8/05/2014

Hablemos del derroche


Abriendo cualquier periódico se encuentra la huella de los interminables abusos en contra del erario.

Cientos de miles, quizá millones, de mexicanos se sienten estafados cada vez que deben pagar impuestos. No es de extrañar, si consideramos dos factores que hacen del pago de impuestos un deber odioso y acaso inútil, es decir un verdadero derroche.
Por un lado hay que considerar que el pago de impuestos en México no es nada sencillo. Una persona con instrucción universitaria que tenga más de una fuente de ingresos y quiera aprovechar las posibilidades de deducciones que le permite la ley no puede hacer por sí misma su declaración de impuestos, sino que debe acudir a la asesoría de un profesional de la contaduría que se dedica especialmente a ello.
En segundo lugar, y esto es quizá lo más relevante, sabemos que nuestros impuestos no se utilizan para lo que es debido. No todo el dinero que le entregamos al gobierno se destina a mejorar el sistema educativo, los hospitales públicos, las carreteras y aeropuertos del país. No. Mucho de ese dinero sirve más bien para que políticos y “servidores públicos” de todo nivel se despachen con la cuchara grande y lleven un tren de vida muy superior al de la población que dicen representar y que a veces con grandes sacrificios les paga su sueldo.
Simplemente abriendo cualquier periódico al azar se encuentra la huella de los interminables abusos en contra del erario, del desperdicio de los recursos públicos, del derroche con que se conducen los presidentes municipales, los gobernadores, los funcionarios federales, los jueces y magistrados y, en suma, todo aquel que pueda tener acceso al presupuesto público.
En esas condiciones de dificultad para cumplir con las leyes fiscales y de permanente derroche por todo tipo de funcionarios, solamente un loco estaría contento al momento de pagar impuestos. En México la mayoría de las personas no lo está, como es natural.
Pero además de la información que nos llega por los periódicos, es fácil comprobar el derroche público por la vía del conocimiento directo. Cada uno de nosotros podría contar varias docenas de anécdotas sobre abusos de todo tipo.
Por ejemplo, el caso de hijos de ex funcionarios que a pesar de su juventud y de que no se les conoce ningún tipo de negocio propio conducen coches de varios millones de dólares en Miami o en el Paseo Tollocan de Toluca.
Por ejemplo el caso de algunos jueces de cierto tribunal federal en cuyo comedor privado se sirven vinos Vega Sicilia que cuestan más de 5 mil pesos cada una. Por ejemplo el caso de legisladores que viajan a Europa en primera clase, pagando boletos de 150 mil pesos, cuando por internet el mismo boleto se puede comprar en menos de la mitad de precio.
Por ejemplo en los miles y miles de maestros comisionados, que cobraban y siguen cobrando sin dar clase. Por ejemplo en el expolio que hace el sindicato petrolero de los recursos públicos de Pemex a través de todo tipo de prebendas incomprensibles.
Por ejemplo el caso de un líder sindical (en el ramo ferrocarrilero) aficionado a viajar siempre acompañado de vistosas “asistentes”.
Por ejemplo el de políticos que, pese a que los ciudadanos les pagamos sus oficinas bastante bien ubicadas y perfectamente amuebladas, deciden tener reuniones de “trabajo” en los restaurantes más lujosos, en los que un filete de res puede llegar a costar más de lo que un trabajador tarda 15 días en ganar laborando durante 8 horas diarias.
Como el caso de algunos funcionarios judiciales en materia electoral que viajan anualmente a Venecia en asientos de primera clase y se hospedan a nuestras costillas en lujosos hoteles para participar en encuentros académicos de los que no se sabe que arrojen ningún beneficio para nuestro país. Como es el caso de presidentes municipales que circulan en camionetas blindadas cuando en sus municipios hay calles sin asfaltar o escuelas sin baños. Como es el caso de gobernadores que, luego de endeudar a las generaciones presentes y futuras de su estado se dan vida de reyes en los rascacielos de Dubai o en lujosas mansiones de la costa catalana. Como el caso de una ex dirigente magisterial que durante muchos años tuvo un espacioso departamento en el barrio más caro de París, con una magnífica vista hacia el Río Sena.
Somos miles los ciudadanos que sentimos que se nos revuelven las tripas cada vez que tenemos una nueva noticia de tales abusos. La opción que toman muchos es dejar de pagar impuestos, pero eso es algo indebido no solamente porque es ilegal sino también porque todos tenemos el deber cívico de colaborar con los gastos públicos. No me parece una opción sana dentro de un sistema democrático.
Lo que sí creo que debemos hacer es exigir una rebaja de impuestos. En el 2015 vamos a votar por la renovación completa de la Cámara de Diputados. Tendremos la oportunidad de pedir la revancha frente a tantos miles de abusos que la inepta y cleptómana clase política ha perpetrado contra los ciudadanos.
Debemos exigir que los candidatos que quieran obtener nuestro voto se comprometan públicamente a bajar los impuestos, para que el dinero de las familias mexicanas no se siga desviando (o al menos no en tan groseras y vergonzantes cantidades), sino que sirva para elevar el nivel de vida de cada ciudadano, al tener mayor libertad para disponer de los recursos que genera. Es una tarea cívica y diría que urgente, para que los políticos reciban con claridad el mensaje de que ya estamos hartos de que nos sigan robando y de que lo hagan con absoluta impunidad.

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