Hoy, como hace 18 años, una bola de nieve parece crecer de manera inevitable arrasando con todo a su paso y, como entonces, el desprestigio del PRI y el hartazgo social contra el gobierno de ese partido está generando el efecto político que se conoce como el voto del cambio.
Andrés Manuel López Obrador en un evento proselitista en Soyataco, Tabasco. Foto: Especial
     
Andrés Manuel López Obrador en un evento proselitista en Soyataco, Tabasco. Foto: Especial
Ahora parece que es López Obrador el beneficiario de este fenómeno y todas las críticas a sus alianzas pragmáticas, propuestas, declaraciones y hasta las acusaciones –provenientes sobre todo del PRI– de que tiene apoyo de Venezuela y Rusia, se le resbalan o tienen un efecto búmerang que no lo afectan sino le favorecen.
Montado en la cresta de la popularidad y de las encuestas, con su perfil carismático que raya peligrosamente en lo religioso, el dirigente de Morena es capaz de pasar por el tamiz de su palabra para perdonar hasta su enemigo más acérrimo, como Carlos Salinas de Gortari. Total, todo suma en este momento en el que nada parece afectarle.
Pero no estaría mal que López Obrador refrescara en su memoria sus errores pasados: el exceso de confianza, las declaraciones impetuosas e irracionales que cayeron mal en el ánimo social, la necedad de concentrar todas las decisiones, menospreciar a sus adversarios y quizá dos aspectos fundamentales que afectaron de manera decisiva sus dos campañas anteriores: la falta de una estructura electoral en todo el país y la falta de recursos para mantenerla.
Cinco meses faltan para la elección. El 11 de febrero termina la precampaña y entramos a una fase de intercampaña que dura un mes, en la cual los candidatos no pueden pedir el voto y los partidos podrán lanzar la carretada de promocionales en los medios.
En este largo tiempo los candidatos y sus partidos harán los ajustes necesarios en sus equipos, en sus estrategias y, sobre todo, para aceitar la maquinaria electoral que soporta la estructura del partido a nivel nacional. En este lapso todo puede pasar y en las dos elecciones pasadas López Obrador careció precisamente de esta estructura y de una estrategia parta mantener el paso que lo llevaba adelante de los otros candidatos.
No hay seguridad de que el líder de Morena seguirá creciendo en el ánimo del electorado y tampoco se sabe cuánto tiempo habrán de durar este fenómeno de crecimiento de popularidad y la suma de personajes políticos con historias cuestionables.
De la cima Andrés Manuel López Obrador podría pasar a la sima en el momento más decisivo, es decir, a la hora de la votación. La bola de nieve seguiría rodando, pero en sentido contrario, y lo que durante medio año fue a su favor ahora estaría en su contra, destruyendo su plan político y de gobierno.
Por cierto… Otro personaje al que no estaría mal refrescarle la memoria es a Diego Fernández de Cevallos, que en la entrevista con Proceso se la pasó justificándose. De su pasado político manchado de corrupción dijo que eran mentiras, del tráfico de influencias para hacerse millonario aseguró que nada tiene que ver su paso por la política, de su inmensa riqueza se ufanó diciendo que no necesitaba declararla porque la ostentaba y de su amistad con Salinas hizo una virtud de fidelidad. Para él nada ha cambiado y sus vicios privados son una virtud pública.