Elena Poniatowska
De un día para otro, el 8 de marzo de 2012, sin decir agua va, Sor Juana con su hábito negro al lado de Brozo, el payaso tenebroso con su melena verde amaneció en la televisión y todos nos hicimos cruces. La serie animada Catolicadas podía verse simultáneamente en las redes sociales y en televisión, gracias a la generosidad de Marta Lamas y de Brozo, quienes abrieron el espacio de Marta Lamas, la novia de Brozo, en el noticiero matutino El Mañanero. Desde
entonces, todos los jueves se presenta un capítulo de la serie y Sor
Juana es hoy la monjita más popular de México. Desde su lanzamiento
hasta la fecha, los episodios se han reproducido 3 millones 772 mil 320
veces en YouTube, y 170 mil 973 personas indicaron
me gustaen la página de Facebook de Católicas por el Derecho a Decidir que divulga la serie. Un éxito rotundo.
El programa Catolicadas es un invento de María Consuelo
Mejía quien dirige desde hace 20 años a Católicas por el Derecho a
Decidir. María Consuelo es el azote de obispos y sacerdotes, y el gran
amor de sacerdotes tan extraordinarios como Alejandro Solalinde, el
protector de los migrantes. Sergio Méndez Arceo, el obispo de Morelos,
que todos veneramos (nos enseñó a ser felices), se habría prosternado a
sus pies. Por lo pronto, los religiosos progresistas de México la
apoyan en todas sus iniciativas. Los obispos convencionales le temen,
porque María Consuelo critica y da a conocer la falta de congruencia de
las enseñanzas y actitudes de nuestros obispos con la tradición
católica y los documentos oficiales de la Iglesia, y señala sus fallas
en los problemas de derechos humanos y, lo que es más importante para
nosotras las mujeres, derechos sexuales y reproductivos. María Consuelo
y sus colaboradoras difunden las opiniones y prácticas de la feligresía
católica recogidas en sus investigaciones y encuestas, y divulga los
mensajes liberadores y respetuosos de su propuesta ética, feminista,
así como nuevas interpretaciones del Evangelio, que permiten aspirar a
una mejor Iglesia.
En Catolicadas, Sor Juana y el padre Beto transmiten los
mensajes. Son los dos personajes de una parroquia imaginaria. El padre
Beto, sacerdote conservador, terco y malhumoriento, y Sor Juana, una
monja carirredonda, progresista y atrevida; el padre Beto encarna la
postura de los obispos y Sor Juana transmite los mensajes de Católicas
por el Derecho a Decidir y de la teología contemporánea. Muchas de las
historias parten de sucesos reales que la gente le hace llegar a la
agrupación para que se conviertan en un capítulo de Catolicadas, contado en un lenguaje sencillo, con sentido común y, sobre todo, buen humor.
Católicas por el Derecho a Decidir hace encuestas virtuales entre
los seguidores de la serie y ha podido verificar el grado en que el
programa ha servido a la feligresía para aliviar las culpas causadas
por las enseñanzas conservadoras de la jerarquía católica sobre
sexualidad y derechos reproductivos.
María Consuelo Mejía y sus seguidoras logran recuperar la
tranquilidad espiritual de muchas mexicanas y les enseñan a ser un poco
más felices.
Católicas por el Derecho a Decidir cumplió, el 7 de agosto, 20 años
con un festejo en el Museo Memoria y Tolerancia, cuyo escenario la
novelista Aline Davidoff cubrió con unas inmensas hortensias. En ese
festejo, María (como muchos la llaman) pudo comprobar cuánto se le
quiere y admira. Así como los holandeses le ganaron terreno al mar y
levantaron un dique en su contra, las luchadoras sociales de Católicas
resisten la intolerancia, el abuso de poder y la cerrazón de los
jerarcas de la Iglesia católica.
Católicas
por el Derecho a Decidir pinta la raya del Estado laico y lo separa de
los prejuicios de las instituciones eclesiásticas. Son las mujeres
quienes pueden decidir dentro de la inmensidad de su conciencia
algo tan esencial para ellas mismas y la humanidad como la decisión de traer a alguien más a este planeta, como bien dice Eduardo Barraza. El libre albedrío de las mujeres ha sido minimizado y hasta asfixiado por la cerrazón social que en México borra lo mejor de nuestras tradiciones liberales. Cada mujer es dueña de su cuerpo y la reproducción es asunto suyo. Católicas por el Derecho a Decidir colocó un cartel en las calles de México:
Si a la propia virgen María se le preguntó si quería ser madre de Jesús, ¿por qué a millones de católicas se les niega ese derecho?
La mayoría de los católicos y las católicas de México y del mundo
preguntan también por qué muchos ya no van a misa ni dejan diezmo.
Muchos preguntan también por qué las mujeres no pueden ejercer el
sacerdocio y por qué la obstinación de los jerarcas contra la educación
sexual. En México tuvimos el caso terrible del padre Marcial Maciel y
ya nadie puede acallar tampoco la pederastia de muchos sacerdotes, como
tampoco podemos acallar el acto criminal de prohibir los condones en
una África azotada por el sida.
Frances Kissling nunca imaginó, cuando le confió a María Consuelo
Mejía la dirección de Católicas por el Derecho a Decidir, que había
descubierto a una verdadera luchadora social, a una líder, a un ser
humano extraordinariamente entregado y generoso. En un país como el
nuestro, en que las mujeres son relegadas, en que sólo se les recuerda
el 10 de mayo, en que no reciben el mismo salario que los hombres por
el mismo trabajo, lo que ha logrado Católicas por el Derecho a Decidir
es una hazaña y uno de los actos más revolucionarios de los últimos 20
años. Enfrentarse a la jerarquía católica, tejer redes de mujeres que
defienden el Estado laico siendo católicas es una proeza de la que
todavía no tenemos una conciencia total. En México se sepulta a Benito
Juárez todos los días y hemos perdido una elemental salud política.
Allí está la venta de los bienes de la nación, allí está lo que hoy
sucede con nuestro petróleo, la traición a Lázaro Cárdenas y su
autoridad moral. Un movimiento de mujeres como el de Católicas por el
Derecho a Decidir nos devuelve la esperanza de que un papa argentino,
como Francisco, escoja alejarse de la jerarquía cuadrada para acercarse
a la vida cotidiana de sus feligreses que corren el peligro de
desbandarse.
Entre las participantes, ninguna como Lucha Castro, conocida
defensora del Observatorio Nacional del Feminicidio en Chihuahua. Su
intervención resultó conmovedora, porque legitima la voz de los
excluidos y, como lo pide Fray Julián, teólogo feminista que considera
que el conocimiento es el acto más subversivo, su voz es ante todo,
poesía.
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