11/19/2019

Qué pena, señora Janine Áñez

Carlos Villa Guzmán

Usted mira a los mexicanos con pena, yo le aseguro que se debe a que está mal informada o porque alguien le aconseja que haga las cosas a su manera. En realidad muchos de esos que ve, -ignoro a partir de cual información, con cuál lente o qué le inspira para observar y hablar- a diferencia de usted, tenemos una real justificación para experimentar sentimientos de compasión hacia lo que padecen otros, que están a su alrededor, por esa razón miramos con horror la vorágine que desató el golpe de estado que encabeza, junto con otros sublevados contra el orden social, sin importarles la imagen que dejan ante el mundo, con las manos manchadas de sangre, qué pena, de verdad qué pena.

Es notorio que su acción que la convierte momentáneamente en la persona más poderosa de su país, -da la impresión que su ego tiene que ver en ello- aparte de compartir ese poder con el Ejército, las élites capitalistas tanto bolivianas como extranjeras, léase Estadounidenses, ¿sin ellas cómo? tiene el propósito de ejecutar con precisión un plan que lleve a sus arcas todos los recursos que el Estado transformado con éxito por Evo Morales, les retiró por la necesaria justicia social que requieren los pueblos, principalmente el litio, el mineral del futuro, manejado por el Estado bolivariano, hasta hace unos días.

No existe forma de negar que, gracias a la administración que se mantuvo durante los periodos del gobierno de Evo Morales, existen avances importantes en infraestructura, programas sociales, una proyección distinta, asombrosamente prometedora en su país, entonces: ¿qué poder de convencimiento requieren las voluntades para revelarse contra lo que es tan difícil lograr, que es la estabilidad política, el entendimiento en la pluralidad étnica o cualquier otra diversidad, junto con el manejo del capital público y privado; todo ello que hace crecer a las naciones? Hay un reconocimiento mundial por esa obra gigantesca en Bolivia; lamentablemente está a punto de desmoronarse.

Existen fórmulas muy exactas para desestabilizar el ánimo social, junto con la economía, hasta llegar a la parálisis por encarecimiento o las crisis, por escases; los sicarios económicos, los grupos sectarios y los medios-negocio, saben muy bien de ello, piense si vale la pena lo que le ofrecieron a cambio de serles útil.

Hay quienes no permitirán nunca, aún al costo de su vida, que sean botín de los más ambiciosos, las riquezas de la Tierra, por un principio básico de convivencia humana universal. La época de las conquistas y sus colonias construidas a sangre y fuego, ha de ser cosa del pasado, hasta para garantizar la sobrevivencia. Washington tiene que mirar ahora a los más débiles del mundo, no como su despensa, no como sus reservas, ni clientes de armas, tampoco como sus laboratorios de drogas, campos de experimentación donde siembran el narcotráfico, azuzan las revueltas políticas, entre otras muchas semillas de la muerte que esparcen donde les viene en gana, ¡ya basta!

Eso que lleva a cabo, por órdenes de quién sabe qué mano escondida en la penumbra; arrebata con puñaladas a su pueblo lo que tantos años de infatigable lucha logró tener al fin. Dígame si no es para mirarla con pena, lo mismo que a los bolivianos que lloran su luto, porque perdieron a sus seres más amados en estos días en que usted aparece sonriente en la historia, sólo que del lado de los verdugos. 

Me parece que esto es una contradicción absoluta al mensaje que mandó al mundo con la Biblia en su mano. Es un contrasentido usar símbolos de paz cuando inicia una guerra, hasta se trata de una ofensa a las escrituras sagradas de la cristiandad, lo mismo que a la moral de las personas de bien que son la parte luminosa de la humanidad. 

La circunstancia es también para mirar con pena a los que aprovechan el río revuelto para invocar invasiones extranjeras, sangre, revoluciones, levantamientos, romper el orden social, que tanto esfuerzo conlleva medio construir, ese tejido tan delicado que nos mantiene libres de crecer y construir un futuro. 

En México igualmente padecemos a esa gente de peligro, algunos incluso tienen la desfachatez de usar partidos, como sucede en el PAN u otros, lo mismo a las redes sociales, para desencadenar el odio; lo vemos hoy en casi la totalidad de países latinoamericanos, con sus fundamentalistas tan activos en estos días en que el desprecio con disfraz tomó las armas. 

Inicia de esta forma un episodio evidentemente concertado a escala internacional, que trata de incendiar a la parte de América Latina que no está de rodillas ante los promotores del neoliberalismo, esa forma de operar que permite salvajemente a unos cuántos vivir de la sangre de muchos otros. Quienes lo aplican, pueden libremente envenenar a las sociedades con la doble moral que alienta a la vez que combate a las adicciones, aparte de aquello que desencadena explotación de personas, la violencia, el comercio libre de armas, tráfico de sustancias, hasta de infantes; son quienes promueven la confusión, la vulgaridad, lo banal, la ignorancia. 

Exaltar la inconformidad con banderas sacadas de algún baúl de rencores propagandísticos; mentir, promover falacias a través de medios de comunicación corrompidos por dinero en sus contenidos pletóricos de falsedad informativa, esa es la nueva barbarie capitalista, misma que trata de imponerse en nuestras naciones con la clase de argucias en las que usted figura en el primer plano. 

La diferencia es que los mexicanos nos podemos expresar libremente, se nos permite criticar a nuestro gobierno, a lo que sea que nos venga en gana, sin recibir castigo por ello, en cambio sus conciudadanos no, ya perdieron ese derecho, su gobierno de facto les canceló esa opción tan elemental a una democracia, qué pena me da. 

Señora, quizá todavía sea tiempo de dar marcha atrás para no volver más grande la pena de multitudes.

Por último, espero, deseo, como muchos que estamos atentos a lo que sucede en el país andino, que esa aventura tan violenta, claramente antidemocrática, sea un relámpago pasajero, como cualquier destello infernal que surge desde la avaricia. Ojalá que pronto vuelva el amanecer a Bolivia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario