1/28/2017

Trump y los asuntos de las mujeres



R. Aída Hernández Castillo*
La Jornada 
El 21 de enero pasado fuimos testigos de una de las movilizaciones más grandes en la historia reciente de Estados Unidos. Más de medio millón de personas marcharon por las calles de Washington para recordar al presidente Donald Trump que sus políticas racistas, misóginas y xenófobas no van a ser aceptadas pasivamente. Respondiendo al llamado de una heterogénea coalición de organizaciones feministas y de mujeres de color, cientos de miles de mujeres y hombres de distintas regiones del país del norte viajaron a la capital de Estados Unidos a manifestar su rechazo al nuevo gobierno; paralelamente hubo manifestaciones en 670 ciudades a todo lo largo y ancho del país. El llamado cruzó fronteras, realizándose actos paralelos en otras 70 ciudades del mundo, desde la Ciudad de México hasta Tel Aviv.
A diferencia de las marchas feministas de las décadas de los 60 y 70 del siglo XX, que estuvieron hegemonizadas por una agenda liberal de derechos y encabezadas por feministas blancas de clase media, estas movilizaciones se caracterizaron por ampliar los llamados asuntos de las mujeres. Los principios de unidad que circularon por las redes sociales en la Declaración de la Marcha de Mujeres de Washington partían de tres demandas fundamentales: justicia de género, justicia racial y justicia económica (ver). La senadora afroindiaestadunidnese Kamala Harris criticó en su discurso las perspectivas limitadas de los asuntos de las mujeres, desglosando cómo la economía, la seguridad nacional, la salud y la educación son todos asuntos de las mujeres, que están en peligro con las perspectivas empresariales, privatizadoras y militaristas de la nueva administración.
La misoginia que caracterizó la campaña electoral de Donald Trump, incluyendo el ofensivo video en que literalmente hablaba de cómo agarraba la vagina (grab the pussy) de las mujeres con las que trabajaba, no tiene precedente en ningún otro proceso electoral, ni en las peores épocas del conservadurismo estadunidense. Paralelamente, el ahora presidente anunció sus intenciones de criminalizar el aborto e incluso encarcelar a las mujeres que interrumpan voluntariamente su embarazo. A estas violencias se añaden los peligros de nuevas violencias estructurales contra las mujeres que pondrán en peligro los logros alcanzados en las últimas décadas.
Desde esta perspectiva, el racismo institucional que ha posibilitado la violencia policial hacia la comunidad afroestadunidense y latina es una preocupación feminista. La presencia de las madres del movimiento Black Lives Matter en la vanguardia de la marcha así nos lo recordó. Las mujeres de los barrios pobres de Estados Unidos sufren la violencia policial que asesina a sus hijos y las criminaliza. La Declaración de la Marcha denuncia un aumento de 700 por ciento en las mujeres encarceladas de 1980 a la fecha. Donald Trump ha anunciado que aumentará la presencia policial en los barrios pobres y no permitirá abusos contra la policía
La explotación económica y violencia contra los migrantes indocumentados también es una preocupación feminista. Ningún ser humano es ilegal, coreaban las participantes en la marcha. La niña Sofía Cruz, hija de padres indocumentados mexicanos, tomó la palabra con un discurso conmovedor en el que llamó a luchar por lo que es justo. Las mujeres son el muro y Trump va a pagar, se leía en algunas pancartas de la marcha, anunciando que las mujeres están dispuestas a ser un muro de contención contra la xenofobia de Trump, quien ha anunciado que deportará a más 3 millones de ­indocumentados.
La académica y activista afroestadunidense Angela Davis nos recordó que el colonialismo, el militarismo y la expansión del complejo industrial penitenciario son también preocupaciones feministas. La participación de empresarios de la industria de hidrocarburos en el gabinete de Trump anuncia nuevos retos para los pueblos nativoamericanos cuyas tierras continúan colonizadas por las trasnacionales petroleras, como es el caso de la nación Hunkpapa Lakota, en Standing Rock.
La destrucción de la naturaleza y el calentamiento global son también preocupaciones feministas. Miles de mujeres se han visto desplazadas por los desastres naturales provocados por el cambio climático o tienen que caminar kilómetros para encontrar agua a causa de las sequías. Al respecto, la declaración de la marcha señala: Creemos que el medio ambiente y el clima deben de ser protegidos, y que la tierra y los recursos naturales no deben ser explotados por la codicia y los intereses corporativos, especialmente poniendo en riesgo la seguridad y la salud.
Esta agenda feminista, que reconoce la intersección de múltiples exclusiones que marcan la vida de las mujeres en Estados Unidos y en el mundo entero, ha convocado a múltiples movimientos sociales, así como a ciudadanos y ciudadanas que no reconocen la legitimidad del nuevo presidente. Han sido las mujeres afroestadunidenses, musulmanas, chicanas, lesbianas, transgénero, indocumentadas, discapacitadas, ex militares, obreras, indígenas, universitarias, activistas, las que se han convertido en la conciencia estadunidense. Sus voces anuncian que Donald Trump no podrá cumplir tan fácilmente sus amenazas de dar marcha atrás a los logros alcanzados por el movimiento feminista y las acciones por los derechos civiles.
* Investigadora del Ciesas.

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