9/04/2019

La estrategia del Caracol, otra vuelta en el espiral Neozapatista


En el marco de la presentación del primer informe presidencial, impulsado desde la narrativa hegemónica de la Cuarta Transformación, de manera lenta, silenciosa e inexorable (como su nombre lo indica), invisibilizados y ninguneados lo mismo por la prensa fifi (cuyos dueños son los asesores financieros del presidente), que por los medios de izquierda los mismos que ahora justifican lo que ayer criticaban (con honrosas e incomodas excepciones que confirman la regla); en un contexto por demás adverso, vigilados por la recién inaugurada Guardia Nacional (ahora en funciones de border patrol) y desafiando las recetas y manuales que hacen de la correlación de fuerzas una verdad inmutable y eterna, el EZLN y las comunidades que forman parte de sus bases de apoyo, lo volvieron hacer.
A diferencia de las recientes iniciativas políticas ahora su ofensiva es ante todo territorial. En un comunicado, acompañado de fotos y vídeos, firmado por el indígena tojolabal, ahora subcomandante Moisés, el neozapatismo anuncia, en síntesis, la creación de once nuevos Caracoles, que sumados a los existentes son diez y seis, más sus respectivos MAREZ (Municipios Autónomos en Rebeldía Zapatistas), en total suman cuarenta y tres Centros de Resistencia Autónoma y Rebeldía Zapatista. Aunque dicha ofensiva política no es del todo inédita como bien ha recordado Raúl Romero (https://www.jornada.com.mx/2019/08/17/opinion/015a2pol), pues para el 19 diciembre de 1994 con el anuncio de su presencia civil en treinta y ocho municipios del estado de Chiapas, habían roto el cerco militar impuesto; ahora como entonces el gobierno (que también entraba en funciones), repetía por todos los medios de los que disponía: que el problema del EZLN se limitaba a cuatro municipios. Algunos de los funcionarios de esos gobiernos han regresado con otros colores y discursos, otros nunca se fueron.
Es preciso reconocer y valorar la hazaña organizativa de mujeres, hombres, ancianos y niños de dichas comunidades éticas, encarnadas en torno a un proyecto antipatriarcal y anticapitalista. Un proyecto que sobre todo lucha por la vida y que entre otras estrategias se vale de la autonomía territorial, como forma de hacer política, capaz de trascender el tiempo y el espacio cuyuntural que imponen los calendarios del poder y sus instituciones. Esa autonomía escapa y escurre por muros y fronteras impuestos desde la lógica del menos peor, de la resignación y el fatalismo. La autonomía aporta de manera modesta a la construcción de un mundo más justo y solidario, cumple la función de inspirar a movimientos sociales antisistémicos en momentos de crisis como los que atestiguamos a nivel planetario.
El contraste no pudo ser mayor entre el ritual estatal del informe presidencial que asegura haber abolido el régimen neoliberal en México (rodeado en el discurso y en la práctica de los mismos empresarios cuyos negocios seguirán floreciendo de la mano de los megaproyectos del gobierno en turno como el corredor interoceánico del Istmo, el mal llamado tren maya o el Proyecto Integral Morelos); y el comunicado del EZLN en el que anuncia los nuevos Caracoles desde donde convocan a la realización de lo que próximamente podría llamarse Foro en defensa del territorio y la Madre Tierra. También llaman a la construcción de una Red Internacional de Resistencia y Rebeldía, lo que me conduce finalmente a recordar la frase del escritor uruguayo amigo de los zapatistas, quien afirmaba que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Aplaudir o construir esa es la cuestión.

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