2/04/2015

Reinventar México, ahora o nunca

Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
No se necesita una bola de cristal para anticipar que contra pronósticos optimistas post-reformas, el crecimiento económico no rebasará el 3%


Tal vez a algunos les parezca desproporcionado, pero yo creo que la coyuntura no sólo lo permite, sino lo demanda. Y tal vez no vuelva a presentarse un momento histórico como este en mucho tiempo. 
Me explico: concurren tres factores desgraciados, en principio, que sin embargo podríamos aprovechar en beneficio del país: la baja catastrófica en el precio internacional del petróleo; el recorte brutal de 124 mil millones en el gasto público y el mensaje presidencial de apenas ayer en materias de transparencia y combate a la corrupción. 
Ya advirtió Agustín Carstens que los precios bajos del petróleo no son un asunto de meses, sino de años. Así que tendremos que adaptar la reforma energética a una realidad muy distinta a cuando se aprobó. En consecuencia, el recorte al gasto público anunciado por Luis Videgaray manda una serie de señales en varias direcciones: será este un año de austeridad obligada por lo que se cancelan proyectos espectaculares pero no prioritarios como el tren bala México-Querétaro y el Transpeninsular; y si bien se anuncia que no habrá recortes en el gasto social, está claro que, según los expertos, no pueden descartarse ni inflación ni recesión; no se necesita una bola de cristal para anticipar que contra los pronósticos optimistas post-reformas, el crecimiento económico no rebasará el 3% y como siempre las más castigadas serán las clases populares a las que ya no alcanza para cubrir el gasto nuestro de cada día. Así que, una vez más, y a pesar de las enormes potencialidades de este país con territorio, litorales, frontera, recursos naturales y ubicación geográfica estratégica, seguimos condenados a la maldición de un crecimiento mediocre durante más de tres décadas; peor aún, con la mitad de los mexicanos en creciente pobreza y en uno de los países más desiguales del mundo. 
Por ello el discurso de ayer de Peña Nieto se produce en un momento crítico y de liderazgo moral severamente cuestionado. Así que parece enviar dos mensajes fundamentales: si habrá poco que repartir, al menos se hará con transparencia y sin corrupción; el otro, es que el propio Presidente se dice dispuesto a someterse a examen para dilucidar si él, su esposa y el secretario Videgaray incurrieron o no en la frase más pronunciada ayer: conflicto de interés. 
A pesar de la buena fama de Virgilio Andrade, recién nombrado secretario de la Función Pública, la clave estará en el anunciado comité de notables que analizará los casos Tren-Casa Blanca-Malinalco. Su conformación, composición y actuación no debe dejar lugar a dudas sobre un veredicto que determinará la credibilidad del propio régimen de aquí al final del sexenio. 
Pero no será suficiente. El gobierno de Peña Nieto, que quiso hacer historia con sus reformas, todavía está en posibilidad de lograrlo si se decide a impulsar una suerte de reinvención de este país: “rehacer la casa” que dijera el inmenso Granados Chapa. Siguen inconclusos los tres grandes pendientes: una verdadera reforma del Estado, con una nueva Constitución; la implementación de un nuevo modelo económico para generar riqueza a partir de la pobreza; y una gran revolución educativa para encarar los desafíos de los años que vendrán. Yo digo que es la última llamada. Y que, si no es ahora, cuándo.
Periodista. 

ddn_rocha@hotmail.com

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