Carlos Bonfil
Nada
malo puede suceder. Previo a recibir el sacramento de la confirmación,
la adolescente María (Lea Van Acken) escucha junto con otros jóvenes
las recomendaciones doctrinarias de un joven sacerdote severo y
cordial, rigurosamente fundamentalista.
El ideal de ese guía espiritual es recobrar la pureza de la fe
católica, en su opinión traicionada por el liberalismo de Roma después
del segundo concilio vaticano. Los jóvenes deberán, según él,
mantenerse continuamente alertas frente a las múltiples tentaciones del
Maligno: ritmos musicales modernos codificados en clave satánica,
abandono paulatino de las intimidatorias variantes de la penitencia y
el castigo eterno (el purgatorio y el infierno), misas alejadas de la
liturgia tradicional, y un abultadísimo e impío etcétera. La protección
contra estos males corrosivos será la devoción absoluta a Cristo y a la
virgen María. También el sacrificio de todos los espejismos hedonistas
en aras de una purificación espiritual que en los jóvenes pasará
primeramente por la abstinencia sexual y la mortificación de la carne.
Cada joven tendrá así, según esta doctrina intransigente, la obligación
de volverse un militante ardiente de la fe católica, un soldado de
Dios, un auténtico legionario de Cristo.
Vía crucis (Kreuzweg), cinta muy sobria del alemán Dietrich
Brüggemann, escrita por él y por su hermana y fiel colaboradora Anna,
es un relato atinadamente dividido en 14 breves capítulos que aluden a
las 14 estaciones en el camino al calvario de Cristo, desde su
aprehensión y condena a muerte hasta el momento en que es sepultado.
Cada cuadro de la cinta remite a un plano secuencia, y sólo en
ocasiones se registra alguna variación para marcar discretamente las
transiciones narrativas. Los capítulos aluden al sufrimiento de la
joven María, virgen siempre y siempre cargada de culpas, unas imputadas
por los demás, otras asumidas como propias. Su devoción, reflejo ciego
del fanatismo religioso de su madre (Franziska Weisz), no soporta los
delirios místicos de la protagonista de Hadewijch (Bruno Dumont, 2009), y estaría más cerca de la condición de víctima inocente que exhibe la niña Alexia en Camino (Javier Fesser, 2008), aunque en Vía crucis el tratamiento del tema es mucho más fino y contundente que en la cinta española.
El tema de la enfermedad, presente en Camino y también en Lourdes (2009),
de la austriaca Jessica Hausner, nueva incursión en el fanatismo
religioso y en el misterio de los milagros, aparece aquí como el dolor
con que María vive el padecimiento de su hermano de 4 años, incapaz de
hablar, y que la joven procura sanar o redimir con el sacrificio de su
propia vida. La transferencia va del posible autismo del menor a la
progresiva condición anoréxica de la protagonista. Resulta admirable la
manera implacable en que Brüggemann exhibe los excesos de una devoción
narcisista y cruel sin fustigar por ello los fundamentos de las
creencias religiosas. Un padre de familia timorato y banal asiste
impotente a la furia de su esposa, quien no vacila en sacrificar a su
hija en aras de un improbable ideal de perfección moral. La vida
doméstica se rige por reglas de severidad incuestionable, mismas que
María acepta de manera sumisa, como invadida ella también por la
sensación de pertenecer a una elite privilegiada de seres tocados por
la gracia.
En un sentido inverso al de Vía crucis, pero con un martirologio parecido, el cine alemán reciente mostró en Nada malo puede suceder (Tore tanzt, Katrin Gebbe, 2013), a un joven punk, un jesus freak, enfentado a una familia rural que procura derribar su inocencia y sus creencias religiosas con el fin de deshumanizarlo.
En la cinta de Gebbe el joven fanático defiende su fe en un terreno
hostil; en el caso de María, la adolescente acepta sin vacilar la
inoculación del fanatismo familiar, sacrifica su despertar sexual y
amoroso, carga con todas las culpas imaginables, y se atribuye de
manera absurda la misión de salvar a un hermano que tal vez no corre
peligro alguno. En Vía crucis los sueños de la sinrazón
engendran demonios y estos son capaces de devorar una vida inocente,
malogrando de paso las existencias de quienes le rodean. La radiografía
de este oscurantismo religioso es más devastadora por esa honestidad
moral que visiblemente la distingue y por una elegancia artística que
la eleva por encima de la siempre ineficaz denuncia panfletaria.
Vía crucis se exhibe en la 13 Semana de Cine Alemán (14 al
28 de agosto). Funciones: Cinépolis Diana: los días 15, 16, 17 y 18.
Cineteca Nacional: los días 16, 23, 25 y 28. (Más informes sobre la
Semana y horarios: www.goethe.de/cinefest; www.cinetecanacional.net)
Twitter: @CarlosBonfil1
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