5/19/2019

El cine negro de otras partes

La Jornada
Leonardo garcía tsao

Cannes. Prueba de lo perdurables que son las propuestas del cine negro en el cine mundial, hoy la competencia ofreció un par de muestras de cómo el clásico hollywoodense ha sido bien retomado por culturas diferentes.

Ya en su anterior Más negro que el carbón (premiada en Berlín y milagrosamente estrenada en México), el realizador chino Diao Yinan había demostrado su afinidad con el género neo-noir. Ahora compitió en Cannes por primera vez con Nan fang che zhan de ju hui (El lago de los gansos salvajes), la historia de un gángster (Hu Ge) que, tras una violenta reyerta con bandas rivales, asesina por accidente a un policía; dado que se ofrece una jugosa recompensa por su captura, el hombre está condenado a ser perseguido tanto por el hampa como por la ley, siendo su única compañía una prostituta (Gwei Lun Mei) en busca de redención.
Si bien Diao subraya algunas instancias melodramáticas y el héroe parece escapar de chiripa en algunas ocasiones, su destreza visual está siempre en evidencia en una persecución fundamentalmente nocturna, según mandan las reglas. Rara vez se ha visto en una película china un mundo tan oscuro y sórdido, de barrios bajos y calles peligrosas que la fotografía de Dong Jinsong retrata con maestría.
Al final de su función de gala, el público ovacionó largamente al equipo de la película. Entre los miembros del público y aplaudiendo de pie, estaba nada menos que Quentin Tarantino, quien por lo menos demostró un sentido del fair play al reconocer públicamente el trabajo de un colega con quien compite.
Más referida a Hollywood fue la rumana La Gomera,de Corneliu Porumboiu, que tiene por protagonista a un policía corrupto (Vlad Ivanov), que actúa de manera clandestina para una banda de asaltantes mientras opera también a favor de una férrea procuradora (Rodica Lazar). Para mayores datos, hay una hermosa femme fatale llamada Gilda (Catrinel Marlon), los criminales se valen de un lenguaje de silbidos para no ser descubiertos, hay homenajes a Más corazón que odio, de Ford, y Psicosis, de Hitchcock, y la pista sonora recurre tanto a canciones de Iggy Pop como de Lola Beltrán. ¿Así o más ecléctica?
Pero Porumboiu no se queda en la referencia pop, sino desarrolla con aplomo su embrollada e improbable trama, apoyándose en la estupenda jeta de Ivanov (los cinéfilos lo recordarán como el abortista canalla de Cuatro meses, tres semanas y dos días, de Cristian Mungiu). La Gomera es muy diferente del grueso del nuevo cine rumano y sus impávidos retratos sociales, y demuestra que también puede ejercer el juego ingenioso de la revisión genérica.
No tan afortunada en esos menesteres resultó Little Joe, de la austriaca Jessica Haussner, quien hizo una versión neutra y antiséptica de La invasión de los usurpadores de cuerpos, el clásico paranoico de Don Siegel. Aquí unos científicos crean genéticamente una planta cuya flor, se supone, causa una sensación de bienestar en quien la aspira. Claro, las personas cambian y le resultan ajenas a sus propios familiares. Como todo es ambiguo –y finalmente indiferente–, Haussner sabotea la tensión dramática de una premisa que no tiene pierde. Los actores hablan todos como autómatas, estén o no poseídos, y la música japonesa de Teiji Ito (de los años 70) sumada a ruidos extraños, crean un aire artificioso y rebuscado inútilmente.
Twitter: @walyder

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