La Jornada
Leopoldo Santos Ramírez


Sin embargo, por las condiciones de riesgo en la Facultad de Derecho, sus activistas eran más bien prácticos, con cierto menosprecio por la actividad intelectual y académica. La consigna de no al academicismo y sí a la acción política prevalecía entre el grupo de activistas de derecho, la mayoría de ellos anarquistas, poco proclives a los círculos de estudio, aunque nunca dejaron de leer. Me sorprendió cómo en una tarde de verano, sentados en las islas de Ciudad Universitaria, Gilberto Argüello, intelectual del Partido Comunista, pudo mantener su atención hasta por tres horas explicando la situación de México a través de su historia y su relación con el mundo.
Los estudiantes de la Juventud Comunista en ese turbulento ambiente de la facultad pudimos plantear la mayoría de las propuestas coherentes y los programas políticos a desarrollar, pero siempre discutiéndolos con el resto del comité hasta lograr consenso. Nuestra relación con las otras facultades se daba mediante el Comité Coordinador, pero éramos poco proclives a protagonizar conferencias de prensa. Los últimos meses de 1969 fueron particularmente agitados. Estaba por definirse quién sería el candidato del PRI a la Presidencia; Alfonso Corona del Rosal y Luis Echeverría punteaban en la pugna intrapartidista. En medio de esa tensión, el 20 de octubre por la noche, en el estacionamiento de la facultad fue asesinado Miguel Parra Simpson, estudiante del último semestre y simpatizante del Comité de Lucha.
El crimen cometido por porros menores que repartían volantes contra el movimiento estudiantil y los presos políticos, tenía alcances fuera del campus. La provocación buscaba encender los ánimos en un ambiente en que las porras profesionales servirían de contrapeso a los estudiantes cuyo derrotero estaba marcado por la liberación de los presos políticos y la reforma universitaria.

En la noche, en un recuento de quiénes faltaban por reportarse al comité, acudimos a las oficinas de Excélsior, que publicó sus nombres al siguiente día. Eso permitió que pronto aparecieran y al menos se nos quitaba una preocupación. Pero hay algo que a pesar de los años no logro explicarme: nunca lloramos por los muertos, aunque fueran cercanos. Quizá fue la actitud de aferrarnos a la vida o quizá no tanto saber (como un proceso consciente de comprender), sino de sentir instintivamente que los próximos podríamos ser nosotros en la cadena de represión y muerte con que el poder se aferraba a seguir reciclándose. Muchas experiencias después me enseñaron a ver las apasionadas discusiones de la izquierda, culpándose unos a otros de reformistas o de traidores, como pérdida de tiempo ante las crisis y amenazas reales del poder.
Rindo aquí humilde homenaje a los compañeros del Comité de Lucha de la Facultad de Derecho: Pedro Castillo, Antonio Castillo Deloarte, Castillito, Carlos Arango, Napoleón; José Jacques Medina, Pablo Sandoval Ramírez, Cecilia Soto Blanco, Francisco Gordillo y Manuel Mirón Lince, El Rojo. Como ha documentado el investigador René Ontiveros, tras el 10 de junio el Comité de Derecho entró en una espiral de descomposición de la que ya no se recuperaría (Rivas Ontiveros, José René. 2007. La izquierda estudiantil en la UNAM: organizaciones, movilizaciones y liderazgos, 1958-1972. México, UNAM-Porrúa).
*Profesor e investigador de El Colegio de Sonora
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