Palabra de Antígona
El próximo día 21 se discutirá la alerta de género para el Estado de México y parece que es más importante la política, el arreglo, que la realidad
México,
D.F., 17 jun. 13. AmecoPress.- En el centro de la ciudad de México las
madres de Ciudad Juárez se han plantado nuevamente. Hace 20 años que
gracias a los artículos periodísticos fue denunciado el feminicidio en
Ciudad Juárez. Dos décadas después sabemos que en ese municipio de la
frontera norte hay 108 desaparecidas y que son las familias las que
investigan, las que están detrás de cada expediente, las que no se
cansan.
Este
gravísimo fenómeno parece no importar gran cosa a los señores del
poder. A ver, estamos viviendo, como si fuera 1928, una etapa
reformadora que se nos quiere presentar amablemente tras largos 12 años
de equivocaciones. Peor, el asesinato sistemático de mujeres en el país
parece no importar a nadie. El próximo día 21 de nueva cuenta se
discutirá la alerta de género para el Estado de México y parece que es
más importante la política, el arreglo, que la realidad.
Esta vez el
plantón de madres de Ciudad Juárez está aquí para exigir al gobierno
que investigue, simplemente eso. Que de una vez por todas, el gobierno
se ponga en el lugar de las familias, que busque indicios, que haga su
trabajo. Es como el caso de la impunidad permanente respecto del
homicidio de periodistas, hombres y mujeres en todo el país. Nunca
nadie sabe nada de quién o quiénes son los culpables. En el caso de la
desaparición de mujeres, de su asesinato, las autoridades que no atinan
qué decir sobre sus funcionarios corruptos, tampoco saben cómo encarar
el problema del feminicidio en el país y no obstante la condena
internacional, no dan resultados. Dan discursos.
Con toda
tranquilidad asumimos que en el centro de Ciudad Juárez opera una red
de trata de mujeres encabezada, dice la organización Nuestras Hijas de
Regreso a Casa, por una pandilla denominada como Los Aztecas, y
presuntamente relacionada con lo que se define como crimen organizado.
Las madres
atribuyen el fenómeno a “la embestida de la Operación Conjunta
Chihuahua –cuando el gobierno federal les incautó armas, personas y
drogas- esa pandilla empezó a traficar con jovencitas.
” No es que se
trate de algo nuevo. También nadie oye, ni escucha, ni pone atención al
tema de la traba de jovencitas, de niños y niñas. Se hacen oídos sordos
a cómo peligran las niñas y los niños, las adolescentes por este
fenómeno ya estudiado por las Naciones Unidas, que tiene una cifra de
ganancias, dentro de esa cosa que definen como crimen organizado en
toda la orbe.
Se trafica
para explotación sexual y explotación laboral. Eso sucede en muchos
lugares del país, pero es en Ciudad Juárez donde no se quita el dedo
del renglón y según la activista María Luisa García Andrade, la
desaparición de mujeres en aquella frontera arreció en 2008, es decir
hace cinco años, tienen el seguimiento. ¿A quién le toca resolverlo?
¿Quién o quiénes, además de las madres está detrás de las
investigaciones? ¿Dónde están las comisiones de equidad y género del
Congreso? ¿Dónde se esconden los llamados abogados democráticos? ¿Qué
hacen las comisiones de Derechos Humanos? Estos verdaderos elefantes
blancos que comen y se desarrollan gracias a nuestros impuestos.
Las madres
explican que la desaparición de jovencitas en Ciudad Juárez sucedió el
mismo año en el que creció la ola de homicidios atribuidos a la guerra
del cartel de Juárez –para el que trabajan los Aztecas- contra el de
Sinaloa por el control del narcotráfico en esa ciudad, es decir, las
madres tienen la información, la viven. El tema es que no se las toma
en serio, lo cual es grave.
Es el Juárez,
herido de muerte, donde según García Andrade todo se inició en 2008 una
ola sin precedentes de desapariciones de jovencitas, se ha documentado
que existe una lista, con nombres y apellidos, expedientes de 108
casos, sin que haya ninguna respuesta de parte de las autoridades. Lo
grave es que se crean nuevas instancias que nos costarán y cada día
aparece una nueva, de “expertos o expertas” en seguridad ¿para qué?
La impunidad
parece ser el signo de estos tiempos, a pesar de los discursos, a veces
convincentes, de las autoridades del gobierno de Peña Nieto. La verdad
es que veo un nuevo problema. No hay de dónde tener expedientes
ordenados, no tienen antecedentes las autoridades o los ocultan; no
pueden iniciar procesos y diligencias, no obstante todas las evidencias
que se ven y se explican a la opinión pública.
Ese es el caso
de ex gobernadores que dejaron desmantelados los proyectos de atención
a la salud, que no sé cómo se califique. Dejar sin medicinas los
hospitales para la clase popular es como una operación de lesa
humanidad. Ahora van a ver cómo juzgan al nuevo ex gobernador acusado.
Los otros ya huyeron y nadie se acuerda de los documentos apócrifos de
Coahuila; ni tampoco de las atrocidades fraudulentas de Veracruz, menos
de los hospitales vacíos en Oaxaca y lo sucedido en Guerrero y
Aguascalientes. Hay quien, en la pantalla de televisión defiende al ex
gobernador de Tabaco, quien escenifica el nuevo show.
Menos van a
reconocer que la falta de justicia permite que las jovencitas y muchos
niños y niñas son sujetos de la trata. No hay tiempo, hay que hablar
más bien de las instituciones.
Eso me
recuerda el estudio magnífico de Luis Javier Garrido, que estudió cómo
se formó el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1929, sin
democracia, juntando los intereses de todos los caciques, argumentando
que había que poner en paz al país, no importaba en nada la justicia
social por lo que habían muerto un millón de hombres y mujeres durante
la Revolución Mexicana. No, no se trataba de eso sino de mantenerse y
hacer crecer su poder.
Igual ahora,
en tiempos de discursos y reformas anunciadas. Los grandes asuntos no
tienen respuesta. Menos pueden ser caminos para la democracia y
pareciera que nos indican que tampoco es un tema de ética, sino de
pragmatismo. Lo que importa ahora es quiénes y cómo llegan a ocupar los
puestos de poder. Vean si no las discusiones radiadas o televisivas de
esa nueva clase de opinadores y opinadoras. Las asesinadas, las
desaparecidas, las madres desesperadas están ahí, en un rincón de la
ciudad de México apenas percibidas por la opinión pública.
Cuando estas
mujeres hablan. Dicen con claridad, dónde fueron vistas su hijas por
última vez, sencillo: el sector de la zona centro de Ciudad Juárez,
territorio considerado último reducto del otrora poderoso cartel local.
Las madres
explican su exigencia: que el gobierno federal atraiga los casos que
contienen indicios de participación del crimen organizado en lo que muy
probablemente es una red de trata de mujeres con base en el centro
histórico juarense.
“Es un foco
rojo, casi todas se han perdido ahí, y hemos dicho que se haga algo con
ese lugar del Centro, pero no han hecho nada (…) Ahí está la banda, ahí
es donde operan”, dijo una de las madres y aunque algunas personas se
dan golpes de pecho, todavía no conseguimos que realmente se parapeten
y no se cansen, frente a las instituciones que no dan respuestas.
Y cuál es el
relato. Al parecer las investigaciones periodísticas son muy claras. Se
trata de la trágica calle Javier Mina de Ciudad Juárez. Según la
hipótesis de García Andrade, eso coincide con una investigación
periodística realizada por El Diario de Chihuahua en 2012, sobre los
casos de once víctimas, la cual encontró que al menos siete pasaron o
debían pasar por la misma calle del centro de Ciudad Juárez antes de
que se les perdiera la pista. ¿Por qué no se hace algo?
La descripción
es precisa: la calle ubicada dos cuadras al sur de la Catedral –a pocos
metros de la frontera con Estados Unidos-, es la Francisco Javier Mina,
caracterizada por la presencia de prostíbulos y frecuente en los
recorridos de las jóvenes del poniente de Juárez, porque ahí se
detienen los camiones públicos que las conectan con el resto de la
ciudad.
Ahí, mostró la
investigación periodística, entre 2008 y 2011 fueron vistas por última
vez María Guadalupe Pérez Montes, de 17 años; Cinthia Jocabeth
Castañeda, de 13; Perla Marisol Moreno, de 16; María de la Luz
Hernández, de 18; Jessica Ivonne Padilla, de 16, y Nancy Iveth Navarro
Muñoz, de 18 años.
Una de ellas,
María Guadalupe Pérez Montes, fue encontrada a inicios de 2012 junto a
los restos óseos de al menos otras once mujeres halladas en un
descampado al sur del Valle de Juárez conocido como “Arroyo del
Navajo”, donde las madres presumen podrían haberse encontrado más
cadáveres.
Apenas la
semana pasada, la Fiscalía General del Estado le notificó a Bertha
Alicia García, de 46 años, que un par de restos craneales, también
encontrados en el Valle, correspondían con el perfil genético de su
hija Brenda Berenice Castillo García, reportada como desaparecida desde
2009.
Como otras
siete madres de mujeres víctimas, Bertha Alicia García integró el grupo
que decidió viajar a la Ciudad de México para exigir la investigación
que no se ha resuelto en aquella frontera.
“A Berenice me
la entregaron el miércoles de la semana pasada, dos pedazos (óseos) es
todo lo que hallaron”, dijo la mujer con tono de cansancio a los
periodistas del Distrito Federal y agregó: “Yo no estoy de acuerdo con
lo que me dieron ni confío para nada, por eso estoy pidiendo una
segunda prueba”. Como otras víctimas, Berenice tomó una unidad de
transporte público para dirigirse a las mismas cuadras aledañas a la
Catedral en las que todo indica que se perdieron varias de las otras
jovencitas.
Las madres
están aquí desde el pasado lunes 10 de junio; se reunieron ya con el
titular de la Subprocuraduría Especializada en la Investigación de
Delincuencia Organizada (SEIDO), Rodrigo Archundia, quien se
comprometió a resolver este martes si la federación atrae o no los
casos. Pernoctan en la calle, hacen mítines. Protestan, llaman la
atención de los transeúntes. Están solas, hace 20 años que oímos hablar
de Ciudad Juárez, cuya verdadera entereza son estas madres, que no se
resignan.
Claro, si se
pidiera la Alerta de Género en Ciudad Juárez, también les dirían que
no, que no tienen los datos ni se ajustan al formulario, que en
realidad es pura percepción y un imaginario que no tiene relación con
la realidad, como se ve ni los nombres, ni las circunstancias, ni el
sitio donde las jóvenes desaparecen convencen a nadie. Es lo mismo,
tampoco sabremos dónde están los ocho u 11 jóvenes secuestrados en un
bar del Distrito Federal. Nadie sabe nada y nadie parece ser capaz de
atender lo importante, mientras como el general Calles, se reparte el
poder y los puestos. Las elecciones del 7 de julio, son el tema.
Veremos.
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