5/21/2013

Los periodistas pal cafe....



El neopeñista Gustavo Madero adelantó el golpe a Ernesto Cordero ante la evidencia de que el calderonismo senatorial pretendía amotinarse aritméticamente. Asido a Los Pinos y en espera de ayuda pactada para seguir un periodo más como presidente del comité nacional del partido de blanco y azul, el chihuahuense hizo creer a sus adversarios que este martes dialogaría con ellos sobre la posible remoción del ex secretario de hacienda, pero en un madruguete dominical vespertino anunció el retiro que ya tenía decidido (la reunión de hoy será sobre golpe dado, para conocer opiniones respecto a la sustitución que ayer parecía encaminada hacia el yunquista Héctor Larios).
Los pleitos de familia por el control del PAN han sido aderezados con sustancias políticamente alucinógenas. Cordero pretende asumirse como un mártir de la democracia, acusando a su verdugo Gustavo de parecer priísta, mientras el familiar de Francisco I. Madero revira aduciendo que una propuesta de reforma electoral presentada por el Héroe de los Seis Mil Pesos al Mes pareciera inspirada (¡oh!) por Andrés Manuel López Obrador. Envalentonado (aunque las desgracias judiciales de César Nava podrían volverle a la realidad), Cordero anuncia una gira por estados donde habrá elecciones, pero en el fondo pretende armar su candidatura contra Madero por la presidencia del comité panista.
El verdadero jefe, Enrique Peña Nieto (a quien el calderonismo ayudó a hacerse del poder, al obstruir a Josefina Vázquez Mota, apoyar los resultados mercantiles de las elecciones y hacer arreglos que Felipe esperaba duraderos y en exclusiva), se regalaba mientras tanto otra ceremonia de oropel programático. Ahora tocó presentación llena de pompa a la piedra angular de la presunta construcción sexenal, el Plan Nacional de Desarrollo, con una definición extraordinaria y detallada de objetivos, metas, ejes transversales y posibles regalos sorpresa en la compra de palomitas de maíz con mantequilla. La clase política nacional volvió a reunirse, como ya va siendo costumbre, a tomar el té de los buenos propósitos (bastante cargadito de azúcar). Modosos, civilizados, modernos, recibiendo y devolviendo aplausos, inclinando la testa con falsa modestia al recibir cada cual el elogio de sus pares, mezclados opositores con gobernantes, corderos con maderos, chuchos con pablos, compradores con clientes.
Más allá de los recintos palaciegos y los pleitos de cúpula, la tensión social se multiplica. Peña Nieto ha lanzado en Michoacán un plan de recuperación de la legalidad que por lo pronto ha significado la instalación de mandos y equipo militar en esa entidad donde Felipe Calderón dio inicio a su tristemente célebre guerra contra el narcotráfico. Esta vez, las acciones federales (ejército, marina, policía federal) se han concentrado en poblaciones donde existen policías comunitarias o grupos civiles de autodefensa.
El planteamiento peñista parece tardío, impreciso y peligroso. Aunque apenas va a cumplir un semestre en el poder, la nueva administración permitió (¿o promovió, conforme a los estudios doctorales del asesor colombiano Óscar Naranjo?) la multiplicación y el posicionamiento público incluso retador de esos grupos de ciudadanos a los que unos entienden movidos por genuinos propósitos comunales de reacción frente a grupos de delincuencia organizada y otros aseguran que son armados y empujados por algunos de esos grupos para enfrentarse a otros y cuidar o ganar plazas.
El grado de tensión social y el riesgo de tragedias masivas salta a la vista cuando se ve, como sucedió este domingo en Buenavista Tomatlán, Michoacán, que centenares de pobladores se opusieron físicamente a que vehículos del Ejército entraran al lugar, iniciaran tareas de desarme e instalaran retenes oficiales que suplirían a los que han impuesto los propios civiles. Un general, Sergio Arturo García, hubo de subirse al cofre del vehículo delantero del convoy militar para tratar de dialogar con quienes a gritos rechazaban la pretensión de quitarles las armas, acusando a las fuerzas federales de no hacer nada de fondo contra los cárteles. El general García quiso comunicar a uno de los líderes locales con el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, para convenir los términos de lo que se haría, pero ni eso pudo cerrarse (nota de Laura Castellanos http://bit.ly/17VWlsz ).
No es la primera vez que ciudadanos enardecidos encaran al Ejército e incluso lo hacen retroceder en sus pretensiones. Entre el enorme flujo de información preocupante que se genera cada día poca atención se puso a lo sucedido el pasado 12 de marzo en Tixtla, Guerrero, cuando unos 70 soldados intentaron desarmar en dos ocasiones a los integrantes de la Policía Comunitaria de la comunidad de Acatempa, que recientemente se integraron a la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (Crac), durante una marcha que organizaron en Tixtla para exigir al gobierno municipal condiciones para operar.
Los 200 comuneros manifestantes fueron rodeados por los militares, quienes “intentaron desarmarlos, pero el comisario de la comunidad, Pastor Coctecon Plateado, quien también se asume como policía comunitario, encaró al militar y le exigió que respetara a sus hombres. Hubo jaloneos de ambos lados: los policías comunitarios intentaban avanzar, y los soldados, detenerlos. Una mujer del pueblo que iba en la marcha –porque las mujeres también forman parte de la Policía Comunitaria– le gritó al teniente coronel: ‘¡Así fueran a detener a los sicarios!’. El militar, que se mostraba nervioso, ordenó permitir la marcha y dejar pasar a los policías comunitarios con sus rifles terciados”.
Más tarde, en el trayecto de la carretera Chilapa-Chilpancingo, nuevamente los soldados, a bordo de camionetas, intentaron desarmar a los policías comunitarios; esta vez sólo a un centenar de ellos, quienes iban al frente. Pero los comunitarios no cedieron, ni pararon, y el teniente coronel nuevamente desistió de desarmarlos (nota de Margena de la O en La Jornada Guerrero (http://bit.ly/Z962kE )¡Hasta mañana!
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La historia enseña que el PRI no sabe cómo hacer crecer la economía. Los mexicanos que nacieron y crecieron en los tiempos del ‘‘viejo’’ priísmo lo asocian no con prosperidad o bienestar, sino con crisis y devaluaciones. Exceptuando el periodo que se conoce como ‘‘desarrollo estabilizador’’, cuando Antonio Ortiz Mena fue secretario de Hacienda durante varios sexenios consecutivos, su desempeño ha sido cuestionable. Testimonio triste de esos años es la ‘‘fábrica de pobres’’, la migración de trabajadores hacia Estados Unidos. La ‘‘docena trágica’’ de Vicente Calderón no revirtió las cosas, fue su continuación. ¿Ha faltado planeación? No, por supuesto. Cada gobierno debe presentar al principio del sexenio un Plan Nacional de Desarrollo; es un mandato constitucional. Ayer lo hizo el presidente Peña Nieto. Esta es una de sus metas: ‘‘Un México donde cada quien pueda escribir su propia historia de éxito y sea feliz’’. Por lo pronto, la Secretaría de Hacienda ya tuvo que ajustar a la baja su pronóstico de crecimiento económico para este año.
Sueño inalcanzado
En la gráfica aparecen los presidentes, de Lázaro Cárdenas hasta Felipe Calderón, con el PIB promedio de sus respectivos sexenios. Como verán, siempre ha sido un sueño inalcanzado el que México crezca a doble dígito, como otros países –China por ejemplo–, a pesar de ser potencia petrolera. En particular resultaron un desastre los sexenios de De la Madrid, Salinas, Zedillo y Vicente Calderón. El gobierno siempre pone una condición: que la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que la privatización de los bancos, etcétera, pero algo falla; ahora dice que la condición es que se aprueben las ‘‘reformas estructurales’’. ¿Será?
Dólar a $12.50
Siguen muy entretenidas las autoridades jugando en su casino particular: el peso perdió 50 centavos en las últimas jornadas, aunque ayer recuperó unos centavitos. Y el Banco de México sigue sin informar cómo está reinvirtiendo –o gastando, que no es lo mismo– la cuantiosa cantidad de dólares golondrinos que han comprado bonos y Cetes.



Por séptimo sexenio consecutivo, los mexicanos han sido enterados del futuro venturoso que les construye el gobierno (en turno), por medio del Plan Nacional de Desarrollo, ese treintañero que todo promete y nada cumple, o si se prefiere un inventario que acumula más de tres décadas de buenas intenciones y bonitos discursos, pero que, como un saco roto, todo carga pero nada sostiene.
Boato obligado, el séptimo Plan Nacional de Desarrollo (PND) fue presentado ayer en sociedad, ante el generoso aplauso de los 800 invitados (muchos de ellos testigos y aplaudidores de las seis entregas previas) que se congregaron en Palacio Nacional para conocer el detalle de la nueva oferta de beneficios a repartir, adornada –como Dios manda– con la más depurada técnica del prócer de los discursos motivacionales, Miguel Angel Cornejo. Como siempre, pues, se escuchó qué se quiere lograr, y otra vez nadie explicó cómo se logrará.
¿Novedades? Tal vez tres: a) de los siete conocidos (el primero fue el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 de JLP, y a partir de Miguel de la Madrid adopta el nombre de Plan Nacional de Desarrollo) el de Enrique Peña Nieto es el primer PND que no ofrece ni compromete determinado porcentaje de crecimiento económico a lo largo del sexenio, y no se arriesga por el bamboleante panorama económico global, aunque en campaña perfiló 5 por ciento anual; b) se quita la máscara y abiertamente menciona que pugnará por un nuevo marco institucional (léase apertura al capital privado y modificación constitucional) en materia energética para detonar nuevos proyectos de inversión en campos no convencionales, como los de aguas profundas y gas shale, dada la capacidad limitada que el gobierno tiene en esas áreas, y c) tampoco se enreda con un mínimo de empleos formales a generar a lo largo de su estancia en Los Pinos, aunque sí aclara que la recuperación del poder adquisitivo del salario (estará) vinculada al aumento de la productividad (trabajen más y mejor y algún día, tal vez, les mejoren el ingreso).
Lo demás es lo de menos, porque la oferta de bienestar, desarrollo y futuro venturoso se ha repetido hasta el exceso a lo largo de 33 años y seis planes de desarrollo presentados en ese periodo. Y no es que se desconfíe de las buenas intenciones de nuestros carismáticos gobernantes, sino una muestra fehaciente que de creer, lo que se llama creer, no les creen absolutamente nada, porque al final de cuentas las mismas promesas incumplidas a lo largo de seis sexenios ahora se pretenden materializar con el mismo modelo económico que provocó el citado incumplimiento.
En el balance de los seis planes de desarrollo (incumplidos, obviamente) apuntamos –como hemos hecho en ocasiones anteriores– la diferencia entre lo prometido y lo alcanzado en materia de crecimiento económico: José López Portillo se comprometió a lograr un tasa de crecimiento de 8 por ciento anual entre 1980 y 1982, pero sólo logró 5.75 (si se compara con el resto, este porcentaje fue una maravilla); en el mismo orden, Miguel de la Madrid garantizó 5.5 por ciento, pero a duras penas reportó 0.34; Carlos Salinas de Gortari presumió 6 por ciento, pero concretó 3.9; Ernesto Zedillo aseguró que sería de 5 por ciento, y no pasó de 3.5, Vicente Fox ofreció 7 por ciento, para en los hechos registrar 2.3, y Felipe Calderón ofreció 5 por ciento anual y de milagro reportó 1.8 por ciento.
Lo anterior, desde luego, adornado con todo tipo de ofertas y compromisos de mejoría social, empleo formal, recuperación del poder adquisitivo del salario, aumento del ingreso, reducción de la pobreza, oportunidades por doquier, y lo que quiera agregar, porque parece que el cuento de la lechera fue el único que leyeron o les platicaron cuando todos esos próceres de la patria eran niños.
Así, en la kermés del PND para concretar el México mágico siempre prometido, y sempiternamente incumplido, vale el siguiente recuento (no limitativo, desde luego):
José López Portillo estableció tres reformas fundamentales: política, que fortalece y acelera el proceso de democratización del país; administrativa, que adecua las instituciones a nuestro tiempo y las capacita para servir mejor a los objetivos de una política integral de desarrollo, y económica que, a través del esfuerzo concertado de los factores reales del país, persigue promover, en la independencia nacional, un crecimiento alto y sostenido para dotar a todos los mexicanos de empleo y los mínimos de bienestar que una nación bien organizada puede proveer.
Miguel de la Madrid subrayó la capacidad del país para dejar atrás los aspectos más graves de la crisis; se pretende conservar y fortalecer las instituciones democráticas, vencer la crisis, recuperar la capacidad de crecimiento e iniciar los cambios cualitativos que requiere el país en sus estructuras económicas, políticas y sociales.
Carlos Salinas de Gortari anunció que, en breve, los mexicanos accederán a un horizonte de progreso personal y familiar que no sea efímero; en ningún momento hemos perdido de vista el destino final de nuestras acciones y esfuerzos: la calidad de vida de nuestros compatriotas y, especialmente, de aquellos entre nosotros que viven el intolerable estado de la miseria.
Ernesto Zedillo ofreció bienestar para la familia (no dijo cuál), porque en el México de hoy nadie puede estar satisfecho con el desigual desarrollo del país, ni con la pobreza en que viven millones de hombres y mujeres. Hay que combatir el desigual desarrollo del país.
Vicente Fox prometió, como siempre, “conducir la transición democrática hacia una sociedad más justa y humana, y una economía más competitiva e incluyente. Se trata de cumplir con los compromisos de equidad e igualdad… promoveremos todas las reformas necesarias para que la economía funcione mejor, los mercados sean más eficaces y se reduzca el poder de mercado de monopolios y oligopolios”.
Felipe Calderón: “asumo como premisa básica la búsqueda del desarrollo humano sustentable, el proceso permanente de ampliación de capacidades y libertades que permita a todos los mexicanos tener una vida digna sin comprometer el patrimonio de las generaciones futuras… un instrumento para que los mexicanos mejoren sus condiciones de vida”.
Desde luego que los 60 millones de mexicanos en pobreza aplauden a rabiar cada que se acuerdan de todo lo anterior, y se acuerdan seguido.
Las rebanadas del pastel
Y mientras Ernesto Cordero no encuentra ungüento que le alivie el ardor, ¿qué ofrece el séptimo PND al hilo? Sencillo: “es hora de remover los obstáculos del crecimiento y el desarrollo… el objetivo es llevar a México a su máximo potencial en un sentido amplio”.



Cuando en las mañanas caminamos por las banquetas y pasamos junto a los puestos de los torteros, vemos cómo se preparan para tener listo lo que ofrecerán a sus clientes hacia el medio día. Una de sus actividades es impregnar las milanesas con pan molido; para ello utilizan una botella como rodillo. Luego las apilan para freírlas en el momento adecuado y colocarlas, junto con sus aderezos, dentro de una telera.
Mediante los recetarios del siglo XVIII, sabemos que entonces se aprovechaba el pan de diferentes maneras. Una de las principales era utilizarlo para espesar preparaciones. Seguramente se guardaba el pan blanco o de sal que no se consumía, pues hay varias recetas en el Recetario novohispano que incluyen, por ejemplo, un pedazo de pan quemado; es el caso de la receta de estofada y la de dieta para enfermos; en otras se anota que el pedazo de pan ha de estar quemado o que el pan es para espesar.
En la receta de puré blanco, leemos que el pan remojado es parte de los ingredientes; hay otras recetas más en el mismo libro que especifican que el pan ha de ser tostado en manteca. Para elaborar una torta de natas, se pide que el pan esté rebanado y tostado; se cocina a fuego manso hasta que el pan chupa las natas. El Manuscrito Ávila Blancas, también de siglo XVIII, tiene una receta de cazuela de natas; para elaborarla se emplean rebanadas de pan blanco sin tostar.




Profesora pide información sobre proyecto en concurso
El 15 de mayo de 2012, la maestra Esther Gordillo, en un discurso dirigido al presidente Calderón, enfatizaba: La verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita de complicidad y terminaba diciendo: Educar es liberar; aspiramos que todas y cada una de nuestras escuelas sean un espacio de conocimiento .

El Informe sobre el índice del desarrollo humano es un documento cada vez más refinado, más preciso, más detallado, en todos sentidos; un documento de calidad creciente que empezó a formularse en 1990 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Lo es por sus propios méritos, pero también, como lo explica una nota contenida en el informe, por las muchas fuentes de información en que se apoya que han hecho un trabajo permanente de mejoramiento de la calidad de su información. Algo análogo ocurre con los numerosísimos estudios de docenas de centros de investigación que existen hoy en el mundo, y que son también referentes sustantivos del cada vez más útil y preciso informe del PNUD.

Las respuestas a mi anterior artículo ( La Jornada, 7 de mayo) me convencen de la necesidad de ahondar en la discusión sobre la violencia revolucionaria. Lo suponía, pues lo escribí en respuesta a preguntas sobre las similitudes entre el México de 1910 y el de hoy. ¿Por qué –me preguntan– si tantos indicadores, tantos datos, señalan el desastre nacional; por qué si se han cerrado los caminos mediante el fraude, la burla y la represión; por qué no tomamos las armas como entonces?

Este 15 de mayo, la celebración del Día del Maestro fue diferente a la de años anteriores. El centro del acto oficial no fue el reconocimiento presidencial a la labor del magisterio ni el anuncio del incremento anual al salario de los docentes, sino la defensa de la reforma educativa.

Difundir el conocimiento científico entre la población es una de las tareas de la mayor importancia para nuestro país. México se caracteriza por bajos niveles educativos, como lo han mostrado reiteradamente las evaluaciones internacionales, y posibilidades restringidas en amplios sectores de la población para acceder a la educación formal. A esto habría que sumar un escaso número de instituciones científicas y de investigadores en relación con el tamaño de la población y de la economía.

Mi interés por Mathias Goeritz y el aprecio por los trabajos de Daniel Garza Uzabiaga, ex curador del Museo de Arte Moderno (MAM), quien actualmente se desempeña en el museo del Chopo, determinaron la lectura acuciosa del libro Mathias Goeritz y la arquitectura emocional: una revisión crítica 1952-1968, que obtuvo el premio de crítica de arte Luis Cardoza y Aragón 2011.

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