país es el líder mundial del desempleo.
El espejo
¿Debería verse el futuro gobierno de Enrique Peña Nieto en el espejo español, o no debe preocuparse? El reformón laboral podría lastimar severamente la condición de varios millones de personas. Siguiendo la enredada estadística oficial, hay 51 millones en edad de trabajar. Sólo 15 millones y fracción están registradas en el IMSS y, de ellas, casi 3 millones son eventuales. Las facilidades para desemplear gente que da la nueva ley a las empresas podría hacer que esa proporción se invirtiera: 3 millones de permanentes y 12 millones de eventuales sujetos a peores salarios. Sólo que Peña Nieto tiene un colchón, un soporte, que seguramente le envidia Rajoy: los líderes del charrismo sindical. Acaba de confirmar su lealtad al eliminar los artículos de la ley que afectaban sus intereses. Este día continuarán los forcejeos con los diputados de izquierda en la Cámara, pero de un momento a otro el dictamen será aprobado por el pleno.
Luto en el Congreso
Vaya arranque lúgubre de la nueva legislatura. Ya son dos congresistas que apenas tomaron posesión y fallecieron. Además, por la misma causa: cáncer. Primero la diputada por Baja California María Elvia Amaya, más conocida por haber sido la esposa de Jorge Hank Rhon, y ahora el senador Alonso Lujambio. Sucesos lamentables.
El nuevo libro
Autora y editorial se juegan mucho en su apuesta. Imprimirán 2 millones de ejemplares de la nueva novela (para adultos, dicen) de J. K. Rowling, cuyo título en inglés es The casual vacancy. La duda es si la escritora británica podrá repetir el éxito de su serie de Harry Potter. Dos millones de libros no parece una cifra impresionante si se toma en cuenta que su último Potter registró ventas por 11.5 millones de ejemplares en sus primeros diez días. Veremos si no se le ha agotado la magia.
Cobertura petrolera
¿Por qué las coberturas anteriores costaron tan caras? El diario Financial Times de Londres informa que el gobierno mexicano contrató un seguro para sus exportaciones de crudo del año 2013, calculando el precio del barril entre 80 y 85 dólares. Cuando se apruebe el presupuesto del año próximo tendrá que tomarse en cuenta esta cifra. Saldrá costando la mitad. Hablamos de centenares de millones de dólares.



Dicen los promotores de la (contra) reforma laboral que su aprobación es urgente, ante la impostergable necesidad de adecuar la Ley Federal del Trabajo a nuestra realidad. Bien, qué bueno que recuerden su existencia, porque a poco más de cuatro décadas de vigencia tal ordenamiento ha sido sistemáticamente violado por patrones y gobierno (aunque en estos menesteres las dos administraciones panistas se llevan la palma), de tal suerte que para ellos modernizar no es más que legalizar esas prácticas y llevarlas mucho más allá, aunque sea contrario al espíritu constitucional y a los intereses de los trabajadores, que forman la mayoría nacional.
Pero patrones y gobierno deberán estar orgullosos, porque dicha transgresión no la han limitado a la ley que ahora pretenden modernizar. Por la misma entrepierna se han pasado todas las normas laborales existentes: desde la obligación de inscribir en el IMSS al total de sus trabajadores (a estas alturas sólo uno de cada tres), con el salario que realmente pagan (suelen registrarlos con menor ingreso), y cubrir íntegramente las cuotas respectivas (que evaden con frenesí), hasta las más elementales medidas de seguridad e higiene laboral (recuérdese Pasta de Conchos o la ABC), sin olvidar las del Infonavit y a la Constitución misma, en su capítulo relativo al salario mínimo, cuando menos. De hecho nadie sabe de qué se quejan, pues con tales violaciones sus utilidades han crecido velozmente, a la par de la precarización del empleo y la pobreza de los mexicanos. Y todavía quieren que los trabajadores les den las gracias, porque según ellos todo es en su beneficio (de ser así, entonces por qué San Lázaro está rodeado por miles de ellos que protestan, ¡sorpresa!, contra la citada modernización).
Si a lo largo de cuatro décadas los patrones, en connivencia con el gobierno, han hecho lo que se les ha pegado la gana con la obsoleta Ley Federal del Trabajo (cuyo arcaísmo, en todo caso, es responsabilidad del Congreso, no de los trabajadores), entonces habrá que imaginar hasta dónde llegarán con una reforma laboral expedita, moderna y a modo. Lo mejor del caso es que sus promotores exigen a los mexicanos que les den las gracias, porque ellos serán los ganones. Por ejemplo, uno de los beneficios, según dicen, es que podrán contratarse por hora. ¿A cómo la hora?: siete pesos con 50 centavos, antes de modernizarse la legislación vigente; después habrá que esperar una paga menor. Ni para el Metro, y en eso de la seguridad social la solución es sencilla: que no se enfermen.
De la mano, patrones y gobierno sistemáticamente violan la Constitución y la ley laboral. Ordena la primera que los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos; los salarios mínimos profesionales se fijarán considerando, además, las condiciones de las distintas actividades económicas. Pues bien, en términos nominales el salario mínimo promedio nacional es de 60 pesos, en números cerrados, y en términos reales de 10 pesos, de acuerdo con la información de la mismísima Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, es decir, la institución encargada, por ley, de atender el citado ordenamiento constitucional y vigilar que nadie lo incumpla.
De acuerdo con la Cámara de Diputados, en sus 95 años de vigencia el artículo 123 constitucional ha sido reformado en 23 ocasiones (ocho de ellas, 35 por ciento del total, en tiempos del neoliberalismo a la mexicana): la primera (6 de septiembre de 1929) durante el mandato de Emilio Portes Gil; la más reciente (24 de agosto de 2009), con Felipe Calderón como inquilino de Los Pinos. Una de las modificaciones (14 de febrero de 1972, creación de Infonavit) obligaba a todas las empresas a realizar aportaciones económicas a un fondo nacional de vivienda para que los trabajadores obtuvieran créditos baratos y suficientes para adquirir vivienda digna. A estas alturas, e independientemente de las cajas de cerillo que se construyen como vivienda de interés social, México registra un déficit mayor a 8 millones de viviendas. ¿Qué falló? Pues que, entre otros factores, un número creciente de empleadores, con la venia gubernamental y mucho antes de la moderna reforma laboral, se pasó por el arco del triunfo la ley respectiva.
A estas alturas, apenas uno de cada cuatro empleadores está registrado en el IMSS: alrededor de 800 mil, de un universo reconocido de 3 millones. Oficialmente, la población ocupada en el país sobrepasa los 48 millones de mexicanos; de este total sólo 33 por ciento está inscrito en el Seguro Social; el 64 por ciento restante se rasca como puede. La ley obliga a los patrones a las dos cosas: darse de alta en la citada institución y registrar a sus trabajadores. ¿Qué falló? Lo mismo que con el Infonavit, y los salarios mínimos, y la seguridad e higiene en el trabajo, y etcétera, etcétera. Entonces, ¿quiénes han sido los ganones de la obsoleta ley, incluida la Federal del Trabajo, que ahora se quejan de falta de modernidad?
De cualquier suerte, la moderna reforma laboral generaría cualquier cosa menos crecimiento y el empleo formal que requiere el país: apenas de 150 a 200 mil anuales inscritos en el IMSS, de acuerdo con el Centro de Investigación en Economía y Negocios. Los demás, a la informalidad, la cual, de por sí, es abundante: casi 15 millones sobreviven en ese sector, y contando. Por si fuera poco, como señala el citado centro académico, con las modificaciones a la ley los de por sí miserables salarios que se pagan en el país disminuirían hasta 10 por ciento, cuyo efecto inmediato sería que cada año 500 mil mexicanos adicionales se sumaran a la pobreza de ingreso, un sector ahora habitado por un ejército de 60 millones de personas. Como apunta el CIEN, el solo hecho de abaratar la mano de obra no detonará los empleos ni la competitividad esperados, sino que se requiere aumentar la productividad, hacer más eficiente el gasto público y realizar una reforma hacendaria que impulse la inversión y simplifique y modere la carga tributaria.
Pero los de la entrepierna aseguran que el problema es la obsoleta legislación.
Las rebanadas del pastel
Los diputados y senadores asisten (o están obligados) a sus respectivos recintos parlamentarios dos veces por semana, en periodo ordinario. Ya que ellos son los que aprobarán la reforma laboral y, además, la consideran la octava maravilla; entonces, que sean ellos quienes inauguren la modalidad de pago por hora, toda vez que son los legisladores, entre otros, quienes aseguran que se trata no sólo de una excelente idea, sino de una forma equitativa de redistribuir correctamente el ingreso.


Recibo a mediados de mes una invitación a la presentación de un libro en memoria de Miguel Topete. Miguel (o Nabor, su nombre de batalla), hombre de quien, si así puede decirse, algo a lejos –sabía bien él guardar distancias– me sentí siempre cercano, había fallecido a finales de marzo pasado. Medio año ignorante de su deceso… Hasta en el adiós fue discreto, me dio por pensar.
El libro en cuestión –segunda edición, aumentada, de La rosa nómada, de su autoría– se presentará mañana en Guadalajara (ex convento del Carmen, patio, 20:30 horas) y contará con la intervención literaria de Carlos Prospéro y Jorge Souza, y musical de Celia Torres, notable cantante y quien fuera la esposa de Miguel; el pianista Rafael Buscio Lira, el Tamborazo Antiguo de Ixtacán y el Ensamble Sontla. La música que a él le gustaba mucho, precisa en el e mail Hermenegildo Olguín, editor.



Durante una intensa conversación etílica, la polémica cantante Amandititita se comprometió a asistir al homenaje que el próximo jueves 27 de septiembre se rendirá en la pulquería Los Insurgentes al desaparecido Rockdrigo González. Como ya se informó en La Jornada, esa noche se inaugurará una exposición fotográfica y se exhibirá un video inédito de Fabrizio León. La parte musical corre a cargo de la emblemática banda Qual. Habrá una mesa redonda con la participación de Amandititita (cantará la rola Metro Balderas dedicada a su padre), Guillermo Fadanelli y Fausto Arrelín. La entrada será libre y habrá pulque al 2x1 (Insur- gentes 226).
Una tarde en el Reclusorio Norte
La semana pasada ingresamos al Reclusorio Norte, mejor conocido como el Reno. No hay nada más deprimente que cruzar por el frío salón de ingreso, de altas paredes derruidas y numerosos custodios de miradas inquisidoras, pero que a la vez suelen ser ciegos cuando de escapar se trata.



Diálogo, vía para resolver conflicto en la UACM
Como universitarios estamos muy preocupados por el desarrollo y orientación que está teniendo el conflicto en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Los universitarios deberíamos dar ejemplo al resto de la sociedad de que el diálogo, la razón, los argumentos y el consenso son las vías para solucionar efectivamente los conflictos. Cualquier otra vía no es solución.

La disputa que los integrantes del Comité Salvemos Temacapulín, Acasico y Palmarejo mantienen desde hace años contra la Comisión Nacional del Agua y su similar en el estado, por la construcción de la presa El Zapotillo, adquirió nuevas dimensiones en los últimos días. La razón de la oposición de los integrantes de dicho comité a que la obra se construya es fundamentalmente que con ella se violan sus derechos de existencia, desarrollo y vida digna, sólo para favorecer a una parte del sector empresarial del estado de Guanajuato, perjudicando incluso a los habitantes del estado de Jalisco. En esta lucha, donde han combinado la defensa jurídica con la movilización política y la denuncia social, han tenido avances importantes, como los amparos de los tribunales federales reconociendo la razón de sus reclamos, pero también el administrativo del estado, a los que hay que unir las recomendaciones de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.

Terminó la gira del señor E. Peña Nieto por el sur del continente. De sólo atender a lo sucedido en los países visitados se pueden desprender enseñanzas que resultarán claves para el futuro sexenio. Las pretensiones enunciadas, ciertamente grandilocuentes, reflejan cuando menos improvisación y superficialidad. Una mezcla mercadológica conocida. Se discriminaron naciones que, en la actualidad, influyen, si no es que marcan los intensos procesos sudamericanos de integración en curso. Visitarlas hubiera, al menos, balanceado las iniciales posiciones de la venidera administración priísta. La retórica ensayada acerca de la recuperación del liderazgo mexicano –de lo que alardean sus voceros– cae, por tales ausencias, en aparatoso vacío. Las interrelaciones en el sur, donde la participación de las naciones de la Alba ha sido vital, no fueron tomadas en cuenta. Mejor dicho, las dejaron de lado, apegándose voluntariamente a la más estrecha visión conservadora y, sin duda, también a los lineamientos establecidos por las políticas de Estados Unidos.

La difusión de la seudopelícula Innocence of muslims (La inocencia de los musulmanes) en Estados Unidos (EU), vía Internet, en la que se parodia al profeta Mahoma, ha generado, como todos hemos visto, una ola de protestas en el mundo árabe y musulmán, que terminaron el pasado martes 11 de septiembre con el lamentable asesinato del embajador de EU. en Libia, Christopher Stevens.

Puestos a vaticinar, abundan las ocasiones en que la realidad política desbarata esperanzas y anhelos soterrados. Recuerdo comicios presidenciales que fueron limpios (Argentina, 1983; Ecuador, 1985), el fraudulento de México (1988) y el impresentable de Panamá poco antes de la invasión militar de Estados Unidos (1989).

La semana antepasada la Reserva Federal en Estados Unidos dio a conocer planes para una nueva fase de flexibilización cuantitativa o QE3, como se le conoce en aquel país. Esta es la tercera fase de una serie de programas que han tenido por objetivo la recuperación económica a través de la inyección de liquidez a una escala hasta ahora desconocida. La nueva fase del programa consistirá en compras de títulos respaldados por hipotecas hasta por 40 mil millones de dólares mensuales y sin límite de tiempo. De hecho, Ben Bernanke, el responsable de la Fed, anunció que el programa continuará hasta que el mercado laboral mejore de manera significativa y que aún después de esa recuperación se mantendrá una postura flexible. De esta manera insinuó que aún si hay presiones inflacionarias, la Fed mantendrá el rumbo hacia la plena recuperación.

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