6/03/2016

“No sirve, no existe o también está podrido”, artículo de Miguel Pulido


Alegatos por Miguel Pulido

Foto: Rubén Espinosa

Demos algo por sentado: Javier Duarte no sólo compite seriamente por ser uno de los peores gobernantes de la historia reciente del país, también es uno de los peores políticos en activo y muy probablemente una de las peores personas involucradas en el ámbito público.
¿Corrupción? Su gobierno la retrata. El portal de noticias Animal Político hizo un extraordinario trabajo de periodismo de investigación sobre contratos a empresas fantasmas. No es –ni de lejos- el único caso, pero sí uno que exhibe la gravedad del asunto.
Las cifras iniciales hablaban de operaciones simuladas por 600 millones de pesos. Pero el botín puede ser mayor. Con el avance de las indagatorias y el cruce con información del SAT, hoy se estima que dichas operaciones fraudulentas pueden alcanzar los 3,000 millones de pesos.
Acostumbrados a usar la mentira como argumento, en el gobierno de Veracruz salieron a ensayar cualquier barbaridad como respuesta. Con datos, entrevistas y –lo más importante- documentos públicos Animal Político demostró que desde Xalapa se planean y ejecutan graves desfalcos.
El gobierno de Duarte descargó su indolencia respondiendo a las acusaciones de corrupción con cinismo. A cada documento, a cada acusación fundamentada, a cada evidencia le devolvieron apenas algún dicho o alguna retahíla de ambigüedades. Pareciera que en su mundo las pruebas no importan… o que saben que no les pasará nada.
¿Insensibilidad? Duarte la ejemplifica. Prueba de ello son los episodios en los que, a pesar del desborde de la macrocriminalidad, la inseguridad y la violencia, ha tenido el coraje de ser frívolo. Ante la desaparición de 5 jóvenes, a manos de la Policía Estatal, en Tierra Blanca dijo: “Lamentablemente en temas de seguridad podemos hacer 99 cosas bien, pero si una sale mal se empaña el esfuerzo (…) los resultados ahí están y los índices delincuenciales van de manera clara a la baja.”.
Como si su función fuera la de ser agitador de la opinión pública, hace dos años Duarte declaró que en Veracruz antes “se hablaba de balaceras, de asesinatos, de participación de delincuencia organizada, y hoy hablamos de robos a negocios, que se robaron un frutsi y unos pingüinos en un Oxxo“.
Y en la memoria del dolor está el momento cuando el gobernador no pudo sostener un diálogo con Araceli Salcedo, madre de una chica desaparecida en Orizaba, que le reclamó las omisiones de su gobierno. En el registro de la cobardía política, en cambio, está su paso acelerado para huir de esa escena y su sonrisa burlona como respuesta al dolor de una madre.
¿Incompetencia? ¿Ilegalidades? ¿Abuso de poder? Los ejemplos son tantos que el espacio de esta columna luce ridículamente breve para abordarlos. El trato a la Universidad Veracruzana, los desvíos en los programas sociales, las denuncias penales de la ASF, los millones de pesos en efectivo en aviones privados y en pleno contexto electoral, la insostenible deuda pública, la corrupción policial, los periodistas asesinados y un largo etcétera.
Con todo, desde hace mucho no es Javier Duarte lo que más me preocupa, sino el contexto que le ha permitido causar este nivel de desgracia.
Me preocupa la evidente falta de contrapesos. Una prensa y medios de comunicación con una larga historia de sometimiento al poder político. Sin olvidar los asesinatos, la despiadada violencia y las agresiones que impunemente sufren los periodistas.
Una Comisión de Derechos Humanos y un Instituto de Transparencia que jamás han tenido un papel serio y de contrapeso. El Poder Judicial en estado de desgracia, lleno de corrupción e incompetencia. Alcaldes que no se atreven a expresar la diferencia y suelen tener su propio historial de abuso del poder.
Una burocracia improvisada, con miles de funcionarios en la disciplina de no ver las transas, siempre que los dejen transar. Amplias redes de corrupción que involucran empresarios, notarios y servidores públicos acostumbrados a robar sin consecuencias. Y la ausencia de una oposición política seria capaz de ser un contrapeso en el Congreso y en las elecciones.
En suma, me preocupa que todo lo que debió funcionar para mitigar o contener en algo el desastre que Duarte causó estos seis años no sirve, no existe o también está podrido.

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