8/31/2017

Está bien la emotividad, pero tenemos que racionalizar un poquito nuestro pensamiento



Pedro Echeverría V.


1. Por el intenso trabajo político de López Obrador realizado en 15 años, se ha convertido en inigualable. No hay político en México –de cualquier partido o corriente política- que haya hecho siquiera la décima parte de sus visitas a las 2,500 comunidades del país. Por ese hecho se piensa que el PRI y su mascota, el Verde ecologista, o el PAN y su mascota, el PRD, no podrán juntos ganarle al partido Morena. A 10 meses de las elecciones –después de mirar el desmedido crecimiento de Morena- se vislumbra que al fin López Obrador –con eso de que “la tercera es la vencida”, barrerá a todos los partidos y candidatos “independientes”.

2. El trabajo de AMLO no es una nota de encuestas sino algo que se sabe en todo el país: mientras los demás partidos y dirigentes se pasaron esos 15 años “rascándose la barriga” o realizando viajes de placer, López Obrador todos los días, semanas y meses, se dedicó a darle cinco vueltas a las comunidades o pueblos de la República con miras de ganar la Presidencia. Ahora no hay nadie que le pueda competir sin haber preparado alguna trampa. A mí me daría vergüenza ser candidato –sin haber hecho nada- frente a quien lleva 18 años en campaña; por ello se tiene mucha seguridad de que será el próximo presidente de México.

3. Pero ese trabajo político que nadie en la historia ha hecho en el país, no le da a López Obrador la infalibilidad, es decir, ser un político que no pueda cometer errores, él y las personas más cercanas de su círculo. Y es donde debe cuidarse mucho porque sus seguidores crecen diario en número y observan sus movimientos. Yo recuerdo que cuando tenía 19 o 20 años e ingresaba a la izquierda socialista me enojaba mucha las críticas que se hacían contra Fidel Castro o Che Guevara, contra Marx o Lenin; tuve que sacar mi ignorancia y tonterías de la cabeza para entender que no eran dioses infalibles sino seres humanos.

4. Odiaba, como hasta hoy, la explotación, la opresión, las desigualdades políticas, económicas y sociales, pero mi odio sólo era pasional contra empresarios y gobierno. Sólo más tarde comencé a comprender que la lucha por la revolución y el socialismo no era solo pasional, sino esencialmente racional que nos permita entender en qué mundo vivíamos y cómo teníamos que organizarnos para acabar con él y construir otro con la justicia que buscábamos. En los hechos no había dejado de ser religioso porque veía a luchadores sociales o ideólogos como dioses que defendía con pasión y a los críticos como enemigos. Nunca entendí entonces que debía ser lo contrario.

5. De pronto leyendo y pensando, viendo que era un simple repetidor y seguidor, comencé a ser crítico de algunas cosas, luego de más, hasta llegar a ser crítico de todo y no aceptar ninguna verdad establecida. Ahora defiendo a los izquierdistas, a los socialistas, a los anarquistas frente a los burgueses opresores; pienso en la grandeza de los revolucionarios, pero soy un profundo crítico de todas las revoluciones, incluso de las llamadas “socialistas”. Como dirían por ahí: “no dejo títere con cabeza”, sea Marx, Lenin, Fidel, el Che. Para mí los dioses murieron y a sus seguidores los respeto, sobre todo si son humildes, pero me dan un poquito de pena. (31/VIII/17)

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